Un investigador plantea que la vida podría encontrarse alrededor de enanas blancas. Cadáveres de estrellas, similares al Sol o menos masivas, que han llegado al final de su vida. Su razonamiento no es descabellado y da mucho que pensar…

Enanas blancas que conservan vida a su alrededor…

Cuando se piensa en la posibilidad de vida en otros lugares de la Vía Láctea, las enanas blancas, y el resto de cadáveres estelares no son un objetivo que resulte particularmente atractivo. Las condiciones en su alrededor son infernales. Se trata de objetos que, además, son incapaces de continuar la fusión de elementos. Su destino es, simplemente, enfriarse con el paso del tiempo. Eso sí, es un proceso sumamente lento, muy superior a la vida de la propia estrella. Ese será el destino del Sol, sin ir más lejos.

¿Podría haber vida alrededor de enanas blancas?
Concepto artístico de restos planetarios alrededor de la enana blanca SDSS J122859.93+104032.9. Crédito: University of Warwick/Mark Garlick

Pasará mucho más tiempo como enana blanca que como estrella de secuencia principal (la fase en la que se encuentra ahora). Eso ya obliga a plantear que, quizá, las enanas blancas podrían ser interesantes. Es lógico suponer que, a su alrededor, en una distancia concreta, debe haber una zona habitable. Una región en la que un planeta pueda tener agua líquida en su superficie. Aunque no se ha investigado mucho al respecto, no está completamente claro que puedan ofrecer condiciones habitables. Pero no es lo importante en este caso.

Un investigador, John Gertz, plantea que las enanas blancas pueden ser un buen lugar para buscar vida a su alrededor. Su razonamiento no es ni mucho menos absurdo, si tenemos en cuenta las limitaciones de nuestra tecnología actual y, quizá, las limitaciones del propio universo. Porque, en estos momentos, no está nada claro que sea posible viajar a otras estrellas en un período de tiempo razonable. A decir verdad, puede que ni siquiera sea posible viajar a un porcentaje significativo de la velocidad de la luz.

El problema de las distancias

Si ese escenario es correcto, nos obligaría a plantear que, lógicamente, el viaje a otras estrellas sería extremadamente lento. Con la tecnología actual, un viaje a Alfa Centauri, el sistema más cercano, sería de miles de años. Incontables generaciones de seres humanos se verían confinados a la vida entre cuatro paredes. Lo peor de todo, es que ni siquiera hay un planeta habitable a su alrededor. Puede que nuestro próximo hogar esté a cientos de miles de años de viaje. Algo que sería completamente inasumible.

Concepto artístico del Próxima b, el exoplaneta más cercano al Sistema Solar. Crédito: ESO/M. Kornmesser

En ese escenario, Gertz expone que tiene mucho más sentido, para una civilización, sobrevivir a la muerte de su estrella. En cierto modo, es más fácil que intentar evacuar a toda una civilización. No se trata, únicamente, de fabricar una gran nave que pueda transportar a miles de individuos. También es necesario que tenga su propio ecosistema, así como los sistemas necesarios para poder mantener a toda esa población. Debería mantener a una población, además, durante miles de años. Sin posibilidad de fallo alguno.

Al observarlo desde esa perspectiva, la posibilidad de, simplemente, aguantar el temporal en su propio sistema estelar, de repente no parece tan tremendo. A fin de cuentas, la cantidad de energía necesaria para viajar de una estrella a otra es gigantesca. Sin importar que sea posible viajar más o menos rápido. Así como la escasez de planetas que sean muy similares a la Tierra. Porque la realidad es que no hay muchos. Al sumar todo, puede que no solo sea más interesante no emigrar, también más seguro.

La vida alrededor de enanas blancas podría aguantar mucho tiempo

No solo eso, puede que una civilización, que tuviese la capacidad de viajar a otras estrellas, decida que una enana blanca podría ser su mejor opción. Esas estrellas ya no van a cambiar. Solo se van a enfriar, en una escala de tiempo extremadamente larga. En la actualidad, se plantea que alrededor del 15% de todas las estrellas del universo son de este tipo. Algunas de ellas podrían tener planetas capaces de albergar vida. Pero no han sido un objeto prioritario en la búsqueda de vida extraterrestre.

La nebulosa planetaria NGC 7027, observada por el telescopio Hubble, producto de la muerte de una estrella similar al Sol. Crédito: William B. Latter (SIRTF Science Center/Caltech)/NASA

No hay que perder la perspectiva, sin embargo. Porque llevamos solo unas décadas observando el espacio en busca de posibles señales de vida inteligente. Si realmente hubiese civilizaciones en torno a estos restos estelares, puede que haya alguna civilización haya construido una estructura que podamos detectar. En este punto aparece la siempre popular idea de la esfera de Dyson. Las enanas blancas no serían un mal objetivo. Son mucho más pequeñas que el resto de estrellas, con un diámetro similar al de la Tierra.

El concepto es, como mínimo, intrigante. Al Sol le quedan 4500 millones de años por delante. Después, nuestros descendientes extremadamente lejanos, si es que el ser humano sobrevive hasta ese punto, tendrán que tomar una decisión. Buscar un posible nuevo hogar, alrededor de una estrella apropiada, o presenciar en primera persona la muerte de nuestra estrella y vivir al abrigo de sus rescoldos. ¿Y si otras civilizaciones ya han pasado por ese camino y han decidido esta última opción?…

Estudio

El estudio es John Gertz; «There’s No Place Like Home (in Our Own Solar System): Searching for ET Near White Dwarfs». Disponible en el repositorio arXiv. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Space