Ya está disponible Astrobitácora 1×04, el cuarto programa del podcast. Los agujeros negros, de gusano y blancos, se llevan todo el protagonismo esta semana. Por sus características, nos podrían abrir las puertas de posibilidades muy intrigantes…
Astrobitácora 1×04: El mundo de los agujeros negros
Los agujeros negros son, sin duda, uno de los objetos más fascinantes del universo. No solo por lo extremos que son, también porque, en su interior, se dan situaciones de lo más extrañas. Nos obligan a enfrentarnos, sin ir más lejos, a una paradoja que resulta desconcertante. Se conoce como la paradoja de información de los agujeros negros. A grandes rasgos consiste en algo que parece imposible. Está relacionado con el horizonte de sucesos de un agujero negro, el punto a partir del que ni siquiera la luz puede escapar, y lo que sucedería…
Si pudieses atravesarlo y, al mismo tiempo, un observador, desde lejos, viese lo que sucedería, la historia sería muy diferente para ambos. Desde la perspectiva del observador, no sobrevivirías a la aproximación al agujero negro. Sin embargo, desde tu perspectiva, todo sería absolutamente normal. Es solo uno de los muchos aspectos extraños de los agujeros negros. Pero no es lo único. Porque, con el paso del tiempo, han surgido hipótesis, relacionadas con los agujeros negros, que resultan igualmente desconcertantes.
La más popular es, de lejos, la de los agujeros de gusano. Son un recurso muy popular y habitual de la ciencia-ficción. Un atajo en el universo que, de poder existir realmente, nos permitiría viajar rápidamente a otros lugares del cosmos. No sería necesario acercarse a la velocidad de la luz para poder cubrir una gran distancia. Además, hay que sumar otra posibilidad: los agujeros blancos. Son, en esencia, lo inverso a los agujeros negros. Todo esto, y mucho más, te espera en Astrobitácora 1×04, que puedes escuchar en iVoox, iTunes, Spotify y aquí mismo:
YouTube: ¿Qué es la resonancia orbital?
También, como cada semana, ya está disponible un nuevo vídeo en mi canal de YouTube. Esta vez, hablo de un mecanismo que, aunque suele pasar desapercibido, nos es completamente familiar y nos permite entender por qué algunas órbitas, como la de Neptuno y Plutón, son perfectamente estables a pesar de cruzarse entre sí. Es posible gracias a algo que conocemos como resonancia orbital. En muchos casos, permite que un sistema planetario sea estable. El más interesante, seguramente, es el caso de Júpiter y sus satélites más grandes.
Porque los satélites galileanos (llamados así por Galileo, quien los observó por primera vez) y formados por Ío, Europa, Ganímedes y Calisto, muestran una armonía muy llamativa. Con la excepción de Calisto, que no está en resonancia, Ío, Europa y Ganímedes tienen órbitas relacionadas entre sí. Se expresa, generalmente, como una resonancia 4:2:1. Esto quiere decir que Ío completa 4 vueltas alrededor de Júpiter por cada 2 de Europa y por cada órbita de Ganímedes. También puede leerse en sentido contrario y sigue siendo válida.
Pero solo es alguno de los muchos ejemplos que podemos encontrar. Neptuno y Plutón están en resonancia 3:2 (Neptuno completa 3 órbitas por cada 2 del planeta enano). Incluso en el cinturón de asteroides encontramos diferentes resonancias. Algunas son estables y otras, sin embargo, son inestables. De todo esto, y de otras resonancias que nos permiten comprender el pasado y el futuro del Sistema Solar, hablo en el vídeo, que puedes encontrar al principio de este artículo.