Leía ayer en el diario 20minutos que «la NASA investiga un asteroide que podría destruir la Tierra». No es ni mucho menos el único medio que ha recurrido al titular catastrofista para escribir sobre una noticia que, en realidad, es de lo más interesante por sí misma…
Un asteroide potencialmente peligroso
Comencemos por la parte más alarmante. Bennu es un asteroide, de unos 492 metros de diámetro, que está clasificado como asteroide potencialmente peligroso. De hecho, por la información que tenemos en la actualidad, existe una posibilidad remota (un 0,037%, o lo que es lo mismo, 1 en 2.700) de que choque con la Tierra en los últimos 25 años del siglo XXII (2175-2199). En realidad, es una verdad a medias, ésa es la probabilidad de que en el año 2135 Bennu atraviese una pequeña región del espacio que le pondría en rumbo de colisión con nuestro planeta a finales del siglo.
El problema es que no tenemos demasiada información sobre el asteroide. Necesitamos observarlo más y, especialmente, poder ver cuál es su forma y aspecto para calcular mejor las particularidades de su órbita y su comportamiento. Así que la misión OSIRIS-REx, que la NASA va a enviar al asteroide (por motivos que explicaré más adelante), permitirá recopilar más datos y nos ayudará a comprenderlo mejor.
Por cierto, es la órbita que mejor conocemos de cualquier asteroide observado hasta el momento, porque lo descubrimos en 1999, y los astrónomos han calculado su radio orbital con un margen de error de tan sólo seis metros. Esa incertidumbre se reducirá aun más con la ayuda de la misión, y permitirá que se puedan hacer nuevos cálculos sobre la posibilidad de que realmente pueda impactar en ese momento del futuro.
Es posible que la amenaza del impacto sea más elevada después de que lo podamos estudiar mejor, o que se reduzca porque descartemos esas regiones alrededor de nuestro planeta que podrían provocar que se precipitase contra la superficie varios años más tarde (es algo similar a lo que sucedió con el asteroide Apofis en su momento). La misión también va a ayudar a los investigadores a comprender mejor el efecto Yarkovsky, que describe cómo se ve afectada la trayectoria de un objeto por la luz que haya absorbido y que después emite como calor. Esa información servirá para entender no sólo cuál es el destino de Bennu, si no también su origen.
¿Y si chocase con nuestro planeta?
Aunque por ahora no parece muy probable, pongámonos en el peor de los casos. ¿Qué podría pasar si Bennu pasa por esa región en 2135 y entra en rumbo de colisión con la Tierra en algún momento de los últimos 25 años del siglo 22? ¿Cuáles serían las consecuencias? Es relativamente fácil de calcular, y desde luego se queda muy, pero que muy lejos, de poder causar una extinción en masa y mucho menos de destruir el planeta (para lo que haría falta una colisión con un objeto muchísimo más grande, y es algo que sólo podría haber sucedido en las primeras etapas del Sistema Solar, cuando se formó la Luna).
El impacto de un asteroide como Bennu sólo provocaría devastación local pero nada más. Los astrónomos calculan que un asteroide debería tener, como mínimo, un tamaño de al menos un kilómetro para poder causar una catástrofe global. El asteroide que acabó con los dinosaurios, o sirvió para rematarlos, (y dejó su huella en forma de cráter al que llamamos cráter de Chicxulub) tenía unos 10 kilómetros de diámetro.
Además, esa posible colisión no sería inevitable. Algunos investigadores creen que sólo haría falta una década de ventaja (respecto a la fecha de impacto) para poder desviar un asteroide utilizando mecanismos que nos permitirían alejarlo de su órbita actual poco a poco. Unos centímetros pueden parecer poco, pero si la distancia es lo suficientemente grande, puede implicar que la distancia final al pasar por nuestro planeta sea de miles de kilómetros de separación. En el peor de los casos, incluso podríamos recurrir, directamente, a la opción nuclear. Así que, habiendo aclarado esto, y que es absolutamente imposible que el asteroide de marras pueda destruir nuestro planeta, pasemos a hablar de OSIRIS-REx, la misión de la NASA que va a hacer cosas muy interesantes.
Muestras de asteroide
Si todo sale según lo planeado, la misión OSIRIS-REx (por su nombre en inglés Origins, Spectral Interpretación, Resource Identification, Security, Regolith Explorer) despegará en un cohete Atlas V de United Launch Alliance el próximo 8 de septiembre, desde la base de Cabo Cañaveral. La nave pasará dos años viajando hasta el asteroide Bennu, y se encontrará con él en agosto del próximo 2018.
A partir de ahí, el equipo de OSIRIS-REx estudiará el asteroide desde su órbita durante dos años, para después pasar a recoger al menos 60 gramos de material de su superficie allá por julio del año 2020. En 2023 llegará el momento de devolver esa muestra a la Tierra, donde los investigadores, en laboratorios de todo el planeta, podrán analizar ese material para poder obtener más información.
El equipo está especialmente interesado en descubrir el papel que asteroides como Bennu, objetos oscuros, primitivos y aparentemente ricos en carbono, pudieron tener a la hora de facilitar la aparición de la vida en nuestro planeta. Si estos objetos fueron los que trajeron material orgánico y agua a la Tierra, en forma de minerales hidratados, podrían estar detrás de que apareciesen los entornos y la habitabilidad necesaria para la aparición de la vida.
También hay otros objetivos, como descubrir más sobre el tipo de recursos que podrían albergar los asteroides de este tipo, y sí, también permitirá comprender mejor cómo defendernos de asteroides que puedan estar en rumbo de colisión con nuestro planeta. Es algo que, tarde o temprano, terminará pasando, y de lo que ya escribí aquí en su momento. En cualquier caso, y para que quede claro. No, el asteroide Bennu no va a destruir la Tierra. Por mucho que algunos quieran crear alarmismo con ello y anunciar el fin de los tiempos.
Referencias: Space