Tras un viaje de cuatro años, la sonda OSIRIS-REx se ha posado en la superficie del asteroide Bennu para recoger muestras de su roca y polvo. Ha sido una operación muy delicada ejecutada a más de 300 millones de kilómetros de la Tierra, mientras el equipo se mantenía a la espera…

La sonda OSIRIS-REx ha funcionado de forma autónoma

La sonda OSIRIS-REx ha llevado a cabo una operación de Touch-And-Go (algo así como «toque y salida). Una maniobra ejecutada desde las instalaciones de Lockheed Martin Space, en Denver, Colorado. A las 00:12 del 21 de octubre (horario peninsular español), se anunció que la sonda OSIRIS-REx se había posado en la superficie de Bennu y estaba en proceso de recoger las muestras de su material. Una misión que llevaba 12 años en planificación se iba a ver resuelta en apenas 16 segundos, necesarios para ejecutar la maniobra de recogida.

La sonda OSIRIS-REx recoge muestras de Bennu
Concepto artístico de la sonda OSIRIS-REx llegando a Bennu. Crédito: NASA/Goddard/University of Arizona

Un proceso totalmente automatizado que, si ha ido bien, habrá permitido que la sonda recoja al menos 60 gramos de material. Un regolito que permitirá que los científicos puedan comprender mejor los orígenes del Sistema Solar. Ahora, sin embargo, queda otra parte todavía no menos difícil. Habrá que esperar hasta septiembre de 2023 para que la nave regrese a la Tierra. Si todo sale bien, se convertirá en la nave que ha recogido la mayor cantidad de material, de un objeto celeste, desde las misiones del programa Apolo y el material traído de la Luna.

Es una misión de lo más interesante, porque el asteroide Bennu permitirá estudiar y entender mejor cómo fue la infancia del Sistema Solar. Los investigadores esperan poder analizar cómo eran los procesos químicos de la época, hace miles de millones de años. Junto al material obtenido de nuestro satélite, así como el de otras misiones como Hayabusa y Hayabusa2, de la agencia espacial japonesa, JAXA, será una buena fuente para seguir completando la imagen de cómo era este rincón de la galaxia en aquel pasado remoto.

Una operación tremendamente lenta

OSIRIS-REx es una nave de unos 2,5 metros de largo, alto y ancho, que ha tenido que operar con una precisión tremenda. En la fase final del descenso, se movió a una velocidad de tan solo 10 centímetros por segundo, mientras descendía en el cráter Nightingale, en el polo norte del asteroide. La región tiene un diámetro de 490 metros. Después, OSIRIS-REx desplegó un brazo robótico en la zona objetivo, de unos ocho metros de diámetro. Después, disparó nitrógeno presurizado para agitar el regolito de la superficie y poder atrapar la muestra.

Después, volvió a encender sus propulsores para alejarse del asteroide, poniendo fin a la operación. Todo el proceso se siguió en directo desde nuestro planeta, con un retraso de 18 minutos y medio, debido al tiempo necesario para que viajasen las señales desde el asteroide hasta la Tierra. Normalmente, Bennu orbita entre Venus y Marte. A lo largo del 21 de octubre, se espera que estén disponibles las imágenes tomadas por la sonda, una vez esté lo suficientemente lejos del asteroide y pueda enviar la información recolectada.

Sin embargo, habrá que esperar hasta el 24 de octubre para saber si, realmente, OSIRIS-REx ha llegado a recoger muestras del asteroide Bennu. Como mínimo, se espera recolectar 60 gramos, aunque la nave podría llegar a capturar hasta dos kilogramos. Si, en esta ocasión, no se hubiese recogido suficiente material, la nave deberá descender de nuevo. Algo que sucedería ya en 2021, el 12 de enero, en otro lugar libre de grandes rocas, cerca del ecuador de Bennu. Por lo que habrá que prestar atención a lo que suceda próximamente.

Las muestras se analizarán durante los próximos años

El análisis del material de Bennu es tremendamente interesante porque, al igual que el resto de asteroides, está formado por el mismo material que compone los planetas. Por lo que, a través de ellos, se puede reconstruir no solo la historia del Sistema Solar, también la de la Tierra, a lo largo de miles de millones de años. Con los laboratorios terrestres, será posible llevar a cabo un análisis muy detallado de sus características químicas y físicas. Pero todo ese material, por poco que pueda parecer 60 gramos, no se analizará de una tacada.

El asteroide Bennu visto de cerca por OSIRIS-REx. Crédito: NASA/Goddard/University of Arizona

A fin de cuentas, basta fijarse en el material traído de la Luna. 50 años después, todavía hay muestras que no se han abierto para su estudio. Lo mismo sucederá, sin duda, con el material traído de Bennu. El equipo de la misión eligió este asteroide porque es cercano y muy antiguo. Han determinado que debió formarse en los primeros 10 millones de años del Sistema Solar. La exploración del asteroide ha resultado ser muy intrigante, por las imágenes obtenidas desde que la nave llegase a su destino, a finales de 2018.

La superficie de Bennu está repleta de guijarros y rocas, en ocasiones de hasta 30 metros de altura. Ha resultado estar activo, emitiendo pequeñas columnas de partículas y rocas de hasta 10 centímetros. El producto, probablemente, de impacto de meteoroides y variaciones de temperatura. Sea como fuere, los próximos años serán muy interesantes en cuanto al análisis de los asteroides. La misión Hayabusa2, que recogió muestras del asteroide Ryugu el año pasado, ya están en su viaje de vuelta a la Tierra. Llegará a finales de este mismo año.

Referencias: Phys