Por primera vez, un grupo de astrónomos ha observado un planeta precipitándose hacia su estrella. El astro está en las últimas etapas de su vida. El fenómeno, por tanto, puede servir como ejemplo de cuál podría ser el destino de la Tierra, dentro de miles de millones de años…

Un planeta precipitándose hacia una estrella vieja

En un nuevo estudio, un grupo de investigadores (principalmente estadounidenses) detalla el destino del exoplaneta Kepler-1658b. Sus observaciones ayudarán a entender cuál podría ser el futuro de los planetas (en general) cuando sus estrellas se acercan al final de sus vidas. Kepler-1658b está a 2600 años-luz del Sistema Solar. La única diferencia es que no nos encontramos ante un planeta rocoso. En realidad, es un júpiter caliente. Es decir, un planeta como Júpiter, pero en una órbita mucho más cercana que la del gigante joviano alrededor del Sol.

Observan un planeta precipitándose a su estrella
Concepto artístico del sistema Kepler-1658. Crédito: Gabriel Pérez Díaz/Instituto de Astrofísica de Canarias

Aunque el planeta tiene un tamaño similar a Júpiter, su órbita es solo la octava parte de la distancia que separa a Mercurio del Sol. Su órbita es tan pequeña que tan solo tarda tres días en completar una vuelta alrededor de su estrella. Además, esa órbita se está acortando a un ritmo de 133 milisegundos por año. Aunque es una cifra muy pequeña, los investigadores estiman que esto provocará que termine colisionando con su estrella en unos tres millones de años. Según explican los autores, es la primera vez que se observa algo así.

Hasta ahora, no se habían tenido indicios de un planeta precipitándose hacia su estrella, estando ésta en las últimas fases de su vida. Una estrella entra en la fase de subgigante, dentro del ciclo de vida estelar, cuando comienza a expandirse y su brillo aumenta (al terminar la secuencia principal). El mecanismo que está acortando la órbita de Kepler-1658b es, curiosamente, la marea. Sucede de una manera muy similar al proceso que provoca el constante ascenso y descenso de los océanos de nuestro planeta, cada día.

La interacción gravitacional como factor común

En ambos casos, la interacción gravitacional es el mecanismo principal. En Kepler-1658, está provocando que el planeta se acerque a la estrella. En la Tierra, provoca que la Luna se aleje. Por otro lado, sabemos que, en el futuro lejano, el Sistema Solar será un lugar muy diferente a lo que conocemos ahora mismo. Dentro de unos 4500 millones de años, el Sol llegará al final de su vida. Abandonará la fase de secuencia principal y comenzará a expandirse. En ese proceso, destruirá Mercurio y Venus. Ninguno de los dos planetas podrá escapar.

En el caso de la Tierra, hay más dudas al respecto. En función de cómo se desarrolle, es posible que la Tierra también sea destruida por el Sol en expansión. O, por el contrario, podría sobrevivir, convirtiéndose en el planeta más cercano al astro. Los investigadores añaden que, en realidad, la muerte por estrella (como ellos lo denominan) es un destino común para muchos mundos del universo. Podría ser, perfectamente, el final de nuestro planeta cuando, en ese futuro lejano, el Sol entre en la fase de gigante roja. Si bien la respuesta es algo compleja.

El mismo mecanismo que está provocando que el planeta Kepler-1658b esté precipitándose hacia su estrella será un factor en la Tierra. En ese futuro lejano, también afectará a la órbita del planeta y su deterioro hacia el Sol. Sin embargo, hay otro aspecto que es preciso tener en cuenta. Nuestra estrella perderá masa a pasos agigantados. El deterioro de la órbita del planeta podría verse compensado por la pérdida de masa del Sol. Este escenario es, precisamente, el que provoca que haya dudas sobre cuál será el destino último de nuestro planeta.

El primer planeta precipitándose a su estrella… ¡fue también el primer planeta visto por el telescopio Kepler!

Lo más interesante, quizá incluso irónico, es que el primer exoplaneta observado por el famoso telescopio Kepler fue, precisamente, Kepler-1658b. Hay que recordar que el telescopio fue lanzado en 2009. Sin embargo, hubo que esperar casi una década hasta que, ya en 2019, se confirmó su existencia. A lo largo de esos trece años, los astrónomos fueron capaces de observar el lento, pero constante, cambio en la órbita del planeta. Algo que pudieron comprobar con cada paso de Kepler-1658b por delante de su estrella.

Ilustración del telescopio Kepler observando exoplanetas. Crédito: NASA/Wendy Stenzel

El método de tránsito es uno de los métodos más prolíficos a la hora de descubrir exoplanetas. A todo esto, hay que sumarle una última curiosidad. Kepler-1658b es muy brillante. Fue uno de los aspectos sorprendentes del descubrimiento. En un principio, se supuso que se debía a que posee una reflectividad muy elevada. Sin embargo, la impresión, ahora, es que se debe a que es mucho más cálido de lo que se creía. Presumiblemente, ese mismo mecanismo de marea, que está provocando que se acerque a su estrella, es el responsable de esa temperatura.

Sea como fuere, el hallazgo resulta útil porque permite obtener más información sobre cómo se desarrollan las últimas etapas de los planetas que terminan colisionando con su estrella. Además, es también un vistazo al posible futuro de mundos como la Tierra, tras la muerte del Sol (y mucho después de que haya dejado de ser un mundo habitable). El telescopio Kepler hace ya unos años que terminó su misión. Sin embargo, sus datos y hallazgos siguen siendo un motor para el descubrimiento de más curiosidades y aspectos de los planetas.

Estudio

El estudio es S. Vissapragada, A. Chontos, M. Greklek-McKeon et al.; «The Possible Tidal Demise of Kepler’s First Planetary System». Publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters el 19 de diciembre de 2022. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys