Las nebulosas son, sin ninguna duda, las formaciones estelares más llamativas que podemos observar en el universo. Antiguamente el nombre se aplicaba a cualquier objeto astronómico difuso, incluidas las galaxias más allá de la Vía Láctea (la Galaxia de Andrómeda era conocida como la Nebulosa de Andrómeda)…

Qué es una nebulosa

Esta es la Nebulosa de la Quilla, en la que también se encuentra una de las estrellas más luminosas conocidas: Eta Carinae. Crédito: ESO

Esta es la Nebulosa de la Quilla, en la que también se encuentra una de las estrellas más luminosas conocidas: Eta Carinae.
Crédito: ESO

Una nebulosa no es más que una nube de polvo interestelar compuesto de hidrógeno, helio y otros gases ionizados. La mayoría de las que conocemos tienen un tamaño de cientos de años-luz de diámetro. Aunque son mucho más densas que el espacio que las rodea, su densidad es mucho más baja que el vacío que podríamos crear en nuestro planeta. A fin de cuentas, el espacio no está completamente vacío, hay una pequeña cantidad de átomos de hidrógeno por metro cúbico. Una nebulosa del tamaño de la Tierra tendría una masa de sólo unos pocos kilogramos.

Suelen ser regiones en las que está teniendo lugar la formación de estrellas. Tal es el caso de los conocidos Pilares de la Creación en la Nebulosa del Águila.  En estas fábricas estelares lo que sucede es que el gas y el polvo se acumula bajo su propio efecto gravitacional, acumulando más materia y creando un bucle retroalimentado. Eso provoca que se atraiga aun más materia y su gravedad siga aumentando hasta que, eventualmente, se crea una protoestrella. El resto de materiales que no llegan a incorporarse a la estrella se convierten en el material del que se originarán los planetas y el resto de objetos que compondrán el incipiente sistema planetario.

La Nebulosa de Orión es una de las regiones HII más brillantes conocidas. Crédito: NASA, ESA, M. Robberto (Space Telescope Science Institute/ESA) and the Hubble Space Telescope Orion Treasury Project Team

La Nebulosa de Orión es una de las regiones HII más brillantes conocidas.
Crédito: NASA, ESA, M. Robberto (Space Telescope Science Institute/ESA) and the Hubble Space Telescope Orion Treasury Project Team

La mayor parte de las nebulosas que conocemos son el resultado del colapso gravitacional del material del medio interestelar. Cuando comienzan a surgir las estrellas en su interior, la radiación ultravioleta que emiten hace visible el gas que las rodea, permitiendo que podamos observarlo en el espectro visible. Es el caso de la Nebulosa Roseta y la Nebulosa Pelícano, cuyas imágenes acompañan este bloque del artículo.

Tipos de nebulosa por su formación

La siempre espectacular Nebulosa del Cangrejo. Crédito: NASA, ESA, J. Hester y A. Lol

La Nebulosa del Cangrejo es un resto de supernova.
Crédito: NASA, ESA, J. Hester y A. Lol

A este tipo de nebulosas que he explicado anteriormente las denominamos regiones HII. Puede parecer un nombre muy críptico (se lee H 2) pero en realidad simplemente hace referencia al hidrógeno ionizado, es decir, que ha perdido su electrón (el hidrógeno sólo tiene un protón y un electrón). Con ello, nos referimos a nubes de baja densidad, compuestas de material interestelar parcialmente ionizado en el que ha habido formación de estrellas recientemente. Suelen ser hogar de estrellas azules que emiten enormes cantidades de luz ultravioleta. Normalmente, las regiones HII suelen formar parte de nubes moleculares gigantes.

La Nebulosa de la Hélice es una nebulosa planetaria.

La Nebulosa de la Hélice es una nebulosa planetaria.

Pero tenemos otros tipos de nebulosa. Por ejemplo, la archifamosa Nebulosa del Cangrejo es producto de un resto de supernova (que explotó en el año 1054). El material expulsado por la explosión de la estrella que dio origen a la supernova es ionizado por la energía que produce el objeto compacto que queda en el lugar de la estrella original. En el caso de la Nebulosa del Cangrejo el objeto compacto que quedó en lugar de la estrella original es una pequeña, e increíblemente densa, estrella de neutrones. Un pulsar al que, en un ejercicio de imaginación, conocemos como el Pulsar del Cangrejo.

Hay otras nebulosas a las que clasificamos como nebulosas planetarias. Es decir, son el producto de las estrellas de masa baja (como el Sol) que han llegado al final de su etapa de secuencia activa. Al evolucionar a gigantes rojas, pierden sus capas exteriores lentamente y lo expulsan alrededor de su sistema. Cuando el material perdido es suficiente, la radiación ultravioleta que emite la estrella ioniza la nebulosa y hace que brille. Por si te pica la curiosidad, sí, el Sol tendrá su propia nebulosa planetaria dentro de unos 8.000 millones de años.

La iluminación de las nebulosas

La Nebulosa NGC 2174 es una nebulosa de emisión. Crédito: ESA/Hubble

La Nebulosa NGC 2174 es una nebulosa de emisión.
Crédito: ESA/Hubble

También solemos hablar de las nebulosas según el tipo de luz que emiten y por su aspecto en el espacio. En cuanto a esto último, casi todas las nebulosas son nebulosas difusas. Es decir, no tienen unos límites bien definidos. Para clasificarla por su tipo de luz recurrimos al espectro visible y dividimos las nebulosas en dos grupos: nebulosas de emisión y nebulosas de reflexión.

Las nebulosas de emisión son las que emiten radiación procedente del gas ionizado (suele ser hidrógeno) y suelen ser regiones HII. Las nebulosas de reflexión, por otro lado, no tienen suficiente material ionizado a su alrededor como para brillar, pero sí están suficientemente cerca de las estrellas como para dispersar parte de la luz que se refleja en el polvo interestelar.

La Nebulosa Cabeza de Bruja es una nebulosa de reflexión. Refleja la luz de una estrella cercana que quizá te suene: Rigel. Crédito: NASA

La Nebulosa Cabeza de Bruja es una nebulosa de reflexión. Refleja la luz de una estrella cercana que quizá te suene: Rigel.
Crédito: NASA

Hay otro tipo de nebulosa del que quizá no hayas oído hablar mucho: la nebulosa oscura. También las llamamos nebulosas de absorción porque son tan densas que bloquean la luz de cualquier objeto que se encuentre detrás de ellas (incluidas nebulosas de emisión y de reflexión). La luz se ve bloqueada por los granos de polvo interestelar localizados en las zonas más frías y densas de las nubes moleculares a las que suelen pertenecer (aun así, podemos observar qué hay detrás de ellas utilizando otras longitudes de onda, como la de radio o el infrarrojo) y hacen que el espacio en esa región parezca completamente vacío.

Por último, hay que mencionar que las nebulosas pueden tener regiones de varios tipos, de emisión, de reflexión y de absorción. Los colores que emiten (o reflejan) dependen de su composición química y el grado de ionización. Como el hidrógeno es el elemento más común en el medio interestelar, muchas regiones de emisión suelen aparecer en tonos rojizos. Si hay suficiente energía disponible, habrá regiones ionizadas en verde e incluso en azul gracias al resto de elementos.

Esta imagen muestra parte de la Nebulosa Saco de Carbón. Es una nebulosa oscura. Crédito: ESO

Esta imagen muestra parte de la Nebulosa Saco de Carbón. Es una nebulosa oscura.
Crédito: ESO

La mayoría de nebulosas de emisión suelen tener un 90% de hidrógeno, siendo el resto helio, oxígeno, nitrógeno y otros elementos, mientras que las nebulosas de reflexión suelen ser azules porque ese es el color que se dispersa con más facilidad (algo de lo que hablé en el artículo sobre por qué el cielo es azul). Aunque no es una regla 100% fiable, puede decirse que, si estás viendo la imagen de una nebulosa, todas las regiones que presenten colores rojizos son parte de una nebulosa de emisión, y todas las regiones de colores azulados son parte de una nebulosa de reflexión…

Referencias: Wikipedia