He hablado en varias ocasiones sobre la Paradoja de Fermi y el Gran Filtro. Especialmente al hilo de la información que hemos ido conociendo sobre la estrella KIC 8462852. Es imposible no hacerlo cuando tenemos en cuenta la edad y tamaño del universo, y la probabilidad estadística de que aparezca vida en otros sistemas solares. Ahora, hay una nueva propuesta para responder a la famosa pregunta… ¿dónde está todo el mundo?
Un entorno común…
El estudio, publicado recientemente en la Escuela de Investigación de Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional de Australia, intenta responder a la paradoja de Fermi planteando que, lo que sucede, es que la vida es tan frágil que la mayor parte de la que se desarrolla, simplemente, no llega a sobrevivir. Es una posibilidad que, de paso, nos diría que el Gran Filtro se encuentra en un punto de nuestro pasado. Si es así, serían buenas noticias para la supervivencia de la Humanidad porque querría decir que la mayor amenaza para nuestra existencia ha quedado detrás nuestro.
Pero pongámonos en situación para entender qué es lo que ha llevado a este equipo, liderado por el Dr. Aditya Chopra, a sugerir esta posibilidad. Hay que recordar que, a día de hoy, los científicos han descubierto 2.049 planetas en 1.297 sistemas planetarios, incluyendo 507 sistemas con múltiples planetas. Además, un informe publicado en 2013 por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos calculaba que, apoyándose en los datos de la misión Kepler, podría haber hasta 40.000 millones de planetas rocosos, con un tamaño similar al de la Tierra, en las zonas habitables de estrellas como el Sol y enanas rojas en la Vía Láctea. De esos, 11.000 millones estarían orbitando alrededor de estrellas como la nuestra.
No tenemos evidencias de que nuestro entorno planetario sea extraño. Si nuestro Sol fuese la estrella más rica en uranio de toda la galaxia, y la vida en nuestro planeta estuviese basada en el uranio, en lugar de carbono, podríamos creer que la vida (tanto su aparición como su persistencia) necesita un tipo de estrella rica en uranio, poco común. Sin embargo, sabemos que no hay diferencias significativas entre el Sol y otras estrellas que podrían llevarnos a pensar que aquí hay una posibilidad más alta de que se desarrolle la vida. Las estrellas como el Sol son comunes en el Universo, por lo que no parece probable que la dificultad para que aparezca la vida esté en el entorno estelar.
Tampoco parece que los elementos sean un cuello de botella para la aparición de la vida. La vida en la Tierra está formada por hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, azufre y fósforo. Todos ellos están entre los átomos más abundantes del universo. Como los ingredientes elementales están entre los más comunes, no debería sorprendernos que los ingredientes moleculares de la vida sean también comunes. De los elementos en el Universo que forman moléculas, el agua es la combinación de los dos elementos más abundantes, así que la presencia de agua debería ser común en cualquier planeta rocoso…
…pero las cifras no cuadran
Así que, incluso con los cálculos más pesimistas que pudiéramos utilizar para la ecuación de Drake, debería haber multitud de civilizaciones alienígenas pululando por la Vía Láctea. Si le sumamos que nuestra galaxia tiene una edad estimada de unos 13.000 millones de años, tampoco ha habido falta de tiempo para que la vida evolucione y cree toda la tecnología necesaria para expandirse más allá de sus sistema y encontrarnos.
Lo que nos lleva a la Paradoja de Fermi. Si todo es tan sencillo, todo es tan común, ¿por qué estamos (al menos aparentemente) solos? La respuesta, del propio Dr. Chopa es que hay que tener en cuenta que el proceso de evolución está lleno de obstáculos. La vida, en sus fases tempranas, es frágil, así que es posible que en raras ocasiones llegue a evolucionar lo suficientemente rápido para sobrevivir.
El momento clave puede ser el inicio
La mayor parte de los entornos planetarios son muy inestables en sus primeras etapas. Para producir un planeta habitable, las formas de vida que aparezcan en su superficie necesitarán regular los gases que provocan el efecto invernadero, como el agua y el dióxido de carbono, para que la temperatura en superficie sea estable y las condiciones sean las propicias para que puedan continuar desarrollándose.
Pongamos como ejemplo nuestro propio Sistema Solar. La Tierra tiene todos los elementos apropiados para permitir la aparición de la vida tal y como la conocemos. Está en la zona habitable, tiene agua líquida en su superficie, una atmósfera, y una magnetosfera para proteger la atmósfera y asegurar que la vida en la superficie no se vea expuesta a demasiada radiación. Por todos esos factores, nuestro planeta es el único en todo el Sistema Solar en el que sabemos, al menos por ahora, que la vida ha prosperado.
Con Venus y Marte la historia fue algo diferente. Ambos están, también en la zona habitable del Sol, y creemos que debieron tener vida microbiana en algún momento del pasado. La diferencia es que, hace 3.000 millones de años, los dos sufrieron cambios cataclísmicos; mientras la vida primordial de la Tierra estaba comenzando a transformar la atmósfera produciendo oxígeno. En el caso de Venus, el efecto invernadero lo convirtió en el planeta hostil e infernal que conocemos hoy día. Marte, por su parte, perdió su atmósfera y su agua líquida, convirtiéndose en el lugar frío y seco que conocemos.
Así que, mientras la vida microbiana de la Tierra desempeñó un papel crucial en estabilizar nuestro entorno, las formas de vida que pudieran haber existido en Venus y Marte fueron arrasadas por los cambios repentinos de temperatura que sufrieron. Es decir, cuando tenemos en cuenta la posibilidad de que aparezca vida en el cosmos, según el estudio del equipo del Dr. Chopra, es necesario mirar más allá de las estadísticas y entender si no estamos ante un posible cuello de botella justo en la aparición de la vida.
Una oportunidad… y solo una
Bajo esa premisa, lo que implicaría es que los planetas sólo tendrían una oportunidad de desarrollar vida en su superficie. Poco después de su formación, de haber sido bombardeados con los compuestos orgánicos procedentes de los planetesimales que todavía queden en sus vecindarios, y cuando el sistema planetario no es completamente estable. Si durante esa etapa, no aparecen formas de vida lo suficientemente rápido, que consigan estabilizarlo para hacer las condiciones más favorables y allanar el camino para la aparición de más organismos, estarán condenados a permanecer inhabitados.
El propio equipo lo cuenta en el informe «The Case for a Gaian Bottleneck: The Biology of Habitability«, que aparece en la primera edición de la revista Astrobiology de 2016. En ella, el Dr. Chopa y sus compañeros lo cuentan de la siguiente manera: «Si la vida aparece en un planeta, sólo en raras ocasiones evolucionará lo suficientemente rápido para regular el efecto invernadero y el albedo, manteniendo la temperatura en superficie compatible con la presencia de agua líquida y la habitabilidad. Un cuello de botella de Gaia (como lo llaman los autores) sugiere que, primero, la extinción es el destino cósmico, por defecto, para la mayor parte de la vida que ha aparecido en las superficies de planetas rocosos húmedos en el Universo y, segundo, los planetas rocosos necesitan estar habitados para seguir siendo habitables.»
Si están en lo cierto, el panorama es un tanto desolador. Por otro lado, nos ofrece una respuesta a la paradoja de Fermi que se sale de lo que hemos oído hasta ahora y parece encajar muy bien con lo que estamos viendo a nuestro alrededor. Si tenemos en cuenta la cantidad de planetas cálidos, húmedos y rocosos, que sabemos que existen en la Vía Láctea, debería haber miles de civilizaciones, y alguna de ellas debería haber avanzado en la escala de Kardashov y construir algo como una esfera de Dyson o, al menos, naves espaciales más avanzadas que las nuestras. Debería ser sencillo detectarlas.
Sin embargo, no sólo no hemos detectado señales de vida inteligente, la búsqueda de vida extraterrestre inteligente de SETI tampoco ha detectado ondas de radio, procedentes de otros sistemas estelares, desde su creación. Eso nos deja con dos opciones: o la vida es mucho más rara de lo que creemos (como indicaría este estudio), o no estamos buscando en los lugares apropiados. Si la primera opción es la correcta, quizá no haya mucho que podamos hacer para refinar la búsqueda de vida en otros planetas.
Si es la segunda opción, quiere decir que nuestra metodología actual no es la correcta. Quizá la vida exista pero sea en formas más complejas y exóticas que todavía no hemos tenido en cuenta. O, quizá, aunque parece una posibilidad mucho más extravagante, la vida extraterrestre está haciendo todo lo posible para evitarnos. Si algún día encontramos formas de vida simples, seguramente, pasaremos a pensar que la aparición de vida inteligente en la galaxia es muy poco frecuente.
Como decía Arthur C. Clarke: «Hay dos posibilidades: o estamos solos en el Universo, o no. Ambas son igual de terroríficas».
Referencias: Universe Today, The Case for a Gaian Bottleneck: The Biology of Habitability
Apostaría por civilizaciones demasiado avanzadas/exóticas como para ser detectadas, o por civilizaciones en otra dimensión, tipo… «solo vemos» en x e y, mientras ellas ven en x,y, z (habitando ellas z, claro…). Hablando de vida no inteligente, teniendo en cuenta lo basto del campo de muestra…desafortunadamente, acabamos de empezar 🙂