Hace algo más de dos años, el telescopio Kepler sufrió una avería mecánica que puso fin a su búsqueda inicial de exoplanetas. La NASA, lejos de darse por vencida, y dejarlo dando vueltas alrededor del Sol sin ningún propósito, decidió intentar recuperarlo y lanzar una nueva misión, llamada K2. Ahora, estamos comenzando a conocer los primeros resultados…

La resurrección de Kepler

Esta imagen de la NASA explica, en inglés, el funcionamiento de Kepler en la misión K2. Crédito: NASA

Esta imagen de la NASA explica, en inglés, el funcionamiento de Kepler en la misión K2.
Crédito: NASA

En mayo de 2013, Kepler perdió dos de las cuatro ruedas de reacción que tiene. Sin ellas, es imposible maniobrar el telescopio para mantener su orientación hacia la región fija del espacio que estaba siendo observada y, por tanto, provocó el final de la misión original. No era descabellado pensar que eso podía suponer el fin de las observaciones del telescopio, ya que sin poder reorientarse pasaría una buena temporada con su lente orientada hacia el Sol…

Sin embargo, los ingenieros de la NASA no se dieron por vencidos. Ese mismo año, diseñaron una técnica que les permite estabilizar y controlar el telescopio utilizando las dos ruedas de reacción que sí funcionan y la presión ejercida por la radiación del Sol. Su efecto puede parecer mínimo, y en muchos casos se podría decir que es despreciable, pero no puede ser ignorado en ciertas misiones. Sólo por poner un ejemplo, si no se hubiera tenido en cuenta en el trayecto de las sondas Viking a Marte, se hubieran alejado más de 15.000 kilómetros de la órbita del planeta rojo.

Así que, con un poco de creatividad y gracias a la presión ejercida por el Sol, la NASA es capaz de controlar la orientación del telescopio, sólo hasta cierto punto. La nota negativa es que, en comparación al funcionamiento original de Kepler ahora, para mantenerse suficientemente estable, es necesario que el telescopio esté casi paralelo respecto a su órbita alrededor del Sol, y por tanto su plano orbital define qué regiones del cielo pueden ser observadas y cuáles no.

Más de 100 exoplanetas confirmados

En esta concepción artística, un pequeño objeto rocoso es destruido mientras orbita alrededor de una enana blanca. Se desintegrará poco a poco, dejando tras de sí un rastro de material que terminará precipitándose sobre la estrella. Crédito: CfA/Mark A. Garlick

En esta concepción artística, un pequeño objeto rocoso es destruido mientras orbita alrededor de una enana blanca. Se desintegrará poco a poco, dejando tras de sí un rastro de material que terminará precipitándose sobre la estrella.
Crédito: CfA/Mark A. Garlick

La misión K2 es diferente a la que se diseñó originalmente, tanto en propósito como en zonas analizadas. El telescopio observa, a lo largo de un poco más de un año, 5 regiones diferentes del espacio en busca de posibles exoplanetas. Algunos de los nuevos descubrimientos son muy diferentes a los que se observaron durante la primera misión. Por ejemplo, muchos de los nuevos planetas confirmados forman parte de sistemas planetarios (es decir, con más de un planeta) entorno a estrellas que son más brillantes y calientes que las que hay en la región original de observación.

Entre los descubrimientos hay uno del que ya he hablado en el blog. El planeta que está siendo destruido a medida que orbita alrededor de los restos de su estrella, una enana blanca. También destaca el hallazgo de tres planetas que son más grandes que la Tierra, que se encuentran en el cúmulo abierto de las Híades, el más cercano a nuestro planeta. La lista puede ampliarse próximamente porque, además, hay 234 posibles exoplanetas que necesitan ser confirmados.

Diferencias con la misión original

Recreación artística del sistema estelar Kepler-11. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Recreación artística del sistema estelar Kepler-11. Uno de los muchos descubiertos por el telescopio.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

El objetivo, en la misión original, que se llevó a cabo de 2009 a 2013, era determinar hasta qué punto son comunes los planetas como la Tierra. A lo largo de esos 4 años se descubrieron más de 1.000 planetas y aportó gran cantidad de los exoplanetas que conocemos hoy en día. Ahora, en la misión K2, con la pérdida de la capacidad de Kepler de mantener su orientación sobre un punto fijo del universo, el objetivo es bastante diferente.

Ahora se están buscando diferentes tipos de planetas, y se están observando estrellas que son mucho más brillantes, más cercanas, más fáciles de entender y de observar desde la Tierra. Ya no se buscan planetas como el nuestro, lo que se buscan son los mejores sistemas, los más interesantes. Y no sólo planetas, también se está observando supernovas y estudiando objetos celestes de nuestro propio Sistema Solar. En 2014, por ejemplo, Kepler estuvo 70 días observando Neptuno, estudiando el viento de la atmósfera del planeta gigante.

El Sistema Solar y los planetas interestelares

Recreación artística de un planeta interestelar. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Recreación artística de un planeta interestelar.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

Uno de los aspectos más interesantes de la nueva misión es, precisamente, que el telescopio Kepler ahora también va a observar nuestro Sistema Solar. Ahora mismo, por ejemplo, está observando Urano, y en un futuro próximo observará un grupo de asteroides (de los muchos que hay) que comparten su órbita con la de Júpiter. No entraba en los planes originales de la misión, pero nos da la posibilidad de analizar nuestro vecindario cósmico y, con un poco de suerte, realizar hallazgos interesantes en los próximos meses y/o años.

Por otro lado, además, durante la misión K2 se va a intentar encontrar planetas errantes, también conocidos como planetas interestelares. Es decir, aquellos planetas que vagan por la galaxia sin orbitar alrededor de una estrella. En su lugar, orbitan alrededor del centro de la galaxia. La gravedad de estos planetas puede amplificar, brevemente, la luz que procede de estrellas y galaxias mucho más distantes y provocar que el brillo del objeto aumente.

Recreación artística de una enana marrón de tipo T. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Recreación artística de una enana marrón de tipo T.
Crédito: NASA/JPL-Caltech

Así que, en las nuevas observaciones de las diferentes regiones del universo, Kepler observará también esos posibles aumentos de brillo que nos podrían indicar la presencia de un mundo errante. Si se encontrase alguno, podría ser confirmado en un lapso de tiempo muy breve, de días o incluso horas. De momento, apenas conocemos un puñado de ellos y, en algunos casos, ni siquiera tenemos muy claro que no se trate, en realidad, de enanas marrones.

Habrá que estar pendiente de la misión K2 durante los próximos meses. Por ahora, el telescopio ha observado 60.000 estrellas y ha encontrado 7.000 señales en tránsito durante las primeras cinco campañas de observación (de 80 días de duración cada una), veremos qué nos depara en los meses venideros…

Referencias: NASA, National Geographic