Un grupo de investigadores ha determinado que la Vía Láctea es una galaxia espiral típica. Su historia, a pesar de lo que se creía hasta ahora, parece que ha sido de lo más normal, siguiendo la evolución de muchas otras galaxias como la nuestra. Algo que obliga a repasar el pasado de nuestra galaxia…
Un estudio de otra galaxia para entender por qué la Vía Láctea es una galaxia espiral típica
Un grupo de investigadores ha llevado a cabo un estudio de la galaxia UGC 10738. Es una galaxia considerada muy similar a la Vía Láctea y que, en su análisis, ha permitido determinar que la historia de nuestra galaxia no parece ser como se había creído hasta ahora. La observación de UGC 10738 muestra que nuestra galaxia evolucionó de una manera muy gradual. No fue el resultado de una violenta colisión. En UGC 10738 se pueden encontrar un disco denso y otro fino, bien diferenciados, similares a lo que vemos en nuestra propia galaxia.
Esto indica que, a pesar de lo que se había planteado hasta ahora, estas estructuras no aparecieron como fruto de una colisión con una galaxia más pequeña. En su lugar, parece que son el resultado de una evolución mucho más tranquila. Es decir, nuestra galaxia no evolucionó de una manera extraña, debido a una colisión poco frecuente. La Vía Láctea es una galaxia espiral típica. No parece haber nada excepcional en su evolución. Según han explicado los investigadores, los discos de la Vía Láctea aparecieron de forma totalmente normal.
Por ello, creen que las galaxias espirales, con un aspecto como el de la Vía Láctea, son las que han tenido una evolución normal. Algo que lleva a dos implicaciones diferentes. Por un lado, se creía que los discos fino y denso de la Vía Láctea se formaron tras una gran colisión con otra galaxia. Por lo que no deberían estar presentes en otras galaxias espirales. El estudio apunta en la dirección opuesta. Al no haber ningún fenómeno excepcional en la historia de la galaxia, este tipo de estructuras debería ser más bien común en otras galaxias espirales.
Nuestra galaxia como herramienta de estudio
Además, supone que podemos utilizar la Vía Láctea, y las observaciones detalladas que se han realizado de la galaxia, para poder analizar otras galaxias mucho más lejanas. En el caso de UGC 10738, según explican los investigadores, al igual que la Vía Láctea tiene un disco denso, formado por viejas estrellas. Algo identificable por su poca proporción de hierro respecto a helio. En su disco fino hay estrellas más jóvenes que contienen más metal. El Sol es, de hecho, una estrella del disco fino, con un 1,5% de elementos más pesados que el helio.
Como comparación, las estrellas del disco denso tienen de tres a diez veces menos elementos más pesados. Estos discos ya habían sido observados en otras galaxias, pero no era posible determinar si tenían la misma distribución de estrellas. Por lo que no se podía concluir que tuviesen un origen similar. En el caso de la galaxia UGC 10738, a 320 millones de años-luz, sí se ha podido responder a esta pregunta gracias a la ayuda del Telescopio Muy Grande, en Chile. Al verla de perfil, han podido realizar un estudio transversal de su estructura.
Con la ayuda del instrumento MUSE, han determinado la proporción de metales en las estrellas de sus discos denso y fino. Las proporciones eran prácticamente las mismas que las que se pueden observar en nuestra galaxia. Algo que apunta fuertemente a que las dos debieron seguir una evolución muy similar. La inclinación de la galaxia, respecto a nosotros, ha sido muy útil para poder llevar a cabo el estudio, al permitir ver el tipo de estrellas en cada disco. Algo así como intentar distinguir a gente de diferente altura desde un lado, en vez de desde las alturas.
Si la Vía Láctea es una galaxia espiral típica, es posible entender cómo evolucionaron otras
Algo muy interesante, que han resaltado los investigadores, es que el estudio es un paso importante para estudiar otras galaxias de disco (tanto espirales como lenticulares). Permitirá entender cómo se formaron, porque ya se sabe mucho sobre la propia historia de la formación de la Vía Láctea. El principal impedimento, hasta ahora, era que existía la duda de que nuestra galaxia no era una galaxia típica. Al descartar esa idea, se puede extrapolar lo observado en nuestra galaxia para estudiar otras galaxias espirales y entender qué se está observando.
En definitiva, el estudio es interesante porque, por un lado, nos lleva una vez más a esa imagen de que no parece haber nada especial sobre el lugar en el que nos encontramos. Ya no solo a escala del Sistema Solar, donde no parece haber nada especial respecto al Sol, ni la Tierra. Incluso a escala de galaxia. Aunque, en este último punto, es sin duda menos relevante. Aunque la Vía Láctea fuese especial, de algún modo, habría cientos de miles de millones de estrellas que, como la nuestra, estarían en esas mismas condiciones.
Es decir, no es un estudio que afecte a la percepción sobre la vida en otras galaxias. Ni siquiera se sabe si hay vida más allá del Sistema Solar. Pero, a la hora de estudiar la galaxia, y las galaxias espirales que se pueden observar en nuestro entorno, es una gran ayuda. Al determinar que la Vía Láctea no tiene nada de especial, en cuanto a su estructura, permitirá determinar cuáles sí destacan y ver cómo se diferencian. Además de entender también, como dicen los investigadores, en dónde encaja la galaxia en el conjunto de la evolución de las galaxias espirales desde el nacimiento del universo…
Estudio
El estudio es N. Scott, J. van de Sande, S. Sharma et al.; «Identification of an [α/Fe]—Enhanced Thick Disk Component in an Edge-on Milky Way Analog». Publicado en la revista The Astrophysical Journal Letters el 24 de mayo de 2021. Puede consultarse en este enlace.
Referencias: Phys