Hacia 2083, un sistema binario podría colisionar y explotar como nova. Es un fenómeno muy llamativo, que será fácilmente visible desde la Tierra. Por las características del sistema, un grupo de investigadores ha podido determinar el destino de esas estrellas y su resultado…
V Sagittae: una estrella variable cataclísmica
V Sagittae es una estrella que, en la mayor parte de casos, pasaría desapercibida. Está a 1100 años-luz del Sistema Solar y no es especialmente brillante. Es difícil de observar incluso con telescopios que no sean muy grandes. En 1902 se descubrió que se trata de una estrella variable. Décadas después, en 1963, se determinó que es una estrella binaria. Forma parte del grupo de estrellas variables cataclísmicas. Está formada por una enana blanca, el cadáver de una estrella similar al Sol, y una estrella normal, que está perdiendo su material.
En un sistema variable cataclísmico, las dos estrellas están suficientemente cerca entre sí. Tanto que la gravedad de la enana blanca deforma a la estrella principal y le roba su masa. Todo ese material forma un disco alrededor de la enana blanca (al que se denomina disco de acreción). Con el tiempo, finalmente, el material se precipita desde ese disco a la estrella en sí. En ese proceso, el material emite energía ultravioleta y rayos X muy intensa. Ahora, un grupo de investigadores ha determinado que están en una espiral fatídica.
En las próximas décadas, V Sagittae va a aumentar su brillo dramáticamente. Hacia 2083, alcanzará el punto crítico y se convertirá en una nova. La enana blanca habrá robado tanto material a su compañera, que ambas estrellas se acercarán hasta colisionar, explotando de forma catastrófica. En las próximas décadas, por tanto, sera cada vez más fácil de observar, pero no llegará a ser visible a simple vista. Al menos, no hasta el momento decisivo. Cuando llegue la nova, sin embargo, será fácil de reconocer, porque brillará como Venus o Sirio.
Una nova observable en 2083… más o menos
V Sagittae es un caso extremo de estrella variable cataclísmica. Curiosamente, la estrella donante, a la que la enana blanca le está robando material, tiene 4 veces más masa. Es el único caso conocido en el que la estrella ordinaria es más masiva que la enana blanca. Además, el sistema es 100 veces más brillante que cualquier otra variable cataclísmica. Esa luminosidad extrema, por otro lado, es también una pista. Indica que la enana blanca está robando cada vez más y más material. Parte caerá al disco de acreción, y parte será expulsado al espacio.
La nova se producirá porque llegará un momento en el que, simplemente, la estrella ordinaria habrá perdido tanta masa que su órbita se deteriorará hasta chocar con la enana blanca, produciendo una llamativa nova que será visible hacia 2083. Aunque no hay que tomar el año como una predicción exacta. Desde que existen registros, se ha podido observar que el ritmo al que aumenta de brillo está aumentando cada vez más rápido. Es el síntoma de que ese proceso que les llevará a una espiral de destrucción ya está en marcha y a gran velocidad.
Dicho de otra manera, no hay dudas de que esa colisión, y por tanto la nova, tendrá lugar. Como la estrella ordinaria es más masiva que la enana blanca, el ritmo de transferencia de masa, hacia la enana blanca, aumenta exponencialmente con el paso del tiempo. Según explican los investigadores, la mayor parte del material caerá hacia la enana blanca en las últimas semanas y días. En el momento cumbre, el brillo alcanzado no será muy diferente al de una supernova. Sucederá entre 2067 y 2099, probablemente a medio camino (2083).
Una estrella ‘invitada’
En realidad, la estimación de los investigadores es 2083, con un margen de error de 16 años (hacia arriba y abajo). El motivo es, simplemente, por la incertidumbre de los datos que se han recogido a lo largo de las décadas y las variaciones de brillo. Lo que sí está claro es qué pasará cuando suceda. Ese brillo máximo, similar al de una supernova, será visible durante un mes. Estará a medio camino entre el brillo de Venus y el de Sirio. Será, por tanto, la estrella más brillante que se pueda observar. Pero solo durante un breve tiempo.
Tras la colisión, quedará tras de sí una estrella gigante roja, con un núcleo formado por la enana blanca, una capa de hidrógeno en plena fusión, y una gran corona de hidrógeno. A pesar de todo esto, no será tan brillante como la supernova de Kepler, observada en 1604. En aquella ocasión, la supernova fue observable de día, incluso, durante tres semanas. Aunque sí será más brillante que la última nova observada. Será la primera estrella invitada en una buena temporada. Una estrella visible allí donde antes, en nuestro firmamento, no había ninguna.
Se podrá observar cerca de la constelación de Sagitta (la Flecha). No será lo mismo que ver la explosión de Betelgeuse, pero la escala en la que tendrá lugar es mucho más interesante. Porque se trata de un fenómeno que se podrá observar este mismo siglo. Será algo que dará que hablar, en ese momento, tanto para la comunidad científica como para la sociedad en general. Después de un mes, aproximadamente, desaparecerá del firmamento, su brillo bajará mucho. Y habrá que esperar a la siguiente estrella invitada…
Referencias: Universe Today