Hace un par de semanas se anunció el descubrimiento del planeta Gliese 1132b. Tiene un tamaño muy similar al de la Tierra y es el más cercano de todos los planetas, de este tipo, encontrados hasta ahora. Para ponerle la guinda al pastel, además, se encuentra en nuestro vecindario cósmico. A sólo 39 años-luz de distancia…

Un vecino cercano

Concepto artístico de Gliese 1132b alrededor de su estrella. Crédito: Dana Berry

Concepto artístico de Gliese 1132b alrededor de su estrella.
Crédito: Dana Berry

Gliese 1132b (también llamado GJ 1132b) orbita alrededor de una enana roja (Gliese 1132). Lo más destacable en este caso no es tanto que sea un planeta similar a la Tierra. Hemos encontrado muchos, y algunos han copado todas las portadas, como el descubrimiento de Kepler-452b hace unos meses. Ni el hecho de que esté alrededor de una enana roja, ya que hemos detectado otros planetas así, y además no estamos todavía muy seguros de qué haría falta para que puedan ser habitables. Lo importante es su cercanía a la Tierra y su tamaño.

Ese es uno de los aspectos más frustrantes de la búsqueda de planetas alrededor de otras estrellas. Están tan lejos que es difícil incluso poder determinar sus detalles más básicos (sin ir más lejos, en el caso de Kepler-452b es posible que sea un planeta rocoso o bien un planeta gigante, pero no podemos precisarlo con más detalle). Como además no emiten luz, cualquier detalle que pudiese proceder de su superficie (la emisión de la luz varía en función de la composición del planeta) queda ahogada en la luz de la estrella en torno a la que orbitan.

Pero GJ 1132b está cerca. Está muy cerca (la estrella más cercana, Alfa Centauri, está a sólo 4 años-luz de distancia). Tanto que podemos permitirnos elucubrar que nos encontramos ante un posible hermano de Venus. Es una de las mejores oportunidades que tenemos para analizar el entorno de un mundo rocoso más allá de nuestro Sistema Solar.

Un planeta hostil

Esta ilustración muestra el paso, a escala, de GJ 1132b por delante de Gliese 1132. Crédito: Zach Berta-Thompson

Esta ilustración muestra el paso, a escala, de GJ 1132b por delante de Gliese 1132.
Crédito: Zach Berta-Thompson

Sabemos que tiene una masa de 1,2 veces la de la Tierra, y que tarda algo más de un día y medio en dar una vuelta alrededor de su estrella. Es decir, su órbita es más pequeña que la de Mercurio (que tarda 88 días en completar su órbita) y eso nos permite poder observarlo desde la Tierra prácticamente de forma constante. Fue descubierto con la ayuda del conjunto de telescopios MEarth-South en Chile, gracias al método de tránsito, que busca reducciones de brillo en la luz que procede de la estrella.

Por suerte, en este caso en particular muchas de nuestras frustraciones al observar exoplanetas desaparecen. La estrella, Gliese 1132, sólo tiene un 21% del tamaño del Sol y emite sólo un 1,5% de luz de la que emite nuestra estrella. Si comparamos el tamaño de la estrella con su planeta nos damos cuenta de que, proporcionalmente, tiene poco que ver con la Tierra. Esa es su gran ventaja, porque la luz de la estrella no llega a ahogar la luz reflejada sobre la superficie (y atmósfera) del planeta.

Imagen del conjunto de telescopios MEarth-South, compuesto por 8 telescopios de 40 centímetro. Crédito: Jonathan Irwin

Imagen del conjunto de telescopios MEarth-South, compuesto por 8 telescopios de 40 centímetro.
Crédito: Jonathan Irwin

Con la ayuda del método de tránsito podemos determinar si su atmósfera contiene oxígeno, agua, o incluso si hay señales de vida. También podemos estudiar su patrón de viento y hasta el color de los atardeceres en su superficie. La parte negativa, quizá, es que se encuentra tan cerca de su estrella que recibe una cantidad de radiación muy superior a la de la Tierra. Eso provoca que su temperatura se mueva en un rango de entre 135ºC y 304ºC y lo hace mucho más comparable a Venus.

Es un mundo incompatible con la supervivencia de la vida (al menos tal y como la conocemos aquí), pero es lo suficientemente frío como para poder mantener una atmósfera. De hecho, es el exoplaneta rocoso más frío que hemos encontrado hasta el momento. CoRoT-7b y Kepler-10b, dos exoplanetas rocosos mucho mejor conocidos, tienen una temperatura en superficie de unos 1.000ºC. Es demasiado elevada para que puedan retener una atmósfera similar a la de Venus o la Tierra.

Un caso de estudio cercano

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

Recreación de un atardecer en el exoplaneta Gliese 667Cc. La estrella más cercana es la enana roja Gliese 667 C, en la derecha aparecen Gliese 667 A y Gliese 667 B, las tres forman parte de un sistema solar triple.

La mayor parte de los exoplanetas con un tamaño similar al de la Tierra están a cientos o miles de años-luz. El más cercano, HD 219134b está a sólo 21 años-luz de nuestro planeta, pero es 4,5 veces más masivo, y Kepler-452b, el exoplaneta más similar al nuestro, está a más de 1.400 años-luz de distancia. Lo que necesitamos para poder avanzar en nuestra comprensión de planetas más allá del Sistema Solar es precisamente esto, encontrar mundos que estén cerca del nuestro.

Si en los posteriores estudios, los astrónomos logran determinar que GJ 1132b ha mantenido su atmósfera durante los miles de millones de años de su existencia, supondrá un gran paso adelante para poder estudiar planetas más fríos que puedan albergar vida. Por su cercanía, además, es un objetivo al que podemos apuntar con los telescopios y observar con mucho detalle qué está pasando casi cada día. Será cuestión de tiempo que nuestro conocimiento sobre este mundo se vaya ampliando.

Recreación artística de CoRoT 7b. Crédito: ESO/L. Calçada

Recreación artística de CoRoT 7b.
Crédito: ESO/L. Calçada

Su observación nos permitirá perfeccionar nuestra comprensión sobre la habitabilidad de mundos en torno a enanas rojas. Algunos científicos creen que los planetas de tamaño similar a la Tierra alrededor de este tipo de estrellas deberían ser uno de los principales objetivos a la hora de buscar vida más allá del Sistema Solar. A fin de cuentas, creemos que más del 70% de las estrellas de la galaxia son de este tipo y puede que sea habitual que tengan planetas similares al nuestro (en tamaño, por lo menos) orbitando alrededor… así que no es descabellado pensar en observarlas cuanto antes.

Todavía estamos muy lejos de poder encontrar evidencias de vida en el espectro de luz reflejado de los exoplanetas que observemos (y descubramos), pero cada día estamos un pasito más cerca, por insignificante que pueda parecer.

Referencias: Space