La sonda Voyager 1 ha captado un zumbido en el plasma en el espacio interestelar. Algo que se ha comparado con una suave lluvia. Es una muestra más de que incluso una misión tan veterana como Voyager 1 puede dejarnos todavía muchos descubrimientos antes de terminar su funcionamiento…

Un zumbido de plasma inesperado

Han pasado más de cuatro décadas desde que la sonda Voyager 1 comenzase su misión. En su viaje ha realizado multitud de aportaciones a la ciencia y a nuestra comprensión del Sistema Solar. Ahora, a su larga lista de éxitos hay que sumar una nueva detección. Un leve zumbido en el plasma en el espacio interestelar. Desde 2012, la nave está explorando la región más allá de la heliosfera. Tras cruzar la heliopausa, está siendo los ojos de la comunidad científica para entender qué sucede más allá del viento solar del Sol.

Voyager 1 capta un zumbido en el plasma interestelar
Concepto artístico de la sonda Voyager 1 en el espacio interestelar. Crédito: Don Davis

En este entorno, en la heliopausa, la constante corriente de partículas, emitida por el Sol, ya no es lo suficientemente fuerte para empujar al medio interestelar que rodea al Sistema Solar. A medida que Voyager 1 se aleja de nuestra estrella, se adentra más en el espacio interestelar y puede medir el plasma a su alrededor. Esta parte del medio interestelar es, según han explicado, muy tranquila. Es tenue y monótono, porque se concentra en una frecuencia muy estrecha. Lo que detecta Voyager 1 es un zumbido muy tenue de gas interestelar.

Cada pocos años, el viento solar empuja al medio interestelar. Esto es algo que la sonda Voyager 1 detecta como una onda de choque. Así, explican los investigadores, cuando el Sol aumenta su actividad, es como detectar un relámpago en una tormenta. Después, es como si de repente volviese una lluvia suave. Lo interesante en todo esto es que, durante mucho tiempo, se pensó que esas ondas de choque eran la única posibilidad, para Voyager 1, de medir la densidad del plasma interestelar. El hallazgo es una grata sorpresa.

Una posibilidad para estudiar el medio interestelar en más detalle

La detección de este zumbido de plasma, que no se esperaba detectar, es muy interesante. Permitirá monitorizar el medio interestelar entre ondas de choque. De forma que se podrá entender mucho mejor una región del espacio que es completamente desconocida. Los investigadores creen que hay mucha más actividad en el medio interestelar de lo que se creía, y no es necesario esperar a la actividad del Sol para poder estudiarlo. El mensaje de Voyager 1 es que, sin importar lo que haga el Sol, está detectándolo de forma constante.

Por delante todavía queda tiempo para que ambas sondas, tanto Voyager 1 como Voyager 2, sigan funcionando. Aunque con una potencia ya muy reducida, las dos naves todavía mantienen algunos instrumentos operativos. El apagado llegará en algún momento de esta década. Pero, hasta entonces, al ser las naves más distantes, sus datos serán tremendamente valiosos. Nunca se había tenido naves más allá de la esfera de influencia de la actividad solar, y en estos años, con el Sol variando su actividad, quedarán más hallazgos.

Se podrá ver mejor la relación de nuestra estrella y el espacio más allá de su influencia. Según desde qué perspectiva se mire, bien podría parecer algo poco interesante. Sin embargo, ahora mismo no hay ninguna otra forma de estudiar, con este nivel de detalle, cómo interacciona el Sol con su entorno. En el futuro se lanzarán otras misiones, más rápidas y con este objetivo como su tarea principal. Pero, mientras tanto, las sondas Voyager están cubriendo una región del espacio en la que, pase lo que pase, serán pioneras en su exploración.

El legado de las sondas Voyager

Una vez se termine la energía de las sondas Voyager, y sus instrumentos se apaguen, las naves se volverán objetos silenciosos. Viajarán por la Vía Láctea, orbitando al centro de nuestra galaxia. Cada una lleva consigo un disco de oro, que contiene información sobre su lugar de procedencia. Si hubiese civilizaciones en otros lugares de la Vía Láctea, cabe la posibilidad de que una de las sondas pudiese ser interceptada. Es una posibilidad extremadamente pequeña, porque no pasarán particularmente cerca de ninguna estrella.

Los discos de oro de las Sondas Voyager. Crédito: NASA

Pero, suponiendo que sucediese, tendrían la posibilidad de intentar descifrar su contenido. Algo que les permitiría determinar, por ejemplo, desde que estrella se envió, y cuánto tiempo ha transcurrido. Gracias al mapa que indica la posición de 14 púlsares, podrían determinar ambos factores. Si consiguen descifrar cómo interpretar el contenido del disco (algo que no debería ser complicado, por cómo se codificó) podrían, incluso, saber cómo era esa civilización. Incluso si el ser humano hubiese desaparecido mucho tiempo antes.

Así que, en realidad, esta no es la última misión de las sondas Voyager. Si bien es cierto que no debemos engañarnos. La posibilidad de que las sondas, en un futuro lejano, puedan encontrarse con alguna civilización es sumamente baja. Eso suponiendo, siempre, que realmente haya vida inteligente más allá de la Tierra. Sea como fuere, lo más importante es que, aunque están en la recta final de su misión, las sondas Voyager todavía tienen muchas cosas que contar. En los próximos meses, y años, seguro que tendremos más noticias…

Referencias: Space