Siempre hemos dado por hecho que los planetas que componen el Sistema Solar son lo que se formaron en su momento. Pero, ¿y si no fuese así? ¿Y si hubo más planetas? Un nuevo estudio plantea que podríamos tener evidencias de un meteorito procedente de un viejo planeta destruido…
Una idea vieja con nueva información
La idea de que pudo haber otros planetas en el Sistema Solar no es nueva. Quizá fuese solo uno, o toda una generación de planetas formados antes que los nuestros. Ahora, un nuevo estudio presenta evidencias que apoyan que quizá eso fue lo que sucedió. Ese planeta, o posibles planetas, fueron destruidos en las colisiones durante la formación del Sistema Solar. ¿Dónde fueron a parar sus restos? A la formación de nuevos planetas.
La evidencia es un meteorito que cayó en el Desierto de Nubia, en Sudán, en 2008. Es el meteorito 2008 TC3. También conocido como el meteorito Almahata Sitta. En su interior hay minúsculos cristales, nanodiamantes. Según el estudio, estos cristales solo podrían haberse formado en condiciones de presión muy elevada. Las que se darían durante el proceso de formación de un planeta. Algo que choca con lo creído hasta el momento.
Porque se planteaba que la presencia de esos nanodiamantes podían tener un origen diferente. Podían ser el producto de una potente onda de choque formada en la colisión de los objetos desde los que saldría despedido. Los investigadores creen que, en realidad, el único escenario concebible es el de la fase de crecimiento de un planeta. Así que nos encontramos ante un escenario que, como mínimo, es llamativo.
Un planeta destruido muy pronto
En los modelos de formación de planetas hay un modelo que encajaría. Se trata del método de acreción. Los objetos más pequeños van acumulando material dando lugar a los más grandes. Si el proceso dura el tiempo suficiente, terminan formándose planetas como la Tierra. Los objetos más pequeños, que se unen para formar otros más grandes, podrían tener tamaños entre los de la Luna y Marte.
El problema está en que es difícil encontrar evidencias de que esos objetos pequeños existieron. Hay un tipo de meteorito poco frecuente, conocido como ureilita, que podría proporcionar evidencias que apoyen a ese modelo. Ese es el tipo de meteorito que cayó en el Desierto de Nubia en 2008. Las ureilitas son diferentes al resto de meteoritos. Tienen una mayor proporción de carbono que otros meteoritos.
La mayor parte, en forma de nanodiamantes. Los investigadores de Suiza, Francia y Alemania han examinado los diamantes de 2008 TC3 y determinaron que, probablemente, se formaron en un pequeño protoplaneta hace unos 4.550 millones de años. Las ureilitas son diferentes al resto de meteoritos rocosos. Uno de los investigadores del estudio tiene claro que, para él, esos diamante solo pueden proceder del interior de un planeta.
¿Qué sabemos de ese posible planeta destruido?
Según el estudio, esos nanodiamantes tuvieron que formarse bajo una presión de unos 200.000 bares. Para que te hagas una idea, 1 bar es la presión atmosférica a nivel del mar en la Tierra. Eso querría decir, por tanto, que el planeta destruido, en el que se formaron, debió tener un tamaño como el de Mercurio, o quizá Marte. La clave está en el tamaño de los nanodiamantes. Los resultados del equipo muestran la presencia de cristales de diamante de más de 100 micrómetros.
Los nanodiamantes proceden de ellos a través de un proceso de segmentación (grafitización). Pero los investigadores están seguros de que los hay. Esos diamantes solo podrían haberse formado en un entorno de alta presión. Es decir, el interior de un planeta. Una onda de choque no habría sido suficiente para crearlos. Además, ese objeto, del que procede el meteorito de ureilita, tuvo que verse sometido a colisiones.
De otro modo, lo veríamos en algún lugar. Aquí es donde sí que nos encontramos con una onda de choque, por raro que parezca. El estudio plantea que aquel proto-planeta chocó en algún momento. Esa colisión produjo una onda de choque que fue la causante de segmentar los diamantes en esos nanodiamantes que se pueden observar. La clave podría estar en la imagen que se utiliza en el estudio.
El papel de los nanodiamantes
En esas dos imágenes se muestra una región que ha sido ampliada (recuadro verde). En la izquierda, las líneas punteadas indican zonas de diamantes que están separadas de zonas de grafito. A la derecha, las marcas naranjas muestran rastros de inclusión. Si te fijas, están presentes en las dos partes de diamante, pero no en la región del grafito. Es algo que hace pensar que, por tanto, ambos fragmentos forman parte de uno más grande.
Para los investigadores, es una evidencia innegable de que eran parte de un diamante más grande. En cualquier caso, la idea no deja de ser muy interesante. En los primeros 10 millones de años del Sistema Solar, debió formarse un pequeño planeta. Tuvo un tamaño entre el de Mercurio y Marte. En su interior, se formaron nanodiamantes grandes, producto de las elevadas presiones durante su crecimiento.
En algún momento posterior, ese planeta chocó con otros objetos. Así que se produjo una onda de choque. De ahí surgen los nanodiamantes más pequeños. Fueron el producto de la fragmentación en trozos más pequeños. Uno de esos trozos, más adelante, cayó en la Tierra. Se trata de una conclusión interesante. Pudo haber un planeta destruido en el pasado del Sistema Solar. Y si fue así, ¿hubo otros? ¿Fueron destruidos también o fueron expulsados y se convirtieron en planetas errantes?
El estudio es F. Nabiei, J. Badro, T. Dennenwaldt et al.; «A large planetary body inferred from diamond inclusions in a ureilite meteorite». Publicado en la revista Nature el 17 de abril de 2018. Puedes consultarlo en este enlace.
Referencias: Universe Today
Leído, tío!
La hipótesis de la formación de la luna a partir del impacto de la tierra con un planeta del tamaño de Marte (Teia?) iría en esa dirección, ¿no?
U otras hipótesis (no sé si fundadas o infundadas) que explican el origen del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter a partir de un planeta que fue destruido (supongo que por impactos o choques) también indican la existencia de otros planetas diferentes de los que conocemos ahora.