Un grupo de astrónomos quiere construir un telescopio llamado Coloso. Su predecesor, el telescopio PLANETS, ya está en construcción en el volcán Haleakala, en la isla de Maui (Hawái). Lo más interesante, es que podría detectar la presencia de civilizaciones…
Coloso, un telescopio gigantesco
El telescopio PLANETS, que ya está en construcción, es solo un precursor. Es el inicio de una progresión de instrumentos que nos llevará hasta el telescopio Coloso. Será una herramienta compuesta de 58 telescopios independientes fuera de eje. El diseño fuera de eje elimina las obstrucciones hacia el haz de luz. Esas obstrucciones pueden ser, por ejemplo, los apoyos de los espejos secundarios.
No es un asunto menor. Las obstrucciones pueden provocar efectos de difracción y reducir la calidad de imagen en telescopios simétricos. Así que, en su lugar, la luz del espejo principal se desvía ligeramente del haz de luz, reduciendo la difracción y la dispersión de luz. El telescopio Coloso utilizará espejos ultrafinos y métodos interferométricos para conseguir una resolución efectiva de 74 metros. Además, va a estar optimizado para detectar vida más allá del Sistema Solar y, quizá, civilizaciones extraterrestres.
Construir un telescopio de estas dimensiones no será una tarea fácil. Será necesaria innovación en muchos campos, especialmente para reducir el peso y aumentar la resolución de imagen. Coloso se apoyará en espejos extremadamente ligeros, que utilizarán actuadores electromecánicos para controlar la forma del espejo y darle dureza. Será una obra de ingeniería nada desdeñable, pero sus capacidades son muy prometedoras.
El calor de las civilizaciones
Un instrumento de este tipo tendrá la suficiente capacidad de resolución, y de claridad de imagen, para detectar posibles biomarcadores en exoplanetas. Si los hubiese, también podría detectar los marcadores de civilizaciones extraterrestres. Este último punto es, probablemente, uno de los más llamativos. Ya he hablado en alguna ocasión de lo que se llama SETI dysoniano. Es decir, la búsqueda de inteligencia no por sus posibles mensajes, si no por la evidencia de sus actividades.
Richard Carrigan, un científico emérito del Laboratorio Nacional Fermi, ha realizado búsquedas de esos posibles objetos. Lo ha hecho apoyándose en los datos de la misión del IRAS (por sus siglas en inglés, Infrared Astronomical Satellite), de 1983. Considera que era lo suficientemente sensible para detectar esferas de Dyson a una distancia de 300 pársecs (unos 1.000 años-luz). Pero no es el único. El radioastrónomo ruso Vyacheslav Ivanovich Slysh también buscó señales de objetos Dyson. Así como M. Y. Timofeev o Nikolai Kardashov.
Carl Sagan, trabajando con Rusell Walker, ya analizó la detectabilidad infrarroja de civilizaciones Dyson (un estudio publicado en la revista The Astrophysical Journal) en los años 60. En él, destacaba la dificultad de distinguir la señal de una esfera de Dyson de un fenómeno natural. Algo que ya he mencionado en alguna ocasión aquí (antes de achacar una observación a una esfera de Dyson, hay multitud de explicaciones naturales). Es decir, sea como fuere, tenemos que encontrar algo que pueda ser identificado constantemente como una esfera de Dyson.
Rumbo a objetos más pequeños
La construcción de Coloso nos permitirá pasar de las gigantescas construcciones Dyson (esferas con tamaños comparables al de un planeta) a una escala mucho más pequeña. Pero también más probable. Podremos pensar en detectar señales de calor de alguna civilización extraterrestre activa. A fin de cuentas, para sostener una civilización hace falta energía. Sabemos, gracias a las leyes de la termodinámica, que el calor produce energía.
En todos los intentos de búsqueda de objetos dysonianos, se intentaba encontrar ese calor como producto de las actividades de una civilización. No se consideraba si esa cultura podía tener alguna intención de comunicarse. Simplemente intentamos observar las consecuencias inevitables de convertirse en una civilización que ha llegado a un cierto nivel de desarrollo. En un estudio sobre Coloso y su aplicación, los investigadores Jeff Kuhn y Svetlana Berdyugina lo explican detalladamente.
El calor residual es un indicador casi inevitable de la existencia de actividad biológica. Igual que la energía que consume la civilización es reintroducida en el entorno planetario como calor. A niveles planetarios, el calor producido biológicamente tiende a acumularse en ciertos lugares, exactamente del mismo modo que el calor tecnológico de una civilización extraterrestre es poco probable que se distribuya de manera uniforme.
Islas de calor
La topografía del planeta y la tendencia de la población a agruparse en regiones urbanas y agrarias producen islas de calor. La distribución espacial y temporal de ese calor podría utilizarse como una especie de huella para detectar civilizaciones distantes. Lo más interesante, es que se plantea que el telescopio Coloso podría permitirnos detectar civilizaciones que estarían alrededor del Tipo I de la escala de Kardashov. Es decir, con un desarrollo muy similar al nuestro.
Es un paso adelante muy interesante. La búsqueda de esferas de Dyson nos limita a civilizaciones de Tipo II o superior. Aquellas capaces de utilizar, como mínimo, toda la energía producida por la estrella de su sistema. Pero con Coloso podríamos dar con indicios de civilizaciones de tipo I. Aquellas que son capaces de utilizar toda la energía disponible en su planeta. En esa misma escala, solemos decir que la Humanidad está en el nivel 0,7.
La correlación entre consumo de energía y la cantidad de información acumulada es muy fuerte en nuestra sociedad. De hecho, recolectamos información a un ritmo que se dobla en un período de entre dos y tres años. Nuestro consumo de energía aumenta a un ritmo que es superior al crecimiento de la población. El consumo global de energía crece alrededor de un 2,5% por año. La población mundial crece a algo menos de la mitad por año.
La energía como pista
Por tanto, podemos asumir que incluso una civilización avanzada muy eficiente tendrá una demanda de energía muy elevada. Será la consecuencia del coste de construir y utilizar toda la información disponible. A medida que las culturas maduran, la cantidad de información crece. Pero hay límites en la cantidad de energía que una civilización puede llegar a utilizar a escala planetaria.
Por eso, el calor residual puede ser una señal de detección muy potente con el equipo adecuado. Una herramienta como Coloso, que no operará observando una franja enorme del cielo, si no una pequeña región, sería capaz de estudiar planetas cercanos que estén en la zona habitable de sus estrellas, y podría detectar ese calor residual. Un estudio de las estrellas a unos 60 años-luz de distancia del Sol nos podría permitir identificar a alguna civilización extraterrestre o demostrar su ausencia.
Es una idea muy tentadora. Todavía queda mucho trabajo por delante para que Coloso pueda llegar a ser una realidad. No sólo eso, hay que comprender si una civilización suficientemente avanzada, tecnológicamente hablando, es capaz de sobrevivir o no. Los telescopios gigantes, y su habilidad para detectar señales de vida, ya sea la posible presencia de organismos sencillos, o la firma de calor de una civilización avanzada, o la ausencia de ambos, nos ayudará a entender mejor el universo en el que vivimos.
Referencias: Centauri Dreams