Si alguna vez te has encontrado bajo un cielo oscuro, es posible que hayas visto una tenue banda blanca que recorre el cielo. Si la pudieses observar con más detalle, verías que está llena de millones de puntos de luz y coronas de materia. Es la Vía Láctea, nuestra galaxia…

El origen del nombre de la Vía Láctea

Seguramente sepas que la Vía Láctea es una galaxia. Concretamente, una galaxia espiral barrada. Es el hogar del Sistema Solar. La Tierra orbita alrededor del Sol, uno de los miles de millones de estrellas que componen nuestra galaxia. A su vez, la Vía Láctea no es más que una de las miles de millones de galaxias que podemos observar en el universo, y una de muchas galaxias espirales barradas, justo como la nuestra.

Estrellas fugaces (Perseidas) y la Vía Láctea sobre el Monte Rainier.
Crédito: Matthew Dieterich

Su nombre proviene del latín Via Lactea que es, curiosamente, una traducción de un término griego… galaxia. Según la mitología griega, todo se debió a las acciones de Zeus. El dios del Olimpo se enamoró de una mortal, Alcmena, y con ella engendró a Hércules. Sin embargo, su hijo no podía ingresar al Olimpo. La única manera de lograrlo era que Hera, la esposa de Zeus, a la que había sido infiel, lo amamantase con la leche de sus pechos.

Sin embargo Hera no estaba dispuesta a colaborar. De hecho, según la mitología, trabajó activamente para acabar con la vida de Hércules, llegando a enviar dos serpientes para encargarse del trabajo. Así que el bueno de Zeus decidió que lo mejor era esperar a que su mujer se quedase dormida, y aprovechar el momento de debilidad para amamantar a su hijo. Sin embargo, en cuanto Hércules agarró el pecho de Hera, la diosa se despertó sobresaltada, y la leche que escapó de su pecho se esparció por todo el universo…

El descubrimiento de la galaxia

Aunque los astrónomos ya lo sospechaban, no fue hasta el año 1610 cuando se demostró que la Vía Láctea está formada por multitud de estrellas. Galileo Galilei utilizó su rudimentario telescopio para observar el firmamento. Con él fue capaz de observar estrellas dentro de esa banda blanquecina que recorre el cielo. Gracias a la ayuda de los telescopios, los astrónomos se dieron cuenta de que había muchas más estrellas en el firmamento. También comprendieron que todas las que vemos forman parte de la Vía Láctea.

Imagen en infrarrojo, del telescopio espacial Spitzer, que muestra las estrellas del centro de la Vía Láctea.
Crédito: NASA/JPL-Caltech/S. Stolovy (SSC/Caltech)

En 1755, Kant propuso que la Vía Láctea era una gran agrupación de estrellas sostenida por su gravedad mutua. Igual que en el Sistema Solar, estas estrellas girarían en forma de disco, y nuestro sistema formaría parte de él. Sir William Herschel (a quién debemos, entre otras cosas, el descubrimiento de Urano) intentó observar la forma de la Vía Láctea en 1785. Sin embargo, no se dio cuenta de que el gas y el polvo oculta grandes partes de la galaxia, ocultando su auténtico aspecto.

Tuvimos que esperar hasta 1920. Fue en ese entonces cuando Edwin Hubble proporcionó evidencias concluyentes de que las nebulosas espirales que se podían observar en el cielo eran, en realidad, otras galaxias. Así se supo el auténtico aspecto de nuestra galaxia. No sólo sirvió para que los astrónomos supieran que la Vía Láctea es una galaxia espiral barrada, también nos permitió comprender mejor el tamaño del universo.

La composición y estructura de la galaxia

La Vía Láctea es más brillante hacia el centro galáctico, en la dirección de la constelación de Sagitario. El hecho de que esa nebulosidad blanquecina divida el cielo nocturno en dos hemisferios más o menos iguales indica que el Sistema Solar está cerca del plano galáctico. La Vía Láctea tiene un brillo relativamente bajo debido a los gases y polvo que llenan el disco galáctico. Eso nos impide ver el brillante centro de la galaxia, así como observar qué hay al otro lado.

Concepto artístico de la Vía Láctea
Concepto artístico de la Vía Láctea.
Crédito: NASA

Si pudieses viajar fuera de la galaxia y observarla desde arriba, verías que es una galaxia espiral barrada. Tiene un diámetro de unos 120.000 años-luz y un espesor de unos 1.000 años-luz. Durante mucho tiempo, se ha elucubrado que la galaxia tiene cuatro brazos espirales. Sin embargo, en tiempos recientes, y gracias a nuevos estudios, todo parece indicar que en realidad sólo tiene dos, que reciben los nombres de Escudo-Centauro y Carina-Sagitario

Los brazos espirales están formados por ondas de densidad que orbitan alrededor de la Vía Láctea. A medida que se mueven a través de una región, comprimen el polvo y gas que encuentran a su paso. Así provocan un periodo activo de formación de estrellas en esa región. Sin embargo, como no podemos ver la galaxia desde fuera (no tenemos esa tecnología), la existencia de los brazos se ha deducido por medio de la observación de partes de la galaxia. Así como la comparación con otras galaxias del universo.

¿Cómo es la Vía Láctea vista desde fuera?

En realidad, como ya habrás imaginado, todas las imágenes de la Vía Láctea son conceptos artísticos. O, en el mejor de los casos, la imagen de alguna otra galaxia espiral. Hasta hace muy poco, era difícil para los científicos entender cómo es nuestra galaxia. Es el problema de encontrarse dentro de ella. Si nunca hubieses salido de tu casa, no sabrías cuál es su aspecto desde el exterior. Eso no te impediría hacerte una idea observando el interior y comparándola con otras casas del vecindario.

Esta es una imagen del centro de la Vía Láctea, capturada por el observatorio de Rayos X Chandra.
Crédito: NASA/CXC/MIT/F.K. Baganoff et al.

Gracias a los constantes estudios nuestra percepción de la galaxia ha ido avanzando. Con la ayuda de telescopios terrestres y espaciales, ahora calculamos que la Vía Láctea tiene entre 100.000 y 400.000 millones de estrellas. Generalmente, se suele utilizar sólo la cifra más baja a la hora de hablar de la galaxia, pero es una estimación. También se calcula que cada estrella tiene al menos, un planeta. Por lo que seguramente hay billones de planetas. De ellos, unos 17.000 millones deberían tener un tamaño y masa similar al de la Tierra.

La Vía Láctea, al igual que todas las galaxias, está rodeada por una amplia corona de materia oscura. Esa corona representa el 90% de su masa. Sin embargo, no estamos completamente seguros de qué es la materia oscura. Pero su masa ha sido calculada a partir de observaciones sobre la velocidad a la que rota la galaxia, así como otros comportamientos. Lo más importante es que se cree que es ese disco el que impide que la galaxia se destroce a sí misma a medida que rota.

La ubicación del Sistema Solar

El Sistema Solar se encuentra en el brazo de Orión. Es una región de espacio entre los dos grandes brazos de la galaxia. Aquí, en este pequeño rincón de la Vía Láctea, nos encontramos a unos 27.000 años-luz del centro galáctico. En el corazón de la Vía Láctea se encuentra un agujero negro supermasivo, al que denominamos Sagitario A*. Tiene una masa estimada de 4 millones de veces la masa del Sol.

El paisaje celeste en la zona de la constelación del Cisne, en el plano de la Vía Láctea.
Crédito: Paul C. Swift

Nuestra estrella, al igual que las demás, gira alrededor de ese agujero negro. Tarda 240 millones de años en completar una vuelta alrededor de la galaxia, y es lo que denominamos un año galáctico (o año cósmico). Para que te hagas una idea, la última vez que el Sol estuvo en esta región del cielo en el que nos encontramos ahora, los dinosaurios dominaban la superficie de nuestro planeta. Desde su formación, el Sol ha dado alrededor de una veintena de vueltas alrededor de la galaxia.

Si quisiésemos, podríamos decir que el Sol nació alrededor de hace 18 años galácticos, en lugar de unos 5.000 millones de años. También podríamos decir que el Big Bang, la explosión en la que se originó el universo, sucedió hace 61 años galácticos, en lugar de decir que fue hace unos 14.000 millones de años. Sin embargo, como ya sabrás, esta medida de tiempo no se utiliza habitualmente, ni siquiera para hablar de estas escalas tan grandes.

El futuro de la Vía Láctea

No está del todo claro cómo se formó la Vía Láctea. Creemos que es el producto de colisiones entre galaxias más pequeñas en el inicio del universo. Esas colisiones todavía están sucediendo. No sólo aquí, si no en todo el universo. Los choques entre galaxias son muy comunes. De hecho, esperamos que la Vía Láctea choque contra la galaxia de Andrómeda en un futuro lejano. Sucederá, aproximadamente, en unos 4.000 millones de años.

En unos 3.750 millones de años, la Vía Láctea y Andrómeda comenzarán a distorsionarse mutuamente por la acción de la gravedad.
Crédito: NASA

Las dos galaxias se combinarán, dando lugar a una galaxia elíptica gigante. Los dos agujeros negros supermasivos (uno en el centro de cada galaxia), podrían unirse en uno aún mayor. Aunque puede sonar catastrófico, tendrá pocas consecuencias para las estrellas. El Sistema Solar, según las simulaciones, no se verá afectado de ninguna manera durante la fusión. Existe un porcentaje muy bajo de posibilidad de que sea expulsado de la galaxia, pero no es significativo.

Del mismo modo, las colisiones entre estrellas son también muy raras. Así que, aunque el proceso parece caótico y muy destructivo, la mayor parte de las dos galaxias no sufrirá grandes cambios. Evidentemente la historia es diferente cuanto más nos acerquemos al centro de ambas galaxias. En el corazón de la Vía Láctea y Andrómeda la historia será diferente. Especialmente para los dos agujeros negros supermasivos.

Los satélites de la Vía Láctea y su hogar

La Vía Láctea y Andrómeda son parte de un grupo de galaxias aun más grande. Lo conocemos como el Grupo Local, y está formado por muchas otras galaxias. Ese Grupo Local, a su vez, también forma parte de una región aun más grande. La conocemos como el Supercúmulo de Virgo. Es una concentración masiva de galaxias. Para que te hagas una idea, contiene unas 100 agrupaciones de galaxias y cúmulos y su diámetro es de unos 110 millones de años-luz. De hecho, podríamos ir más lejos. El Supercúmulo de Virgo forma parte, a su vez, de un filamento galáctico: Laniakea.

Las dos Nubes de Magallanes (Grande y Pequeña) son dos galaxias enanas irregulares.
Crédito: ESO/S. Brunier – ESO

También hay que mencionar que la Vía Láctea tiene sus propias galaxias satélites. Son mucho más pequeñas, pero algunas de ellas son muy conocidas. Destacan, por encima de todas, la Pequeña y la Gran Nube de Magallanes. Ambas son sólo visibles desde el hemisferio sur de nuestro planeta. Se encuentran a 199.000 y 158.000 años-luz de distancia, respectivamente. Hay otras, como la Galaxia Enana Elíptica de Sagitario que está aun más cerca, a sólo 50.000 años-luz. Atravesará el disco de nuestra galaxia en unos 100 millones de años. Finalmente, tras muchas órbitas atravesando el disco, será absorbida por nuestra galaxia.

Referencias: Universe Today