Las lluvias de estrellas son uno de los fenómenos que podemos ver varias veces a lo largo del año y que, honestamente, hay que ver al menos una vez en la vida. Es necesario buscar un cielo suficientemente oscuro para disfrutar del espectáculo (y tener ganas de trasnochar en la mayoría de los casos) pero bien merece la pena. ¿Qué las produce?

¿Qué son las lluvias de estrellas?

Una perseida, fotografiada desde la Estación Espacial Internacional, en 2011

Una perseida, fotografiada desde la Estación Espacial Internacional, en 2011

Las lluvias de estrellas suceden cuando el polvo o partículas de los asteroides o cometas entran en la atmósfera de la Tierra a velocidades muy altas. Al chocar contra la atmósfera, estos fragmentos entran en fricción con las partículas de aire, calentándose. El calor los evapora, dando lugar a ese destello que llamamos estrella fugaz. La diferencia entre una estrella fugaz aislada, que puede provenir de cualquier parte del cielo, y una lluvia de estrellas, es que todas las estrellas fugaces de una lluvia de estrellas parecen proceder del mismo punto en el cielo.

La mayor parte de estos meteoros se vuelven visibles a unos 95 kilómetros de altura. Algunos más grandes pueden llegar a causar una bola de fuego luminosa, que puede ser incluso vista de día, y puede llegar a ser escuchada a 50 kilómetros de distancia (el caso más conocido hoy en día seguramente sea el de Cheliábinsk). Estos meteoros pueden viajar a casi 50.000 km/h y alcanzan temperaturas de más de 1.600 grados.

Foto de larga exposición de una lluvia de estrellas.

Foto de larga exposición de una lluvia de estrellas.

Aunque pueda parecer increíble, prácticamente todas las estrellas fugaces son producto de fragmentos muy pequeños, de apenas centímetros de largo (y muy a menudo tan pequeños como los granos de arena de cualquiera de nuestras playas) y se desintegran en el aire. Cuando el tamaño es lo suficientemente grande, y el meteoro alcanza la superficie de la Tierra, lo llamamos meteorito.

¿De qué depende que un meteoro se fragmente o no? Pues principalmente, de su composición, velocidad y ángulo de entrada. Un meteoro muy rápido que entre en un ángulo oblicuo sufre mayor estrés. Los meteoros de hierro soportan ese estrés mejor que los de roca, pero incluso un meteoro de hierro se romperá en la atmósfera al hacerse más denso, a unos 10 kilómetros de altura.

Las lluvias de estrellas más conocidas

Una leónida fotografíada en 2009

Una leónida fotografíada en 2009

Aunque cada año se producen varias lluvias de estrellas, éstas son algunas de las más conocidas/impresionantes:

Leónidas: Es, sin duda, la lluvia de estrellas más brillante e impresionante. Bueno, en realidad, sólo es la más brillante e impresionante a ratos. Como el polvo del cometa Tempel-Tuttle (que tarda 33 años en orbitar alrededor del Sol) no está distribuido de manera homogénea, en años normales (sucede todos los años) sólo se producen diez o quince meteoros por hora, pero cada 33 años (más o menos), se produce una lluvia de meteoros mucho más intensa. De hecho, el término procede de una lluvia de las Leónidas excepcionalmente intensa en 1833, que se calcula llegó a registrar 240.000 meteoros… ¡por hora! La última lluvia con mayor intensidad de lo normal sucedió en 2001, cuando llegamos a ver 1.500 por hora, y la próxima (de esa intensidad) se espera para 2028. No te preocupes si te has quedado con ganas de más información, porque hablamos un poco más sobre esta lluvia de estrellas al final del artículo.

Perseidas: Otra lluvia que vale la pena observar es la de las perseidas (también llamada las Lágrimas de San Lorenzo). Ésta es producto del polvo del cometa Swift-Tuttle, que tarda 133 años en orbitar alrededor del Sol. Nuestro planeta pasa por su estela en el mes de agosto todos los años. No es tan activa como las Leónidas, pero es la más observada del año, con un pico de hasta 100 meteoros por hora.

Una oriónida (en la parte derecha de la imagen).

Una oriónida (en la parte derecha de la imagen).

Oriónidas: Las oriónidas son producto de la estela del cometa Halley (además, el mismo cometa es el responsable de otra lluvia de estrellas menos conocida, la de Eta Acuáridas), que orbita alrededor del sol cada 75 años. La lluvia tiene lugar en octubre y puede llegar a durar una semana, con un pico de 50 a 70 meteoros por hora.

Gemínidas: La lluvia de estrellas de las gemínidas procede de las partículas de polvo de un asteroide cercano a la Tierra llamado Faetón. Puede llegar a producir 40 meteoros por hora durante el pico de la lluvia.

Líridas: Las líridas son producto de la estela del cometa Thatcher, que tarda 415 años en dar una vuelta alrededor del sol. Aunque apenas tiene intensidad (llega a producir poco más de 15 meteoros por hora durante el pico), cada cierto tiempo, de manera irregular, puede llegar a producir hasta 200 meteoros por hora.

¿Cuál es el mejor momento para observarlas?

Una oriónida y la constelación de Orión

Una oriónida y la constelación de Orión

Como en muchos de los casos de observación celeste, lo mejor es buscar un lugar con poca iluminación (especialmente una zona rural), y es también buena idea evitar los días en los que haya luna llena, ya que oscurece muchos de los meteoros. El tiempo también puede ser un impedimento. Un cielo despejado es ideal para poder ver las lluvias de estrellas, y por eso es mucho más frecuente oír hablar de las perseidas que del resto (el cielo está mucho más despejado en agosto que en noviembre, a fin de cuentas).

El mejor momento para observarlas es en las horas previas al amanecer, porque la parte de la Tierra en la que nos encontramos, en ese momento, está apuntando en dirección a la órbita, y el peor es las horas de la tarde, camino de la madrugada. Una sencilla comparación: es similar a observar cómo los insectos se la pegan contra los cristales de un coche; habrá muchos más en el cristal delantero que en el trasero.

La lluvia de estrellas de las Leónidas

Una illustración de la lluvia de leónidas de 1833

Una illustración de la lluvia de leónidas de 1833

Por su intensidad y su importancia histórica, las Leónidas merecen su propio apartado para ver mejor cómo nos han influido a lo largo de la historia. El primer registro conocido data del año 902, en el que los astrónomos de China, Egipto e Italia reportaron haber visto una lluvia de estrellas muy intensa. Siglos más tarde, el 15 de noviembre de 1630, fallecía Johannes Kepler. Dos días después, en su funeral, la lluvia de estrellas iluminó el cielo, algo que algunos consideraron un saludo de Dios.

En 1799, muchos observadores de América se vieron sorprendidos por el súbito aumento de meteoros en el cielo. El científico alemán Humboldt, y su compañero Bonpland, que se encontraban en Cumaná (Venezuela), registraron el evento, mencionando que «durante cuatro horas cayeron millares y millares de estrellas fugaces y bólidos de fuego». En 1833, ya algo más familiarizados con la lluvia de las Leónidas, se produce una extremadamente intensa (de 240.000 meteoros a la hora, como dije anteriormente) y lleva a los astrónomos a hacer la primera teoría sobre el origen del fenómeno.

En 1866, Ernst Tempel y Horace Tuttle, cada uno por su cuenta, descubrieron un cometa. Tras observarlo durante varias semanas, se calculó su órbita, y se determinó que tiene un período orbital de 33,17 años. En noviembre de ese mismo año, se anticipó que habría una nueva lluvia de Leónidas. La cantidad de meteoros fue tal que sorprendió a los observadores de Europa, que intentaron contarlos y determinar el lugar del que parecían proceder. La frecuencia de esta lluvia se calcula en más de 6.000 meteoros por hora, y además se determinó que la órbita de los meteoros tiene un período de 33 años, coincidiendo con el cometa que había sido descubierto.

Las leónidas fotografiadas desde la Estación Espacial Internacional en 1997

Las leónidas fotografiadas desde la Estación Espacial Internacional en 1997

1899 fue más bien decepcionante. Ya se había establecido que el cometa, y los meteoros, volvían a pasar por la órbita de la Tierra cada 33 años. Sin embargo, aunque hubo muchos meteoros, la intensidad fue mucho menor de la anticipada (pero las de 1901 y 1902 tuvieron una intensidad mucho más alta de la esperada). La explicación reside en que debido a las perturbaciones de Júpiter, Saturno y Urano, la masa principal de la estela del cometa había sido desviada en más de tres millones de kilómetros de la Tierra.

En 1933 tampoco se vio una tormenta especialmente fuerte, y se creyó que la lluvia podía haber perdido debido a un encuentro cercano del cometa con Urano poco antes de su paso de 1899. En 1965, tras un siglo olvidado, se redescubrió el cometa Tempel-Tuttle. Los cálculos posteriores revelaron que en ese año el paso del cometa había sido el más cercano a la órbita de la Tierra desde 1833, lo que llevó a los astrónomos a anticipar el retorno de una gran lluvia a Europa.

En su lugar, la lluvia de estrellas, de decenas de miles de leónidas, fue visible durante un breve lapso de tiempo para los observadores del centro y oeste de Estados Unidos el 17 de noviembre de 1966. Se cree que, probablemente, rivalizó con las lluvias de 1799 y 1833. En dos horas, se llegaron a observar aumentos de apariciones de 40 meteoros por hora a 40 meteoros por segundo. Algunos cálculos indican que, durante 20 minutos, el ritmo llegó a ser de 150.000 meteoros por hora…

Referencias: Space.com, NASA y Wikipedia (múltiples)