¿Alguna vez has oído hablar de Azarquiel? Es probable que no. Pero si es así, no te preocupes. Aunque los musulmanes han realizado grandes contribuciones a la ciencia, sus avances en la astronomía nos son un tanto desconocidos, y eso a pesar de que Al-Andalus desempeñó un papel fundamental para evitar que se perdiese el conocimiento de la antigüedad…
Hasta ahora hemos hablado de la astronomía en Babilonia, Egipto, China, Japón e incluso cómo fue castigada en la antigua Grecia, pero no habíamos visto la astronomía en la península Ibérica. Lo cierto (para ponerlo en la perspectiva adecuada) es que como en gran parte de Europa, la astronomía sufrió un severo retroceso durante la Edad Media (no en vano, al tiempo transcurrido entre el siglo VIII y XIV lo denominamos el periodo Islámico), pero en nuestro territorio la historia fue un poco diferente gracias a la presencia de musulmanes, y algún que otro rey…
El Califato de Córdoba y la contribución de los musulmanes
Allá por el siglo X, se desarrolla un notable crecimiento de la ciencia en el Califato de Córdoba. Puede parecer poco importante, pero es muy posible que si nuestra comprensión de la astronomía está donde está, y no sea más atrasada, se deba precisamente gracias a la existencia del califato. En el siglo XI, la astronomía (y la ciencia en general) comienzan a decaer de manera muy pronunciada en Oriente Medio por la invasión de los turcos. Por suerte, bajo el mandato de Abderramán III, y su sucesor, Alhakén II, el centro del conocimiento (y la cultura) islámico pasó de Bagdad a Córdoba.
Durante esta época, la astronomía avanza de manera muy significativa, gracias a la creación de precisas tablas astronómicas (que perdurarían hasta la llegada de las mediciones de Kepler), y la creación o perfeccionamiento de instrumentos de medidas: astrolabios, ecuatorios, azafeas, nocturlabios…
Los astrolabios y azafeas eran, al mismo tiempo, aparatos de observación y de cálculo, que permitían a los astrónomos mulsumanes determinar posiciones, épocas, fechas tras realizar sus observaciones. Gracias a los astrolabios introdujeron lentamente la toponimia estelar árabe en Occidente, dando nombres a estrellas que todavía conservamos hoy en día, y que no te van a parecer, ni mucho menos, desconocidas: Altair, Deneb, Betelgeuse, Aldebarán, Fomalhaut, Vega… ¿El azimut y el cenit? son conceptos que también proceden de los musulmanes.
Asimismo crearon relojes solares y construyeron observatorios astronómicos en sus ciudades más importantes (Toledo y Córdoba dentro de España, así como Bagdad y otros lugares).
Los astrónomos de Al-Andalus
Si hacemos caso a lo que nos ha hecho llegar la historia, el primer astrónomo de Al-Andalus (y el más importante del siglo X) fue Maslama Al-Mayrity (nacido en Madrid), que fundó una escuela de astronomía y matemáticas en Córdoba, donde se confeccionaron las primeras tablas astronómicas de la península. Además, añadió las suyas propias, adaptadas al meridiano de Córdoba y perfeccionando aun más el mapa celeste. También adaptó el calendario persa al árabe.
No fue el único astrónomo conocido de Al-Andalus. Abu Ishak Ibrahim Al-Zarqali (Azarquiel para los amigos), nacido en Toledo, fue uno de los más notables del siglo XI. No en vano, fue el inventor de la azafea (un astrolabio mejorado), que presentaba varias ventajas sobre el astrolabio tradicional (por llamarlo de algún modo). Al no necesitar una placa de coordenadas diferente para cada latitud, la azafea permitía a los marineros musulmanes calcular el horario de la oración y encontrar la dirección a la Meca con sencillez. Fue, probablemente, una de las primeras señales de que en la España andalusí la astronomía islámica estaba avanzando.
No se quedo ahí, Azarquiel continuó trabajando en las tablas astronómicas, realizando observaciones de gran precisión y ordenándolas en lo que se conoció como las Tablas de Toledo. Fueron creadas por encargo del propio rey de la ciudad, al-Ma’mún. En ellas, se predecían los movimientos del Sol, la Luna y los planetas en relación a las estrellas fijas. Se completaron allá por el año 1.080, partiendo de tablas creadas con anterioridad en otros lugares del mundo, y fueron ajustadas a la ubicación de Toledo.
El trabajo del astrónomo terminó llegando (siglos después) a manos de Copérnico. ¿Por qué? Mientras la visión de Aristóteles era la de un universo perfecto en la que todos los planetas describían órbitas perfectamente circulares, Azarquiel planteaba que la órbita de Mercurio no era circular, si no que era probable que tuviera una forma más achatada, algo que no encajaba en esa visión perfecta del universo. Fue el primero, de varios astrónomos andalusíes, en comenzar un enfrentamiento con un antiguo personaje clásico…
El enfrentamiento con Ptolomeo
Para los astrónomos árabes de la época, el sistema geocéntrico de Ptolomeo, basado en esferas (había dos tipos, básicamente, el deferente, que era una esfera centrada en la tierra, y el epiciclo, que era una esfera dentro del deferente que determinaba el movimiento de cada planeta) para calcular las posiciones de los planetas era imposible, porque les obligaba a aceptar como realidad que esos movimientos circulares sucedían alrededor de puntos en los que no tenía por qué existir nada. Además, algunos estuvieron empeñados en intentar hacer cuadrar el sistema de Ptolomeo con el de Aristóteles.
En cualquier caso, Ibn Bayya (también conocido como Avempace) lo explicaba así: «Si existiera un epiciclo, su movimiento no sería ni centrífugo ni centrípeto, ni alrededor del centro. (…) es uno de los principios planteados por Aristóteles, que es necesario un punto fijo alrededor del cual tenga lugar el movimiento, y ésta es la razón por la cual es necesario que la Tierra esté fija, pero si existiera el epiciclo se tendría un movimiento circular alrededor de un centro en el que no habría ningún cuerpo fijo.» Es decir, el sistema planteado por Ptolomeo no podía ser cierto porque Aristóteles planteaba que hace falta un punto fijo alrededor del cual exista el movimiento, y esa contradicción impedía a los observadores musulmanes darlo por válido.
El sevillano Yâbir ben Aflah (también llamado Geber), fue crítico con la obra más celebre de Ptolomeo, el Almagesto, diciendo que es difícil de leer y remarcando diversos errores que fue encontrando, especialmente en el cálculo de las eclipses de los planetas y la determinación de las distancias de los mismos respecto a la Tierra. Ptolomeo había dividido los planetas en dos grupos: Mercurio y Venus (que según él se encontraban entre la Luna y el Sol) y el resto de planetas, que quedaban más allá del Sol y podían describir cualquier órbita.
Además, el griego definía el paralaje máximo del sol (es decir, la desviación angular aparente en la posición de un objeto, como cuando pones dos objetos delante de ti, y al cerrar un ojo u otro parece que cambien de posición) mientras decía que Mercurio y Venus no tenían ningún paralaje (es decir, siempre parecían estar en el mismo sitio). Para que un objeto presente un paralaje menor que otro, tiene que estar más lejos. Es decir, volviendo al ejemplo de los dos objetos delante de ti: al cerrar un ojo, los objetos más cercanos a tu cara parecerán haberse movido más que los más distantes. Si los objetos están lo suficientemente lejos, entonces, el efecto del paralaje será menor.
Por ello, Geber indicaba que Ptolomeo debía estar equivocado, pues, de ser cierto lo que decía sobre el paralaje de Mercurio y Venus, ambos deberían estar más lejos que el Sol (y sin embargo están más cerca).
Al-Andalus fue un puente perfecto
Gracias a la contribución de los antiguos astrónomos musulmanes, la astronomía no se quedó estancada. Es cierto que no avanzó en gran medida (ya que durante mucho tiempo se empeñaron en intentar encajar las diferentes teorías de Ptolomeo y Aristóteles sobre el funcionamiento del Universo), pero las mejoras que se introdujeron a los relojes de sol, al astrolabio, y la contribución del mundo árabe, en general, a los diversos campos de la ciencia, son fundamentales para poder entender cómo evolucionó el conocimiento desde la antigüedad hasta la época de Kepler.
Tampoco podemos olvidar las Tablas de Toledo que mencioné anteriormente. En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio encargó una versión actualizada a los astrónomos de la época basándose en el trabajo de Azarquiel. Las Tablas Alfonsíes (como fueron conocidas) tenían tal precisión que permitieron avanzar en el campo de la geografía (al poder realizar observaciones de coordenadas geográficas en función de las coordenadas celestes), como en el de la orientación (al describir la posición prevista de constelaciones y otros cuerpos celestes). Fueron usadas durante largo tiempo, y, a pesar de que los creadores de las tablas habían asumido que la Tierra era un objeto estacionario en el centro del universo, sus datos fueron utilizados por Copérnico en el desarrollo de su modelo heliocéntrico…
Referencias: Junta de Andalucía, Wikipedia, Musulmanes Andaluces, Organización de Estados Iberoamericanos
Y tan allá por el siglo IX, porque el califato no se instauró hasta el año 929 (s.X) con Abderramán III.
Ups… se me escapó un I ahí (y mira que lo reviso porque siempre termino columpiándome con los siglos)… ¡Gracias! Acabo de corregirlo.