En la célebre apertura de Cosmos: Un viaje personal, Carl Sagan comenzaba su intervención con la frase: «El universo es todo lo que es, todo lo que ha sido, y todo lo que será». Hasta donde sabemos, no hay ninguna forma de viajar más allá del universo. Hemos elucubrado sobre qué hay más allá del universo observable pero… ¿y si hubiera varios? ¿existe el multiverso?

Un dilema de difícil respuesta

Carl Sagan, en una imagen de Cosmos: Un viaje personal.

Carl Sagan, en una imagen de Cosmos: Un viaje personal.

Decía Carl Sagan, en el capítulo 10 de Cosmos (El filo de la eternidad) lo siguiente: «Si la teoría de un Big Bang seguido de un universo en expansión es correcta (nota: hoy en día sabemos que lo es), ¿qué sucedió antes de eso? ¿Estaba el universo vacío de toda materia y de repente, de algún modo, se creó? ¿cómo sucedió?. En muchas culturas, la respuesta habitual es que un Dios o Dioses crearon el Universo de la nada. Pero si queremos perseguir esta pregunta con valentía, tenemos que realizar la siguiente pregunta: ¿De donde vino Dios? Si decidimos que es una pregunta sin respuesta, ¿por qué no ahorrarnos un paso y concluir que el origen del universo es una pregunta sin respuesta? O, si decimos que Dios siempre ha existido, ¿por qué no ahorrarnos un paso y concluir que el Universo siempre ha existido? Que no hay necesidad de una creación, siempre estuvo aquí. No son preguntas fáciles. La cosmología nos enfrenta cara a cara con los misterios más profundos, preguntas que una vez fueron tratadas sólo en los mitos y la religión». 

En realidad, podemos ir más allá y hacer que la pregunta sea un poquito más compleja. Imaginemos que somos ese hipotético creador, con capacidad de ajustar los parámetros de nuestra máquina de creación cósmica. Un retoque por aquí y los electrones son más pesados, otro retoque por allá y la gravedad es más débil, otro retoque y la velocidad de la luz es más rápida… De repente, el universo sería muy diferente. Tan diferente que no habría nadie que pudiese observar el resultado porque la existencia de la vida (al menos tal y como la conocemos) sería incompatible con un universo así.

Deberíamos añadir más preguntas a las que planteó Carl Sagan: ¿por qué nuestro universo es exactamente así? ¿por qué la luz viaja a 300.000 y no a, por ejemplo, 400.000 km/s? Y lo más intrigante, ¿por qué conspirarían las leyes de la física para crear un universo hospitalario? Cuando lo analizamos desde esa perspectiva, se podría decir que es casi sospechosa la amabilidad de la naturaleza con la vida.

Una cuestión filosófica

Puede que nuestro universo sólo sea uno de muchos. Crédito: Shutterstock/Victor Habbick

Puede que nuestro universo sólo sea uno de muchos.
Crédito: Shutterstock/Victor Habbick

Si tiramos del hilo y, guiándonos por el razonamiento que exponía al principio, concluimos que el universo es producto de algún proceso cósmico inimaginable (en lugar del diseño de un creador del que no tenemos prueba alguna) parece que una conclusión lógica sería que debe haber otros universos. El nuestro sólo es un pequeño componente de un enjambre muchísimo más grande de universos, quizá finito o infinito: el multiverso.

Así que podríamos dar un paso más y suponer que cada universo tiene sus propias diferencias. Esas diferencias provocan que la mayoría de universos pasen desapercibidos y nadie lamente no poder contemplarlos porque son inhabitables. Otros, probablemente una porción muy pequeña de ellos, tienen los ajustes adecuados para que la vida pueda desarrollarse en ellos y sus habitantes puedan maravillarse ante lo apropiadamente correctas que son las leyes de la naturaleza, que rigen su mundo, para permitir su existencia.

Sería un error pensar que esto pueda ser demostración de la existencia de algún creador. No es fruto de un diseño planeado de antemano (es más, cabría preguntarse en ese caso por qué ese supuesto creador haría universos imperfectos), si no fruto de la auto-selección: no podemos existir en un universo que, biológicamente, sea hostil; por muchos que pueda haber más allá del nuestro.

Las hipótesis

Quizá el espacio-tiempo sea inifnito. Si es así, en algún lugar se repite todo lo que vemos aquí. Crédito: Shutterstock/R.T.Wohlstadter

Quizá el espacio-tiempo sea inifnito. Si es así, en algún lugar se repite todo lo que vemos aquí.
Crédito: Shutterstock/R.T.Wohlstadter

La idea de que puedan existir múltiples universos (o realidades paralelas) no es nueva y ha formado parte de las discusiones filosóficas durante siglos. Ahora, sin embargo, estamos comenzando a echarle un vistazo al asunto desde la vertiente científica. Hay hipótesis de todo tipo, algunas son perfectas para dar dolores de cabeza. Por ejemplo, ésta que procede de la teoría del Big Bang: sabemos que, poco después de que el universo explotase hace casi 14.000 millones de años, aumentó su tamaño de forma exponencial.

Esa expansión del universo puede ser entendida de mejor manera si imaginamos que el universo observable es un pequeño espacio en lo más profundo de un enorme laberinto de regiones cósmicas entrelazadas. Si viésemos el multiverso (el laberinto en este ejemplo) a vista de pájaro, veríamos big bangs de manera constante generando una maraña de universos engarzados dentro de una superestructura en constante expansión. Quizá incluso esos big bangs sean producidos en el interior de agujeros negros como algunos han teorizado.

Otra hipótesis plantea que nuestro universo es infinito en expansión: bajo esa premisa, si nos pudiésemos desplazar libremente a cualquier punto de manera inmediata, tarde o temprano deberíamos llegar a un punto en el que las condiciones originales fuesen muy similares a las que que observamos aquí, e incluso idénticas. Es decir, sería idéntico en todos los aspectos.

Otra hipótesis plantea que nuestro universo puede ser una membrana que es paralela a otras, cada una siendo su propio universo. Crédito:  Shutterstock/Sandy MacKenzie

Otra hipótesis plantea que nuestro universo puede ser una membrana que es paralela a otras, cada una siendo su propio universo.
Crédito:
Shutterstock/Sandy MacKenzie

Dicho de otro modo, en algún lugar del universo estaría sucediendo lo mismo que está pasando aquí en este preciso instante. Pero podemos ir más allá. Si el espacio es infinito, lo que esté pasando aquí no estaría pasando en un sólo punto más del universo, si no que estaría pasando infinitas veces. Sin embargo, como jamás nos llegará la luz de esos hipotéticos lugares no seríamos conscientes de esa realidad.

También tenemos las variantes más exóticas (por definirlas de alguna manera). Por ejemplo, una hipótesis plantea que cada vez que ocurre una desviación en un evento aparece un nuevo universo. Podríamos imaginarlo de la siguiente manera: supongamos que cogemos al gato de Schrödinger y decidimos abrir la cajita de marras. En ese momento, en nuestro universo el gato vive (siendo el único criterio para la supervivencia del gato que yo estoy escribiendo el artículo, y no tú). Al mismo tiempo se crea un nuevo universo en el que el gato está muerto, ya que esa era la otra posibilidad antes de abrir la caja (parte de mi también elucubra que se crearía un tercer universo en el que el gato, vivo pero furioso, pide la cabeza del cabrito de Schrödinger, simplemente por la satisfacción de la venganza tras usarlo como experimento).

Por último (aunque insisto, hay muchas hipótesis y algunas son extremadamente complejas), también existe la teoría que dice que todo lo que vemos no es más que una simulación virtual que existe en un complejísimo superordenador dedicado a simular universos completos una y otra vez.

Credibilidad frente a fé

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Puestos a elucubrar, ¿quién nos dice que nuestro universo no acaba de golpear la bola negra camino del hoyo de una mesa de billar de alguna cantina perdida en algún sitio de otro universo?

El último ejemplo no es fruto del azar. Es más bien un ejemplo extremo. No hay ninguna explicación científica posible para poder decir que estamos en un universo simulado en el interior de un ordenador. Por poder, podríamos decir que nuestro universo es, en realidad, el interior de una de esas canicas con las que solíamos jugar hace décadas, y podríamos seguir planteándonos casos cada vez más extremos.

¿Dónde ponemos el límite entre lo científico y lo teológico? Es muy difícil definirlo. Si hablamos de una cantidad de universos infinitos para explicar lo que no podemos entender del nuestro (por ejemplo por qué un electrón tiene ese peso y no otro, o por qué existe la gravedad) no estamos haciendo nada diferente a invocar a un Creador que nos sirva para dar todas las respuestas. Es más, aunque intenta dar una respuesta a gran escala, nos plantea problemas cuando volvemos a escalas más pequeñas (y seguramente más manejables).

Valga un ejemplo: si hay un número infinito de universos similares al nuestro, en algunos habrá civilizaciones tan tecnológicamente avanzadas que podrían simular la vida y la consciencia. Tarde o temprano, esa civilización podría crear mundos enteros, dentro de sus ordenadores, en los que sus habitantes son ajenos al hecho de ser el producto de una simulación de la tecnología de otra persona. Por cada mundo real podría haber un número ilimitado de mundos virtuales y, en algunos casos, incluso esos mundos virtuales podrían tener civilizaciones con sus propias máquinas capaces de simular sus propios mundos virtuales. Así hasta el infinito.

Un concepto interesante

La noción del multiverso es ciertamente interesante, pero necesitamos ser precavidos. Si nos dejamos llevar, y comenzamos a elucubrar sin condiciones, lo que hacemos es introducir a un creador (disfrazado de hipótesis científica) responsable de que todo lo que nos rodea sea tal y como lo observamos. No tenemos ninguna forma de demostrar la existencia de otros universos paralelos al nuestro, mucho menos de determinar si sería una cantidad ilimitada o limitada de ellos.

Quizá sea una de esas preguntas que nunca podamos contestar. Quizá, dentro de millones de años, nuestros descendientes serán capaces de responderlo como si fuese un simple juego de niños. Mientras tanto, al menos, podemos maravillarnos de que nuestro universo sea hospitalario con la vida y los seres conscientes de su propia existencia…

Referencias: Wikipedia, New York Times