En 2016 se anunció que había indicios que apuntaban a la existencia de lo que hoy conocemos como el Planeta Nueve. En este tiempo, sin embargo, no se ha logrado confirmar su presencia. Un nuevo estudio apunta a que, en realidad, los indicios no eran tan robustos como se podría pensar…
Los indicios del Planeta Nueve siempre han estado plagados de dudas
En 2016, Mike Brown y Konstantin Batygin anunciaban al mundo que había motivos para creer que podía haber un planeta más por descubrir en el Sistema Solar. El principal argumento reside en la observación de diferentes objetos, en el cinturón de Kuiper, que no interaccionan gravitacionalmente con Neptuno. El planeta más alejado del Sol es un factor muy importante en la región más allá. Por todos es conocida su curiosa relación orbital con Plutón, donde el planeta completa tres órbitas por cada dos que realiza el planeta enano.
Pero, más allá de los dominios de Neptuno, Brown y Batygin observaron objetos que parecen apilarse en una región concreta del Sistema Solar. Algo que indicaría que, en el extremo opuesto, un objeto masivo, un planeta, los mantendría a raya. Algo similar a lo que hacen Neptuno y Júpiter con el cinturón de Kuiper y asteroides, respectivamente. En su primer estudio, llegaron a determinar que esa acumulación de objetos solo tenía un 0,007% de posibilidades de que fuese una simple coincidencia. Pero no pasó mucho tiempo hasta que surgieron más apreciaciones.
Otros investigadores de la comunidad científica incidieron en el hecho de que nuestra tecnología tiene límites. Todavía tenemos mucho camino por recorrer en este aspecto. Especialmente en la observación de objetos tan lejanos y tenues. Lógicamente, los objetos más sencillos de detectar serán aquellos que estén más cerca del Sol. Sin contar el hecho de que tengan un brillo lo suficientemente elevado como para poder detectarlos desde nuestro planeta. Por ello, se apuntó a que simplemente podía ser una observación sesgada, aunque sin mala intención.
El problema de observar objetos lejanos y tenues
Para poder observar objetos transneptunianos es necesario que se den ciertos requisitos. Tienen que estar lo más cerca posible del Sol, en sus órbitas. Para verlos, es necesario centrarse en una parte concreta del cielo y en momentos concretos. Es decir, las observaciones están limitadas a franjas muy específicas. Por lo que, con el tiempo, no es descartable que simplemente parezca detectarse una acumulación de objetos por que las observaciones sean muy limitadas. A fin de cuentas, los objetos más lejanos serán indetectables.
No brillarán lo suficiente para que nuestra tecnología sea capaz de detectarlos. O, al menos, no por ahora. Lo mismo se aplica a los objetos transneptunianos que estén presentes en otras regiones del firmamento. Estos pasan desapercibidos, sencillamente, porque no pueden ser observados. Son argumentos lo suficientemente sólidos para preguntarse si la posibilidad de que el Planeta Nueve exista es tan alta como se dijo inicialmente. Es cierto que hay indicios intrigantes. Pero también es importante el hecho de que, sin esa acumulación de objetos, el resto se viene abajo…
Por ello, un grupo de investigadores ha recurrido a diferentes datos, obtenidos a través de telescopios repartidos por todo el mundo, que se han centrado la observación de 14 objetos transneptunianos extremos. Ninguno de estos objetos fue incluido en el estudio inicial de Brown y Batygin. Después, analizaron las órbitas de estos objetos construyeron simulaciones para entender sus particularidades. Así, vieron que no eran objetos que apuntasen a la existencia de agrupaciones (de objetos transneptunianos, por repetitivo que suene) en el Sistema Solar.
Sin indicios del Planeta Nueve… ¿qué nos queda?
Es decir, las órbitas de estos objetos no hacen pensar que haya otros que describan recorridos similares a los que realizan. No existiría, por tanto, agrupación alguna de objetos que se ven influidos por la gravedad de algo mucho más masivo. Por lo que, concluyen, la explicación, a las observaciones con las que se habló del Planeta Nueve, parece mucho más mundana. Lo que sucedió, simplemente, es que los objetos que analizaron Mike Brown y Konstantin Batygin estaban en el lugar que necesitaban para poder pensar que su hipótesis es correcta.
Aunque, antes de correr a quitarle el mérito a ambos investigadores, hay que tener en cuenta algo más. Este equipo de investigadores también admite que su estudio no es suficiente para descartar que el Planeta Nueve realmente exista. La posibilidad de que haya un planeta masivo, más allá de la órbita de Plutón, sigue siendo válida. Lo que sí parece claro es que los indicios del Planeta Nueve ahora son mucho menos sólidos. Es menos probable que realmente haya un mundo masivo esperándonos ahí fuera.
Pero sigue cabiendo esa posibilidad. Por lo que, en el fondo, este estudio no tiene por qué implicar un cambio de planes en el futuro. La búsqueda del Planeta Nueve puede continuar. En el camino, seguramente, se encontrarán más objetos transneptunianos con órbitas extremas. De hecho, es algo que ya ha sucedido en estos años. Cabe suponer que, tarde o temprano, llegará un momento en el que la base de objetos detectados será lo suficientemente grande para entender mucho mejor qué está sucediendo. Dicho de otro modo: queda mucha ciencia por delante…
Estudio
El estudio es K. Napier, D. Gerdes, L. Hsing Wen, S. Hamilton et al.; «No Evidence for Orbital Clustering in the Extreme Trans-Neptunian Objects». Está disponible para su consultar en arXiv, en este enlace.
Referencias: Phys