A simple vista, Encélado puede que no parezca particularmente destacable en ningún aspecto. Es una de las 61 lunas de Saturno, tan pequeña (sólo tiene 505 kilómetros de diámetro) que ocuparía la distancia que hay en línea recta entre Madrid y Barcelona. Así que, ¿por qué prestarle atención? Pues porque es, además, uno de los lugares del Sistema Solar con mejores posibilidades de poder albergar vida.
Su descubrimiento
El descubrimiento de Encélado se lo debemos al prolífico (e interesante) Sir William Herschel. Después de años de observaciones (refinó las descripciones del Catálogo Messier, ya que su equipo era mucho mejor del que nunca tuvo el francés), construyó un telescopio de 1,2 metros de diámetro. Fue el primer objeto que observó con su ayuda (el 28 de agosto de 1789), convirtiéndose así en el sexto satélite descubierto de Saturno.
Herschel tuvo también un punto de fortuna (que no le hubiera servido de nada si el telescopio no hubiera sido suficientemente grande), cuando hizo esta observación, Saturno se encontraba en su equinoccio, lo que implica que, desde nuestra perspectiva en la Tierra, los anillos tienen un brillo más reducido. Y es que, a pesar de que Encélado es uno de los objetos más brillantes del Sistema Solar (refleja más del 90% de la luz que recibe), su reducido tamaño y su cercanía al planeta (su orbita está a una media de 238.037 kilómetros) hace que el brillo de Saturno y de sus anillos lo oculte.
Cómo es Encélado
Sabemos que tiene, como mínimo, cinco tipos diferentes de terreno en su superficie. Está repleto de cráteres, que no pasan de unos 35 kilómetros de tamaño, pero en las regiones donde no hay uno, su superficie es lisa y no parece presentar señales de impacto alguno. Esto no quiere decir que no haya nada que se haya chocado con el satélite, si no que indica que su superficie está en constante transformación y renovación. También se pueden ver llanuras, fisuras y grietas en su manto.
Aunque la luna no es nada masiva en comparación a Saturno, tiene atmósfera, especialmente intensa en el polo sur (que además es más cálido que el resto del satélite). Pero no perdamos la perspectiva, como refleja casi toda la luz que recibe, en lugar de absorberla, sus temperaturas pueden llegar a los -200º C. Eso sí, que el polo sur emita más calor que el resto, alimenta la teoría de que el interior de Encélado podría albergar agua en estado líquido.
Su relación con el anillo E de Saturno
Gracias a la sonda Cassini, los astrónomos han podido saber que, cada cierto tiempo, en Encélado hay erupciones de material congelado que es expulsado al espacio. Parte de ese material alimenta la atmósfera, pero gran parte escapa al espacio, alimentando el anillo E de Saturno. Este anillo es el más grande del sistema solar, tiene un tamaño de casi un millón de kilómetros (llega hasta la órbita de Titán), y a diferencia del resto de anillos del planeta, no está compuesto de fragmentos de roca, si no de pequeñas partículas.
Todo este material procede de las «rayas de tigre»; es el nombre con el que se denomina a las grietas del polo sur de Encélado. A diferencia del resto de anillos de Saturno, el anillo E tiene un espesor de más de 2.000 kilómetros, y aumenta cuánto más lejos estemos de Encélado. Su influencia es tal, que otros satélites cercanos tienen su superficie impregnada de todo el material expulsado desde este satélite.
Puede que albergue vida
Ya sabemos que el polo sur de Encélado es más cálido que el resto del satélite, y es muy probable que el calor interno que general proceda de las fuerzas de marea generadas por las interacciones con Dione (otro satélite de Saturno). Aun así, por su temperatura, Encélado debería ser demasiado frío como para tener agua líquida, pero la presencia de amoníaco podría actuar como anticongelante, y para rematar todo esto, la sonda Casini ya detectó en su momento que existen moléculas químicas y orgánicas complejas.
Las evidencias que recogió la sonda apuntan a que hay agua líquida, una fuente de energía, nitrógeno (en forma de amoníaco), nutrientes y moléculas orgánicas, entre las que se incluyen pequeñas cantidades de metano, propano, acetileno y formaldehido, que son moléculas de carbono. Es decir, tenemos todos los ingredientes para que la vida pueda haberse desarrollado.
Por ahora no hay planes de Visitar Encélado antes de que termine la década, pero la NASA está trabajando en posibles misiones para visitar de nuevo el satélite, con un objetivo muy claro: determinar si puede haber vida en el interior del satélite. En cualquier caso, una misión así no sería lanzada (si es que finalmente se aprueba) antes de 2022.
Yo siempre he dicho que buscamos vida «extraterrestre» como la nuestra, cuando es posible que otros seres funcionen de otra manera y no necesiten lo mismo que nosotros. Vamos, lo que dice Alex.
Al final, el encontrar existencia de vida a nivel de microorganismos serviría solamente (a parte de traer posibles nuevas enfermedades a la Tierra xD) para concluir que la vida ahí fuera es posible, y tener un atisbo de esperanza de que hay realmente vida inteligente en algún lugar, ¿no?
No. En realidad abriría muchísimas puertas. Habría que ver cómo sería ese tipo de vida, si está basada en el carbono (como aquí) o no, y nos haría, seguramente, tener que reevaluar de manera muy amplía lo que sabemos sobre la vida en el universo. No es moco de pavo, porque ahora mismo lo único que tenemos para usar como base es la vida en la Tierra, pero no sabemos nada de cómo es la vida ahí fuera, sólo podemos hacer conjeturas. Si tuviésemos más fuentes (como vida en Encélado) nuestra visión sería radicalmente distinta.