Un grupo de investigadores ha concluido que la posibilidad de descubrir planetas rocosos en formación (y en la zona habitable) podría ser mayor de lo que se pensaba. Algo que, en consecuencia, podría ayudar a entender hasta qué punto mundos como el nuestro podrían abundar en la galaxia…

Planetas rocosos en formación alrededor de estrellas jóvenes

El equipo de investigadores ha analizado diferentes grupos de estrellas jóvenes de la Vía Láctea, enfrentándolos a diferentes teorías y observaciones previas de las regiones de formación de estrellas. También para determinar si la presencia de un cierto tipo de estrellas afectaría a la posibilidad de encontrar planetas rocosos, todavía en formación, que sean similares a la Tierra. En su estudio, concluyen que en estos grupos hay más estrellas como el Sol de lo que se esperaba. Algo que debería mejorar la posibilidad de encontrar planetas terrestres en las primeras etapas de su formación.

Los planetas rocosos recién formados podrían abundar
Recreación artística de Kepler-69c. Crédito: NASA Ames/JPL-Caltech

En las primeras etapas de formación, a estos mundos se los conoce como planetas oceánicos de magma. Todavía están en proceso de formación, a través de la colisión con rocas y con planetas más pequeños, provocando que se calienten hasta el punto de derretir la roca en sus superficies. Estos mundos, según han explicado, son más fáciles de detectar cerca de estrellas similares al Sol, ya que son el doble de masivas que las enanas rojas, las estrellas más abundantes. Aseguran que estos planetas deberían ser observables con los telescopios infrarrojos de nueva generación.

¿Dónde encontrarlos? Según los investigadores, los lugares donde podemos esperar dar con este tipo de mundos son los denominados grupos móviles jóvenes. Grupos de estrellas jóvenes, de menos de 100 millones de años, muy poco en la escala de vida de un astro. Normalmente, estos grupos contienen unas pocas decenas de estrellas y, hasta ahora, eran difíciles de analizar. No se sabía si se habían captado todas las estrellas que lo componían o, por el contrario, alguna había quedado excluida al confundirse con el resto de estrellas de la galaxia.

El telescopio Gaia al rescate

Pero las observaciones del prolífico telescopio Gaia, que sigue embarcado en su misión de crear el mayor catálogo de estrellas de la Vía Láctea, ha permitido que los investigadores puedan detectar muchas más estrellas en esos grupos. Algo que les ha ayudado a seguir adelante con su estudio. Los hallazgos, esperan, servirán para entender mejor si la formación de estrellas es un proceso universal. A su vez, será una gran herramienta para estudiar la formación de planetas rocosos habitables, como la Tierra, en otros lugares de la galaxia.

Concepto artístico del satélite Gaia. Crédito: ESA/ATG Medialab

Ahora, los investigadores esperan explicar el origen de estos grupos móviles, formados por estrellas jóvenes, con la ayuda de las simulaciones por ordenador. Es solo un pilar más que podría ayudar, a la larga, a determinar mejor dónde detectar exoplanetas y en qué fase de su desarrollo. A fin de cuentas, todo conocimiento que se pueda conseguir servirá para comprender cuál es la posibilidad de que haya otros mundos como el nuestro en la Vía Láctea. No solo por propiedades físicas, es decir, tamaño y masa, también por sus características.

En las últimas décadas se ha descubierto un buen puñado de planetas rocosos, algunos en la zona habitable de sus estrellas. Generalmente, todos más masivos que el nuestro, algo que se conoce como supertierra. Pero de mundos como el nuestro, alrededor de estrellas como el Sol, las detecciones han sido mucho más raras. Algo que, por otro lado, no resulta sorprendente si tenemos en cuenta cómo funciona el método de detección. Para garantizar la existencia de un planeta como el nuestro, habría que observar durante mucho tiempo una misma estrella…

La presencia de planetas rocosos en formación no quiere decir que la vida vaya a surgir

Pongámonos en la piel de una hipotética civilización con un desarrollo similar al nuestro. Imaginemos que se dedica a detectar planetas habitables en torno a las estrellas que puede observar y que, en este caso, el Sol es una de esas estrellas bajo estudio. Para detectar la Tierra, necesitarían observar el Sistema Solar durante un año terrestre. Tras esa primera detección, quedarían dudas de si realmente se trata del paso de un planeta o, simplemente, un fallo de los instrumentos, por lo que habría que realizar más detecciones.

Concepto artístico de un exoplaneta visto desde su luna. Crédito: IAU/L. Calçada

¿Cuántas más? ¿Dos más? Eso quiere decir que habría que observar el sistema durante otros dos años para, sin ningún género de dudas, determinar que, efectivamente, el Sol tiene a su alrededor un planeta rocoso que está en la zona habitable. Es mucho tiempo dedicado, para un telescopio, a observar constantemente la misma región del firmamento. Generalmente, esas ventanas de observación son mucho más breves. Es decir, aunque esos mundos pudiesen ser muy abundantes, puede que la mayoría no los detectemos por no observar en el momento correcto.

Incluso aunque se detectase, habría que esperar un año (si pensamos en un planeta similar al nuestro, en torno a una estrella similar al Sol), para poder afirmar que realmente se encuentre ahí. Así que, en ese sentido, todo lo que permita deducir cuántos planetas rocosos podría haber, en la zona habitable de estrellas como la nuestra, será un gran avance. Pero, probablemente, nunca llegará a ser un sustituto para la observación clásica, con mucha paciencia, de la luz de una estrella hasta captar la caída de luz provocada por el paso de un planeta por delante suyo…

Estudio

El estudio es A. Bottrill, M. Haigh, M. Hole et al.; «Exoplanet Detection and Its Dependence on Stochastic Sampling of the Stellar Initial Mass Function». Publicado en la revista The Astrophysical Journal el 5 de junio de 2020. Puede consultarse en arXiv.

Referencias: Phys