La Luna pudo albergar vida hace miles de millones de años. Es una afirmación que resulta, como mínimo, extraña. Especialmente si tenemos en cuenta que es un lugar sin atmósfera, sin requisitos necesarios para ser habitable… pero puede que no siempre fuese así.

La Luna pudo albergar vida poco después de su formación

La Luna pudo albergar vida en el pasado lejano

La Luna observada por la sonda Galileo el 7 de diciembre de 1992.
Crédito: NASA/JPL/USGS

En un nuevo estudio, un grupo de investigadores plantea que la Luna pudo albergar vida durante dos breves momentos de su historia. Las condiciones, según plantean, podrían haber sido las apropiadas para permitir que se formasen formas de vida sencillas. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que nuestro satélite llegase a tener vida. Hacer esa interpretación sería muy apresurado. No hay evidencias, de hecho, de que la Luna llegase a tener vida.

Pero dicho esto, es interesante considerar los planteamientos de los investigadores. El primer momento de habitabilidad se dio hace 4 000 millones de años, poco después de que se formase. Creemos que la Luna es el producto de una colisión de la Tierra con un objeto de un tamaño similar a Marte, al que denominamos Teia. El segundo momento se produjo poco tiempo después, hace unos 3 500 millones de años.

Es en ese entonces cuando nuestro satélite experimento la mayor cantidad de actividad volcánica. En ambos períodos, los investigadores plantean que la Luna debió expulsar grandes cantidades de gases volátiles a temperaturas muy elevadas. Entre esos elementos se encontraría, también, el vapor de agua. Así que es razonable pensar que, quizá, la Luna llegase a tener tanto pequeñas regiones de agua como una atmósfera lo suficientemente densa para retenerla durante unos millones de años.

La luna pudo tener los ingredientes necesarios

La cara oculta de la Luna, fotografiada por los astronautas de Apollo 16.
Crédito: NASA

Así que, temporalmente, es posible que la Luna tuviese las condiciones necesarias para que pudiesen desarrollarse algunas formas de vida. La conclusión también está apoyada en datos de misiones recientes y análisis de las rocas lunares. En ellas, se muestra que el satélite no es tan seco como podría parecer. De hecho, en este sentido hemos tenido noticias, en los últimos tiempos, que apuntan a la existencia de agua.

En 2009 y 2010, un equipo de investigadores descubrió que había cientos de millones de toneladas de agua congelada. Hay evidencias que apuntan a que el manto de la Luna podría tener una gran cantidad de agua. Probablemente, llegó allí poco después de la formación del satélite. A todo esto nos falta sumarle un requisito no menos importante. Sin él, la vida podría no llegar a desarrollarse allí.

Es muy  probable que, durante ese tiempo, la Luna estuviese protegida por su propio campo magnético. Algo que habría protegido a las formas de vida, si es que las llegó a haber, del viento solar procedente del Sol. Durante un breve tiempo, quizá unos millones de años, nuestro satélite pudo ser perfectamente viable. Incluso, los investigadores ofrecen explicaciones sobre cómo pudo haber llegado hasta allí.

La Luna pudo albergar vida… de la Tierra

Vista del sur del Mare Imbrium, en la Luna.
Crédito: NASA

Una posibilidad es que la vida en la Luna surgiese de una manera similar a la de la Tierra. Pero lo más probable es que, en su lugar, fuese transportada hasta allí a través del impacto de un meteorito. Las primeras evidencias de vida en la Tierra son fósiles de cianobacterias con entre 3 500 y 3 800 millones de años de antigüedad. En ese período, el Sistema Solar estaba sujeto a impactos muy frecuentes de grandes meteoritos.

Así que es perfectamente posible que uno de esos impactos hiciese que una pequeña parte de la superficie de la Tierra fuese despedida, a su vez, como meteorito. Si ese fragmento contenía cianobacterias, podrían haber viajado sin demasiadas dificultades hasta la superficie lunar. Allí, podrían haberse desarrollado. Es decir, por raro que pueda parecer, esa vida podría haber tenido un origen terrestre.

Suponiendo que todo esto sea cierto, el escenario queda bastante claro. La Luna parece que fue habitable poco después de su formación. Pudo haber microbios en las regiones de agua en la superficie de la Luna. ¿Durante cuánto tiempo? Parece razonable, y así lo sugieren los investigadores, suponer que seguramente se desarrollaron y se mantuvieron allí hasta que nuestro satélite se secó y dejó de reunir las condiciones apropiadas.

¿Cuál sería el origen de esa vida?

La Luna

La Luna en fase menguante.
Crédito: John Brimacombe

Pero, la Luna pudo albergar vida terrestre… ¿o pudo desarrollarla por su propia cuenta? Es una pregunta intrigante, porque, si fue así (suponiendo, insisto, que llegase a tener vida en algún momento) estaríamos ante otro objeto celeste, además de la Tierra, en el que la vida se abrió paso por su propia cuenta. Para saberlo, sin embargo, será necesario realizar exploraciones de la Luna en el futuro. Al menos en opinión de los investigadores.

Una posibilidad muy atractiva, para esas misiones futuras, es obtener muestras procedentes de los depósitos de los períodos de mayor actividad volcánica. Un análisis podría revelar si contuvieron agua en algún momento. Además, una búsqueda de otros posibles marcadores de la presencia de vida servirían para comprender mucho mejor si el satélite pudo, realmente, llegar a tener las condiciones necesarias.

Otra posibilidad es realizar experimentos en entornos que simulen el de la Luna. Algo que podría hacerse tanto en la Tierra como en la Estación Espacial Internacional. En ese caso, se intentaría descubrir si los microorganismos podrían sobrevivir a las condiciones medioambientales que se cree que pudieron darse en el satélite. En definitiva, es un estudio muy intrigante, pero por ahora solo nos permite dejar volar la imaginación. Habrá que esperar a próximos desarrollos para tener una imagen mucho más completa…

El estudio es Dirk Schulze e Ian A. Crawford; «Was There an Early Habitability Window for Earth’s Moon?». Publicado en formato digital en la revista Astrobiology el 23 de julio de 2018. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: Phys