He hablado con anterioridad de los desafíos de colonizar Marte, de construir colonias espaciales, y hasta de construir bases lunares. En realidad, todo son soluciones a un mismo planteamiento: ¿Cómo podemos vivir fuera de La Tierra en un entorno que no sea hostil para los humanos? Hay otra posibilidad, anclada a medio camino entre la ciencia ficción y la realidad: la terraformación de otros planetas…

Qué es la terraformación

Quizá hayas visto esta imagen antes. Es una recreación artística de cómo podría ser Marte si lo terraformásemos para tener las condiciones de la Tierra. Crédito: Usuario "Ittiz" de Wikipedia

Este podría ser el aspecto de un Marte terraformado.
Crédito: Usuario «Ittiz» de Wikipedia

La terraformación es, literalmente, dar a un planeta, satélite u otro objeto celeste, un aspecto similar al de la Tierra, o, como mínimo, que pueda ser habitable por la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta. Es un concepto que procede de la ciencia ficción. En concreto, una de las primeras menciones aparece en una historia corta (Órbita de colisión) escrita por el estadounidense Jack Williamson, en 1.942 aunque es posible que el término haya sido usado con anterioridad.

La teoría es fácil de comprender. Basándonos en nuestra experiencia con la Tierra, deberíamos poder alterar el entorno de un planeta de manera deliberada (su atmósfera, temperatura, superficie y ecología), aunque el proceso requeriría mucho tiempo (mucho más de lo que dura una vida humana). En la práctica, sin embargo, todavía no está completamente claro si sería posible hacer algo así con otros planetas (por mucho que la teoría diga que sí). En nuestro Sistema Solar, el candidato ideal para ser terraformado, si es que alguna vez llegamos a planteárnoslo en serio, es Marte. De hecho, ya ha habido estudios extensivos sobre cómo calentar el planeta, alterar su atmósfera, e incluso la NASA ha organizado debates para hablar sobre el asunto.

Aunque pueda parecer algo completamente inalcanzable a día de hoy, algunos aspectos, como mínimo, son completamente plausibles desde el punto de vista de nuestra tecnología actual. Por ejemplo, con los medios de los que disponemos en la actualidad sería posible alterar el clima de Marte. El coste económico, sin embargo, estaría muy por encima de lo que cualquier gobierno o sociedad estaría dispuesta a dedicar.

La terraformación en la ciencia

Representación artística de Venus terraformado. Crédito: Usuario "Ittiz" de Wikipedia

Representación artística de Venus terraformado.
Crédito: Usuario «Ittiz» de Wikipedia

La NASA no ha sido la primera en hablar sobre la posibilidad de terraformar otros objetos celestes. Carl Sagan, en 1.961, propuso la terraformación de Venus en un artículo que publicó en la revista Science. El astrónomo proponía sembrar la superficie de Venus con algas, que convertirían agua, nitrógeno y dióxido de carbono en compuestos orgánicos. Ese proceso, a su vez, eliminaría el dióxido de carbono de la atmósfera del planeta, provocando que el efecto invernadero que lo asola disminuyese y que la temperatura descendiese hasta niveles más cómodos para los seres humanos. Este proceso da como resultado carbono que, según Sagan, podría ser incinerado por las altas temperaturas de la superficie y quedar atrapado en la misma en forma de grafito o alguna forma de carbono no volátil.

Por desgracia, con el paso de los años, hemos sabido que por la composición de Venus, este planteamiento sería imposible. La atmósfera del planeta tiene una cantidad de ácido sulfúrico muy elevada, y aunque hubiese algas que pudiesen sobrevivir en ese entorno, la elevada presión atmosférica provocaría que Venus tuviese una atmósfera de oxígeno molecular puro, mientras la superficie estaría recubierta de una fina capa de grafito. Con cualquier proceso de combustión, lo único que sucedería es que se volvería a liberar dióxido de carbono y que, por tanto, estaríamos justo donde empezamos…

El propio Carl Sagan también se planteó cómo poder hacer que Marte fuese habitable en un artículo publicado en la revista Icarus en 1.973, llamado «Ingeniería Planetaria en Marte». Tres años después, la NASA publicó su propio estudio al respecto en el que concluía que era posible hacer que el planeta rojo fuese habitable para los seres humanos. En los años posteriores, se sucedieron diversos eventos en los que, poco a poco, se fue exponiendo al gran público al concepto de la terraformación de planetas.

Candidatos para terraformación

Si la terraformásemos, es posible que la Luna tuviese un aspecto similar a éste. Crédito: Daein Ballard

Si la terraformásemos, es posible que la Luna tuviese un aspecto similar a éste.
Crédito: Daein Ballard

Dentro del Sistema Solar, hemos puesto nuestra atención en varios objetos celestes que podrían ser terraformados. Hay que tener en cuenta que, en algunos de ellos, no sólo se habla de terraformación, si no también del mantenimiento que sería necesario para que el planeta continuase siendo habitable a largo plazo (por ejemplo, en el caso de Marte, que está perdiendo su atmósfera con cada segundo que pasa).

Comencemos por Marte y Venus. En el caso del planeta rojo, el principal reto es que habría que reforzar la atmósfera y calentarla. Sabemos que hace mucho tiempo (más de 3.500 millones de años), el planeta rojo debió ser muy similar a la Tierra. También sabemos que, incluso hoy en día, tiene agua en estado líquido en su superficie en ciertos momentos de su órbita alrededor del Sol. Por tanto, una atmósfera más densa, con gases que favorezcan el efecto invernadero (como dióxido de carbono) atraparían más radiación solar y provocarían que la temperatura subiese. Ese aumento de temperatura haría que el propio planeta añadiese más gases de efecto invernadero, que, a su vez, seguirían elevando las temperaturas.

Por la parte de Venus, el desafío es precisamente el opuesto. Hay que eliminar la mayor parte del dióxido de carbono de la atmósfera y reducir su temperatura de superficie (450ºC). Si quitamos ese dióxido de carbono (no por completo), reducimos la temperatura del planeta y hacemos que sea habitable. Una de las soluciones más evidentes, por desgracia, es imposible en la actualidad: podríamos transportar ese dióxido de carbono de Venus a Marte, haciendo que ambos planetas comiencen a sufrir su adaptación a la vez. Si imaginamos una sociedad que tenga colonias espaciales, una sociedad en la que los viajes en las cercanías del Sistema Solar sean algo habitual, no es difícil pensar que transportar ese dióxido de carbono no sería demasiado problemático.

Representación artística de un cryobot en Europa. Crédito: NASA

Representación artística de un cryobot en Europa.
Crédito: NASA

Europa, el satélite de Júpiter, también ha sido considerado un posible candidato. La principal ventaja es que tiene agua líquida, que sería muy útil para introducir formas de vida de la Tierra. Sin embargo, los principales desafíos provienen de su distancia, tanto a Júpiter, como al Sol. Por un lado, su cercanía a Júpiter hace que Europa esté muy cerca del gigantesco cinturón de radiación, y por tanto habría que construir algún dispositivo para evitar esa radiación (algo que en la actualidad no es posible). Además, habría que darle una fuente de oxígeno (en cuyo caso podríamos recurrir a la electrólisis del agua que ya hay en el satélite) y elevar su temperatura.

También hemos pensado en otros objetos como Calisto, Titán, Ganímedes, la Luna, Mercurio, Encélado (la luna de Saturno) y Ceres. Casi todos (excepto Ganímedes) presentan los mismos desafíos: poca masa y poca gravedad para sostener una atmósfera de manera indefinida, y además, excepto Mercurio y la Luna, los demás están tan lejos del Sol que sería mucho más difícil darles una fuente de calor…

La ética de la terraformación

Recreación artística de cómo sería el interior de un cilindro de O'Neill. Crédito: Rick Guidice, NASA Ames Research Center

Recreación artística de cómo sería el interior de un cilindro de O’Neill (un tipo de posible colonia espacial).
Crédito: Rick Guidice, NASA Ames Research Center

En todo esto, aunque pueda parecer extraño, se esconde un debate ético. ¿Hasta qué punto es lícito que el ser humano pueda interferir en la naturaleza de otros planetas, aunque sea para asegurar su propia supervivencia? Si bien todos estamos de acuerdo en que no hay ningún tipo de dilema ético por terraformar (y colonizar) planetas totalmente vacíos de cualquier tipo de forma de vida, las cosas se ponen mucho más peliagudas en el caso de objetos celestes que sí podrían tener algún tipo de vida, por básica que pueda ser.

En un lado del argumento (a favor de la terraformación) tenemos a aquellos que creen que hacer que otros mundos puedan ser habitados es una obligación moral de la humanidad, y que hacerlo es una continuación de la historia de la vida en nuestro planeta, que siempre ha alterado los entornos a su alrededor. Además, tarde o temprano, la Tierra será destruida si la naturaleza sigue su curso, así que la humanidad se encuentra ante un dilema a largo plazo entre terraformar otros mundos o permitir que la vida terrestre se extinga.

Por otro lado, sin embargo, algunos consideran que terraformar otros objetos sería interferir en la naturaleza, y que otros planetas estarían mejor sin interferencias humanas (basta echar un vistazo a nuestro propio planeta para ver cómo se ve afectado por nuestra sociedad) porque a la larga sólo provocarían desastres.

Entre ambos puntos de vista, hay también un punto medio: puede ser éticamente aceptable terraformar planetas una vez que sepamos que no tiene vida alienígena, pero si tuviese sus propias formas de vida, entonces no deberíamos intentar adaptarlo a nuestro propio uso, si no adaptar su entorno para ayudar a esa vida alienígena a expandirse y evolucionar, y coexistir con los humanos. Y tú, ¿por qué punto de vista te decantarías?

Referencias: Wikipedia