La astronomía, tradicionalmente, es vista como algo propio de frikis. Algo que no interesa al público en general. Especialmente si no se vive de ello (como es mi caso, y el de muchos otros). Siendo honestos, ¿quién podría criticarlo? Vivimos en un mundo en el que muchos de nosotros, para bien o para mal, tenemos problemas cotidianos mucho más urgentes que pensar en estrellas y planetas a miles de años-luz de distancia. Así que la pregunta, aunque pueda parecer extraña, no deja de ser necesaria…

No va a resolver nuestros problemas cotidianos

Una estrella masiva en la nebulosa NGC 6357. Crédito: NASA, ESA y J. Maiz Apellániz (IAA, España)

Una estrella masiva en la nebulosa NGC 6357.
Crédito: NASA, ESA y J. Maiz Apellániz (IAA, España)

Seamos honestos. Es cierto que la astronomía no va a servir para arreglas nuestros problemas cotidianos. No va a hacer que nuestras jornadas laborales sean más cortas, ni nos va a ayudar a llegar a fin de mes. No va a darnos la conciliación laboral, ni va a reducir la corrupción, ni un largo etcétera. Tampoco va a darnos sustento ni va a servirnos para, por ejemplo, terminar con las guerras, el hambre, o las sequías. Además, incluso hace que algunas personas se sientan incómodas al comprender la escala del Sistema Solar, de la Vía Láctea, e incluso del Universo…

Ese cambio de perspectiva, en el que nuestro mundo dejar de ser nuestro centro de referencia, hace que muchos de nosotros nos podamos sentir insignificantes. Somos seres de un tamaño microscópico en un Sistema Solar que, dentro de la escala del Universo, es igual de minúsculo. Es un sentimiento que puede ser abrumador y hacernos sentir irrelevantes. Pero la realidad es precisamente la opuesta. Estamos aquí porque somos parte de algo muchísimo más grande. No somos extraños en el Universo. Estamos conectados a él, desde el principio de los tiempos.

Sin las explosiones de estrellas, en forma de supernova, que murieron mucho antes de que naciese nuestro Sol, no habría elementos más pesados que el hidrógeno y el helio. Sí, estamos respirando, y bebiendo, el oxígeno que se formó en el interior de estrellas supermasivas que, al final de su secuencia principal, explotaron y esparcieron sus elementos a lo largo y ancho del universo… Y lo sabemos gracias a la astronomía.

Despierta nuestra fascinación

El corazón del Cúmulo de Hércules, visto a través del telescopio Hubble. Crédito: ESA/Hubble y NASA

El corazón del Cúmulo de Hércules, visto a través del telescopio Hubble.
Crédito: ESA/Hubble y NASA

Alguna vez, cuando has leído una noticia sobre un exoplaneta, ¿te has preguntado cómo podría ser la vida en otros mundos? Si es así, formas parte de un grupo de personas que sigue sintiendo esa fascinación que es tan común en nosotros cuando somos niños. Con los años, esa sensación de maravilla y de fascinación ante lo desconocido va desapareciendo a medida que el conocimiento, en su lugar, nos da respuestas a ese desconocimiento.

Eso no sucede con la astronomía. Quizá, precisamente, por el enorme tamaño del Universo. Siempre encontramos algo nuevo. Un planeta que está a la misma distancia que la Tierra del Sol, alrededor de una estrella similar, por ejemplo. O una estrella que se comporta de manera extraña, y nos llega a hacer plantearnos, por primera vez en nuestra historia, que quizá estemos observando a una civilización extraterrestre… Por cada misterio que resolvemos, aparece otro al que responder.

Sin la astronomía, seguramente, no tendríamos ciencia-ficción. Es decir, nos faltaría toda una temática en muchas de las ramas de entretenimiento que disfrutamos cada día. Una temática que hace que muchos de nosotros dejemos volar la imaginación sobre el Universo. Nos hace preguntarnos si podríamos viajar en el tiempo, o si podríamos recorrer grandes distancias en el Universo en un tiempo mucho menor de lo que nos dicta su límite de velocidad, el de la luz, por medio de fenómenos hipotéticos a los que llamamos agujeros de gusano. Son ideas que germinan en nuestra mente porque, incluso si no somos conscientes de ello, estamos conectados con el mundo que nos rodea y sabemos que somos parte de él.

Nos recuerda la importancia de nuestro planeta

El Támesis congelado. Cuadro de Abraham Hondius (1631-1691)

El Támesis congelado.
Cuadro de Abraham Hondius (1631-1691)

En estos días hablamos mucho del cambio climático. Este invierno de 2015-2016 está siendo, de momento, bastante extraño. La astronomía nos ha servido para descubrir que planetas como el nuestro son raros, al menos en nuestro vecindario cósmico. Conocemos el efecto invernadero porque lo pudimos observar en Venus, y nos permite predecir qué consecuencias tendría en nuestro planeta y en la vida que lo habita. Sabemos que nuestro planeta es único porque Marte, que está dentro de la zona habitable del Sol, es un mundo muy poco amable para el desarrollo de la vida (aunque sospechamos que eso no siempre fue así). Sabemos que las consecuencias de no cuidar esta pequeña roca espacial pueden ser nefastas, porque no tenemos ningún otro lugar al que ir. No por ahora.

Además, la astronomía nos permite también poder monitorizar asteroides y posibles amenazas cercanas. Estudiamos el Sol para poder predecir la llegada de una nueva llamarada solar que pueda desatar algo como el Evento Carrington, que podría alterar el día a día de millones de personas. Estamos buscando otros planetas que puedan albergar vida como la Tierra. No tanto porque podamos ir allí, si no para dar respuesta a esa pregunta que, en algún momento, todos nos hemos planteado: ¿estamos solos en el universo?, y también porque nos permitirá ampliar nuestro conocimiento de una manera fundamental.

Tiene aplicaciones prácticas

Impresión artística de un satélite GPS-IIRM en órbita. Crédito: US Government

Impresión artística de un satélite GPS-IIRM en órbita.
Crédito: US Government

En la antigüedad, nuestros ancestros dependían del cielo estrellado para desplazarse. Un calendario es, probablemente, lo más cotidiano que podríamos imaginar. Nació como fruto de la necesidad de controlar el paso del tiempo y de poder predecir la llegada del próximo período de cosecha. También nos permitió entender que la idea que algunos querían vender del mundo era equivocada. Que la Tierra no es el centro del Universo, si no que es un planeta más alrededor del Sol.

En la actualidad, aplicamos muchas de las tecnologías desarrolladas para la astronomía en campos muy diversos. El sistema GPS, los rayos X, la WiFi… Sí, esa conexión que tanto se usa hoy en día tiene su origen en la radioastronomía. Los púlsares nos permiten, incluso, medir la estabilidad de nuestros relojes atómicos, y los hemos utilizado en las placas de las sondas Voyager para que la ubicación de nuestro planeta pueda ser encontrada fácilmente, si algún día son interceptadas por una civilización inteligente. En la Estación Espacial Internacional, sin ir más lejos, estamos realizando pruebas médicas en los astronautas. Por un lado, para entender cómo se comporta el ser humano en el espacio; por otro lado, para entender cómo podemos tratar las enfermedades que nos afectan aquí en la Tierra.

El futuro de nuestra civilización depende de ella

La nebulosa Cabeza de Caballo y la Nebulosa de Orión. Crédito: Roberto Colombari & Federico Pelliccia

La nebulosa Cabeza de Caballo y la Nebulosa de Orión.
Crédito: Roberto Colombari & Federico Pelliccia

Tarde o temprano tendremos que dar el salto más allá de nuestro planeta. No será por mero capricho, si no por una simple cuestión de supervivencia. Aunque de momento no hay ningún asteroide (o cometa) que ponga en peligro la existencia de la vida en la Tierra, no hay ningún motivo para pensar que no terminaremos descubriendo uno que sí ponga en peligro nuestra supervivencia. Si hay asentamientos humanos en otros objetos celestes del Sistema Solar (como Marte, o la Luna, o incluso una colonia espacial) será mucho más fácil asegurar el futuro de nuestra especie.

Por otro lado, nos lleva de vuelta a la fascinación de la que hablaba antes. Imaginar cómo puede ser una base lunar, en la que habiten miles de personas, que siga en contacto constante con la Tierra. O una colonia espacial como esas construcciones que tanto hemos visto en la ciencia-ficción…

¿Por qué debería importarte la astronomía? Porque eres parte del Universo. Porque responde a las grandes preguntas que siempre nos hemos planteado, y nos hace plantearnos nuevas cuestiones. Porque nos recuerda que siempre hay algo nuevo por descubrir, algo nuevo que nos haga sentir esa fascinación e inocencia que perdimos cuando dejamos de ser niños. Porque, al menos una vez en la vida, deberías observar el cielo estrellado en un lugar muy oscuro. Verás los brazos de la Vía Láctea, miles de estrellas que no puedes ver desde tu ciudad y las siempre espectaculares lluvias de estrellas… ¿Necesitas más motivos?