Las muestras del asteroide Ryugu han permitido encontrar indicios de la presencia de agua salada en el Sistema Solar exterior. Algo muy interesante porque permitirá refinar la búsqueda de las señales de los precursores de la vida en otros lugares de nuestro rincón de la Vía Láctea…

La presencia de agua salada en el Sistema Solar exterior puede ser muy útil

Los asteroides que orbitan cerca de la Tierra reciben mucha atención por el riesgo que suponen y la posibilidad de que, algún día, uno pueda colisionar con nuestro planeta. Por ello, 2024 YR4 está recibiendo mucha atención (pese a que la posibilidad de impacto en 2032 es muy pequeña). La proximidad de estos asteroides, además, también ofrece muchas oportunidades para entender mejor el universo. Ryugu, un asteroide de 900 metros, ha resultado ser muy útil en la búsqueda de señales de los bloques básicos de la vida en el Sistema Solar.

Descubren evidencias de agua salada en el sistema solar exterior
Imagen del asteroide Ryugu, tomada por el rover MINERVAII1 B tras separarse de Hayabusa-2. Crédito: JAXA

Un equipo de investigadores de la Universidad de Kioto ha encontrado evidencias de sales minerales en las muestras recogidas del asteroide Ryugu. Sucedió durante la primera fase de la misión Hayabusa2 de Japón. El descubrimiento de estos depósitos, que contienen carbonato de sodio, halita y sulfatos de sodio sugieren que, en el pasado, hubo agua salada, en estado líquido, en el interior del objeto del que posteriormente se desprendería Ryugu. Antes de examinar las muestras, el equipo ya tenía una idea de qué podría encontrar.

Esperaban que los granos de muestra traídos del asteroide contuviesen sustancias que generalmente están presentes en meteoritos. Suponían que podrían ser materiales muy solubles en agua, que reaccionan con facilidad con la humedad de la atmósfera de la Tierra y, por tanto, son difíciles de detectar a menos que se examinen en su estado original. Tal y como están preservados en el vacío del espacio. «El manejo cuidadoso nos ha permitido identificar estas delicadas sales minerales, permitiendo entender la historia química de Ryugu», dice Toru Matsumoto, uno de los investigadores.

El objeto del que se desprendió Ryugu

Los expertos creen que el asteroide Ryugu fue, originalmente, parte de un objeto más grande, que existió hace 4500 millones de años. Es decir, poco después de la formación del Sistema Solar. El objeto original se debió calentar por medio de la desintegración radiactiva, creando un entorno de agua caliente por debajo de 100ºC. Aunque Ryugu y sus granos no contenían humedad, hay preguntas sin responder sobre cómo se perdió ese agua en estado líquido. «Estos cristales cuentan cómo desapareció el agua del objeto original al que pertenecía Ryugu», dice Matsumoto.

Los cristales de sal se disuelven con facilidad en agua, sugiriendo que podrían haberse precipitado en agua muy salina y en condiciones con una cantidad limitada de agua en estado líquido. «Hemos teorizado que, a medida que las fracturas se exponían el agua salada al espacio, o al enfriarse el objeto, este líquido podría haberse evaporado o congelado. Las sales minerales descubiertas son los restos cristalizados de aquella agua». Los depósitos podrían ser cruciales para comparar el agua en el cinturón de asteroides y en los satélites de Júpiter y Saturno.

Algo importante porque los investigadores creen que estos objetos congelados podrían albergar depósitos de líquido, u océanos, bajo su superficie. Esperan que se descubra carbonato de sodio y halita en los depósitos en la superficie de Ceres, en las columnas de agua procedentes del satélite Encélado, de Saturno, y en las superficies de Europa y Ganímedes, de Júpiter. El descubrimiento de sales de sodio en las muestras de Ryugu proporciona nuevas pistas para comparar el papel del agua en el desarrollo de planetas y satélites en el sistema solar exterior.

La presencia de agua salada en el interior de objetos del Sistema Solar

Estas muestras resultan muy útiles porque la producción de sal está muy ligada a las características geológicas y la química de la salmuera en esos objetos acuosos. Resulta interesante, además, por la posibilidad de profundizar en el estudio de Ceres, Europa o Encélado. Aunque no hay muchos motivos para creer que Ceres pueda tener un océano capaz de albergar vida, no deja de tratarse de un objeto que, también, es más cercano a la Tierra. Es decir, su estudio puede resultar más sencillo que el de un satélite como Ganímedes o Europa.

Ceres observado por la sonda Dawn en 2015, en color muy aproximado a su tono real. Crédito: NASA / JPL-Caltech / UCLA / MPS / DLR / IDA / Justin Cowart

Además, en cuanto al propio Ryugu, permite comprender mejor cómo fue el pasado del Sistema Solar y los grandes objetos de los que se desprendieron los asteroides que encontramos en el presente. ¿Cuántos objetos, en aquella época, pudieron tener agua en estado líquido en su interior gracias a la degradación radiactiva? ¿Pudieron tener un papel importante, también, para explicar cómo llegó el agua a nuestro planeta? El estudio de objetos así permitirá entender cómo llegó la Tierra a tener los ingredientes necesarios para la vida.

También ayudará a hacerse una mejor idea de lo que podemos esperar observar en otros sistemas estelares y a delimitar con más precisión qué planetas (y en qué sistemas) podrían tener las mejores posibilidades de albergar vida. Es decir, este tipo de trabajos no solo ayudan a entender mejor el pasado y presente del Sistema Solar. También hay mucho por aprender que se podrá aplicar al estudio de mundos lejos del Sol. Es un ejemplo magnífico de por qué estas misiones de recogida de muestra de asteroides como Ryugu son tan valiosas…

Estudio

El estudio es T. Matsumoto, T. Noguchi, A. Miyake et al.; «Sodium carbonates on Ryugu as evidence of highly saline water in the outer Solar System». Publicado en la revista Nature Astronomy el 18 de noviembre de 2024. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys