En la constelación del Cisne, a unos 1.100 años-luz de distancia del Sistema Solar, hay un sistema estelar que resulta de lo más llamativo. Está formado por cinco planetas que giran en torno a su estrella en una configuración orbital muy compacta, a muy poca distancia de su astro…
Un sistema planetario de bolsillo
Pongámonos en situación. Kepler-80 es una estrella a 1.100 años-luz de distancia, algo más pequeña que el Sol y que es muy poco común porque tiene cinco planetas a su alrededor en una distancia muy pequeña. Todos se encuentran a menos de 0,1 UA (una décima parte de la distancia que separa la Tierra de nuestra estrella, o dicho de otro modo, menos de quince millones de kilómetros), y tardan, respectivamente, 1,0; 3,1; 4,6; 7,1 y 9,5 días en completar una vuelta alrededor de su estrella.
Aunque conocemos su existencia desde 2012, ahora, un equipo de astrónomos ha aportado más información sobre el sistema tras poder observarlo en mayor detalle. Los cuatro planetas más alejados han sido analizados gracias al método de la variación del tiempo de tránsito. Un tránsito es, simplemente, el paso de un objeto por delante de otro visto desde nuestra perspectiva. En este caso, planetas. En ausencia de fuentes de perturbación gravitacional, ese tránsito siempre sucede en el mismo momento (es decir, veremos pasar al planeta de turno exactamente cada 3,1 días por delante de su estrella, por ejemplo), pero cuando hay otros objetos cercanos que pueden perturbarlo, se producen pequeñas variaciones en el tiempo que dura su órbita (y pasamos a verlo, por poner un ejemplo, a los 3,16 días, o a los 3,22, o a los 3,08…).
Ese fenómeno permite a los astrónomos calcular las propiedades de los planetas implicados. El único que no ha podido ser analizado en detalle es el más cercano a Kepler-80 porque su variación es muy pequeña. Los planetas son, comenzando por el más cercano a la estrella, Kepler-80f, d, e, b y c. Los cuatro planetas más alejados tienen una masa aproximada de 6,75, 4,13, 6,93 y 6,74 veces la de la Tierra, pero también sabemos que los dos planetas más alejados son casi el doble de grandes que los dos más cercanos. Según los investigadores esto querría decir que d y e son planetas de composición terrestre, mientras que b y c tienen una densa atmósfera de hidrógeno y helio, similar a lo que podríamos observar en un planeta gigante.
Un sistema compacto y estable
Debido a la resonancia orbital, los cuatro planetas más exteriores están sincronizados, volviendo al mismo lugar cada 27 días. Según el estudio, el sistema es estable a pesar de lo pequeño que es. Es decir, no hay posibilidad de que algún planeta termine siendo expulsado del sistema, o de que haya alguna colisión entre ellos, siempre y cuando la excentricidad de sus órbitas sea inferior al 0,2 (cuanto más cerca de 0, más circular es la órbita del planeta). Aunque los datos disponibles del telescopio Kepler no son suficientes para mostrar la evolución de la atmósfera de los planetas del sistema, las simulaciones del equipo de investigadores muestra que los dos planetas exteriores podrían haber migrado desde una posición más lejana, donde las condiciones hubieran sido más favorables para poder acumular esas densas atmósferas de hidrógeno y helio.
El cálculo de la masa de estos planetas, su excentricidad, y otros parámetros, dependerán de la siguiente generación de telescopios espaciales. Lo que parece garantizado, es que Kepler-80 será uno de los primeros lugares en los que centraremos nuestra atención por su intrigante configuración y la complejidad de sus órbitas. Gracias a la misión del telescopio Kepler tenemos mucha información sobre cómo se pueden formar los sistemas planetarios, y es evidente que su formación y evolución es algo que se estudiará durante décadas.
También es un buen recordatorio de que la configuración del Sistema Solar es, simplemente, una posibilidad dentro de un rango de combinaciones y factores que parece crecer con cada semana que pasa, y con cada descubrimiento de sistemas aun más atípicos y exóticos que los anteriores… El estudio ha sido aceptado por el Astronomical Journal y puede ser consultado aquí.
Referencias: Centauri Dreams, Florida Institute of Technology
Una pregunta tonta. Imaginemos un sistema donde encontraron los planetas «b», «c» y «d»… y con el paso del tiempo redescubren entre el «c» y el «d» otro planeta más.
¿Qué pasaría? ¿Al nuevo planeta lo llamarían «e», o lo renombrarían como «d», y al antiguo «d» le cambiarían a «e»?
Lo llamarían «e» 🙂
Es menos lioso para no tener que renombrar todo lo que ya estaba puesto… pero a la vez se salta la norma 🙂
Gracias.
No, no se salta ninguna norma. Las letras sólo se asignan por orden de descubrimiento, sin importar la distancia a la que estén de su estrella.
Anda leche… pensé que era en orden de cercanía a su estrella :-O