MISSE-FF es una plataforma, en la Estación Espacial Internacional, muy útil. Permite exponer al espacio diferentes materiales y elementos. Así, se puede analizar su resistencia a ese entorno extremo y definir su uso en diferentes circunstancias. Es una herramienta muy interesante…

MISSE-FF lleva mucho tiempo en funcionamiento

El espacio puede parecernos un lugar vacío, pero lo cierto es que contiene temperaturas extremas, niveles de radiación elevados, micrometeoroides y el brillo del Sol, sin filtro alguno. Además, los materiales y equipo en el exterior de la Estación Espacial Internacional se ven expuestas a oxígeno atómico (OA), y otras partículas cargadas, mientras la estación orbita alrededor de la Tierra en el borde de la atmósfera. Solo los materiales, equipo y organismos más duros pueden soportar un entorno tan hostil. Los científicos han descubierto algunos con usos interesantes.

MISSE-FF: la exposición al espacio en la EEI
La plataforma MISSE-FF en la Estación Espacial Internacional. Crédito: NASA

Hay diferentes maneras de probar los efectos de la exposición al espacio en la superficie del planeta. Sin embargo, solo allí se puede tener el efecto combinado, tal y como explica Mark Shumbera, de Aegis Aerospace. Son los propietarios de MISSE Flight Facility (MISSE-FF), una plataforma que se dedica al estudio de la exposición al espacio en la estación. Aproximadamente, cada seis meses se lanzan nuevas misiones a MISSE-FF. Los experimentos comenzaron en 2018, cuando se instaló la plataforma, y seguirán mientras la estación siga funcionando.

Anteriormente, hubo una plataforma MISSE, que estuvo en marcha de 2001 a 2016. Algunas de estas misiones ayudan a los investigadores a entender cómo se desenvuelven las nuevas tecnologías en el espacio. Antes de utilizar la tecnología en un satélite o vehículo operativo, es importante tener la confianza de que rendirá como se espera en el espacio. MISSE-FF tiene cámaras de alta definición que toman imágenes, periódicamente, de todos los objetos en su plataforma. También incorpora sensores para medir las condiciones del entorno…

El trabajo también sigue en nuestro planeta

Así, MISSE-FF también registra la temperatura, radiación, y exposición a oxígeno atómico y ultravioleta. Todos los elementos puestos a prueba vuelven a la Tierra para realizar análisis posteriores al vuelo. Los científicos de la NASA han llevado a cabo diferentes misiones con MISSE-FF para analizar los efectos del oxígeno atómico, y la radiación, en cientos de muestras y dispositivos. MISSE-9, por ejemplo, comprobó cómo se enfrentan a la exposición al espacio los polímeros, compuestos y revestimientos.

En estas misiones, principalmente se comprueban dos efectos principales de degradación. El primero es la velocidad de erosión de un material por la interacción con el oxígeno atómico. La medición de la pérdida de masa, en materiales expuestos al espacio, permite determinar la tasa de erosión por esa interacción. Algo que ayuda a los diseñadores de naves a determinar si un material en concreto es apto para su uso. También permite determinar qué espesor debería tener. Los materiales que se usan como aislamiento de la nave pueden volverse quebradizos.

Es la consecuencia de los ciclos de exposición y radiación en órbita. Al volverse quebradizo, pueden aparecer fracturas y provocar problemas como sobrecalentamiento de los componentes de la nave. También se comprueba la resistencia de esos materiales a volverse quebradizos. La única manera de encontrar la respuesta es exponer las muestras al espacio. Otra plataforma con el mismo objetivo es EXPOSE-R-2, de la Agencia Espacial Europea. En su caso, se han usado también biofilms, biomoléculas y organismos extremófilos expuestos al espacio y condiciones similares a Marte.

La importancia de estas plataformas para el futuro

Los organismos extremófilos son capaces de vivir en condiciones intolerables o incluso letales para la mayoría de organismos. De ahí que también se estudie su comportamiento. De todos modos, un factor crítico para cualquier misión futura es aumentar su autonomía. Cuanto más se aleje una misión de la Tierra, menos puede depender de nuestro planeta. En este escenario, los extremófilos pueden ser muy útiles. Las cianobacterias, por ejemplo, pueden convertir el dióxido de carbono de una atmósfera y convertirlo en carbohidratos, además de producir oxígeno.

La plataforma Expose-R-2 en la Estación Espacial Internacional, con un diagrama de células secas de Chroococcidiopsis. Crédito: NASA

Las células de Chroococcidiopsis secas, expuestas en la estación, recibieron una cantidad de radiación equivalente a la de un viaje a Marte. Su respuesta parece sugerir que las bacterias podrían viajar al planeta y, allí, ser rehidratadas según fuese necesario. Esas células secas también se han utilizado con simulaciones del suelo marciano y lunar. Además, han recibido una dosis ultravioleta correspondiente a 4 horas de exposición en la superficie marciana. Todo esto, con el objetivo de ver si las cianobacterias pueden reparar el daño de su ADN en esas condiciones.

Los resultados parecen sugerir que es así. Así que se podrían utilizar para aprovechar los recursos en esos posibles asentamientos humanos. En otros casos, por ejemplo, se han encontrado señales de vida en hongos (con melanina) tras 16 meses de exposición al espacio. Son solo algunos de los casos que se han llevado a cabo, mostrando como algunos organismos, incluso, pueden superar condiciones extremadamente duras. A medida que nuestras misiones se vuelvan más profundas, este tipo de trabajos garantizarán que los materiales y sistemas que se usen están preparados para esos viajes.

Referencias: NASA