Tengo que admitir que la estrella KIC 8462852 (a la que informalmente también se conoce como la estrella de Tabby, en honor a Tabetha Boyajian, la mujer que lideró el equipo que descubrió su comportamiento) es desconcertante. No hay ninguna explicación natural satisfactoria para entender por qué se oscurece pero, al mismo tiempo, tampoco podemos asegurar que haya alienígenas, porque sería descabellado plantearlo alegremente. Así que, ¿qué podemos decir?

Las causas naturales (que conocemos) no encajan

Júpiter visto por la sonda Cassini. Crédito: NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Southwest Research Institute - National Aeronautics and Space Administration

Un planeta masivo como Júpiter sólo sería capaz de bloquear un 1% de la luz de la estrella.
Crédito: NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Southwest Research Institute – National Aeronautics and Space Administration

Ya teníamos nuestras dudas con el primer oscurecimiento que fue detectado por el telescopio Kepler, y del que hablé aquí, porque era muy pronunciado (un 22%, que es una cantidad muy superior al oscurecimiento que sufre una estrella por el paso de, por ejemplo, un planeta masivo como Júpiter por delante suyo). Normalmente, cuando una estrella se oscurece, lo hace a intervalos regulares y siempre en un porcentaje muy similar. Esa es la pista que nos permite saber que estamos ante el paso de un objeto en tránsito (un exoplaneta, pero lo máximo que pueden llegar a bloquear es alrededor de un 1% de la luz de la estrella). También es posible que la estrella, por sí misma, sea estrella variable. Nuestro Sol, hasta cierto punto, lo es. Pero, de nuevo, ese comportamiento no es tan extremo.

Pero en el caso de KIC 8462852, los oscurecimientos que detectó el telescopio Kepler no eran regulares y no tenían la misma intensidad entre sí. Esa falta de regularidad nos obligaba a descartar la presencia de exoplanetas. De hecho, ese comportamiento tan irregular (y atípico) nos llevó hasta el punto de que, por primera vez (al menos hasta donde tengo uso de razón), se llegó a plantear científicamente que pudiéramos estar ante algún tipo de megaestructura alienígena, como podría ser una esfera de Dyson, en proceso de construcción. No era un mero capricho de alguien con mucha imaginación y mucho tiempo libre, es que realmente es una explicación que, en este caso, podría encajar con lo que estamos observando.

Así que, por primera vez, llegamos a pensar en la posibilidad de que algún tipo de vida alienígena estuviese ahí fuera y fuese mucho más avanzada que nosotros. Pero en el fondo nadie se la tomaba demasiado en serio porque se antoja increíblemente improbable. A fin de cuentas, de una tacada estaríamos ante el descubrimiento de vida en otros planetas, que además esa vida fuese vida avanzada e inteligente y que, para rematarlo, fuese una civilización mucho más avanzada que la nuestra. ¿Es posible descubrirlo todo a la vez? Desde luego, pero no es menos cierto que, de momento, no parece que estemos cerca de realizar un hallazgo así.

El radiotelescopio Very Large Array de México. Crédito: Hajor

El radiotelescopio Very Large Array de México.
Crédito: Hajor

Sea como fuere, SETI no logró encontrar señales de vida inteligente al centrar su atención en esa región del cielo y, mientras tanto, seguimos planteando hipótesis naturales que pudieran responder al extraño comportamiento. Desde que la estrella tuviese una rotación tan rápida que se deformase y eso provocase su oscurecimiento (cosa que ha resultado ser falsa) hasta la hipótesis más asentada en ese momento que planteaba que podría tratarse de una familia de cometas que obstruyese, desde nuestra perspectiva, la visibilidad de la estrella.

De hecho, esta última explicación parecía encajar razonablemente bien (aunque tenía sus lagunas). Todas las estrellas tienen su propia Nube de Oort y en el caso de la estrella de Tabby, resulta que hay una enana roja lo suficientemente cerca como para perturbar la órbita de los cometas y precipitarlos hacia el interior. Sería la primera vez que detectamos algo así, y, aunque extraño, entraría dentro de lo posible. Hasta que entró en juego la noticia que publiqué el pasado jueves… El oscurecimiento que había medido el telescopio Kepler no era el primero que experimentaba la estrella. Había uno anterior, y muchísimo más longevo que ese.

Un siglo de comportamiento extraño

Este gráfico muestra la curva de luz de KIC 8462852 (los circulos azules). En la parte superior, y la inferior, están las curvas de luz de dos estrellas utilizadas por Schaefer. Crédito: Bradley Schaefer

Este gráfico muestra la curva de luz de KIC 8462852 (los circulos azules). En la parte superior, y la inferior, están las curvas de luz de dos estrellas utilizadas por Schaefer.
Crédito: Bradley Schaefer

Tras analizar más de un millar de imágenes tomadas entre los años 1890 y 1989, el astrónomo Bradley Schaefer publicaba sus hallazgos. KIC 8462852 se ha oscurecido un 20% desde 1890 a 1989 (y para asegurarse de que no estaba equivocándose, también analizó las imágenes de otras dos estrellas similares, y esas sí mantenían su brillo a lo largo del período examinado). Si la estrella ya estaba siendo misteriosa, ahora la intriga es todavía mayor. No conocemos ningún fenómeno natural que pueda provocar algo así.

¿Un oscurecimiento de un siglo de duración? Al bueno de Schaefer se le ocurrió hacer los cálculos del tamaño y la cantidad de cometas que serían necesarios para provocarlo, y las cifras no encajaban (están detalladas en la noticia del jueves, 640.000 cometas con un tamaño muy superior al cometa más grande que conocemos). Eso nos lleva de vuelta al punto de partida. Tenemos una estrella que sufre oscurecimientos irregulares y que, además de tener un brillo un 20% inferior al de hace un siglo, experimenta cambios de luminosidad en una escala de días, semanas, meses y años.

Sinceramente, no hay quién lo entienda, así que nos toca intentar simplificar. Sabemos que la estrella es de tipo F y es absolutamente normal y corriente. Es algo más grande y masiva que el Sol, y en condiciones normales su brillo sólo cambiaría (de manera tan significativa) en una escala de millones de años. No tenemos fenómenos naturales que nos permitan explicar el oscurecimiento pero, al mismo tiempo, eso no quiere decir que no se trate de un fenómeno natural (hasta hace sólo unas décadas no sabíamos lo que era un púlsar).

Concepto artístico de una esfera de Dyson. Crédito: Levy Wang

Concepto artístico de una esfera de Dyson.
Crédito: Levy Wang

Parece lógico asumir, también que todos estos oscurecimientos tienen que deberse a la misma causa, sea la que sea, por cuestión de probabilidad. Con la familia de cometas descartada, y mientras esperamos a que surja otra explicación natural, es inevitable volver a pensar en los alienígenas y en causas artificiales. Es increíblemente improbable, entre otras cosas porque estamos suponiendo que las civilizaciones avanzadas extraterrestres solucionarán sus necesidades de energía de la manera en que nosotros hemos planteado. Y también porque estamos suponiendo que sus demandas de energía podrían ser tan grandes como las nuestras, pero, en cualquier caso, lo que vemos podría encajar con el proceso de construcción de una esfera de Dyson.

En realidad, no hablamos de una esfera como tal, si no de un gigantesco enjambre de pequeños paneles solares (que parecerían formar una esfera). A medida que se añaden más paneles a la construcción, se bloquea más luz de la estrella, y veríamos como se va oscureciendo con el paso del tiempo. Sobre el papel parece encajar. En la práctica, sin embargo, tampoco nos sirve porque, en la década de 1910, la estrella se oscureció mucho y luego recuperó brillo unos años después, y es una distribución que se antoja demasiado irregular.

Si damos por hecho que esos hipotéticos alienígenas no saben de nuestra existencia y que, por tanto, no buscan impresionarnos, es más lógico asumir que la construcción sería en forma de anillo o esfera alrededor de toda la estrella (y no sólo en la zona orientada a nuestro planeta) y por tanto ese oscurecimiento de 1910 no debería verse sucedido por un aumento del brillo en los años siguientes.

Una pregunta de difícil respuesta

Una nave espacial en un campo de asteroides. Crédito: Getty Images

Una nave espacial en un campo de asteroides.
Crédito: Getty Images

¿Hay alienígenas en la estrella de Tabby? El sentido común nos dice que no, por una simple cuestión de probabilidades. Lo que sí podemos concluir es que estamos ante algo que no conocemos hasta el momento, o bien ante la versión extrema de un fenómeno natural que sí conozcamos (como el caso de la supernova que comenté en este artículo) o que haya más de un origen para explicar los diferentes oscurecimientos que hemos observado y detectado hasta el momento.

Las observaciones sobre la estrella van a continuar, las informaciones y la elucubración también, pero, mientras tanto, es buena idea no esperar ningún mensaje de hombrecillos verdes de una estrella lejana (entre otras cosas porque estamos a 1.500 años-luz de distancia, así que desde su perspectiva en la Tierra no hay ninguna civilización avanzada porque nos verían tal y como éramos hace 1.500 años).

Con lo que sabemos a día de hoy, podemos decir que parece muy improbable que haya alienígenas, pero siendo sinceros, también es cierto que cada vez parece más difícil descartar esa hipótesis y que coja más fuerza, porque las causas naturales se nos van agotando. Por ahora los extraterrestres no son la hipótesis numero uno, y habrá que ver qué información nos arrojan las observaciones que se hagan en el futuro. Quizá termine siéndola, pero por ahora sólo podemos seguir elucubrando sobre con qué está pasando allí.