Las megaconstelaciones de satélites ya son una realidad. Starlink es cada vez más grande, con miles de satélites ya puestos en órbita. Otras iniciativas, como la de la compañía OneWeb, está realizando lanzamientos con cada vez más frecuencia. La polémica está servida.

Las megaconstelaciones de satélites: ¿un precio a pagar?

Con cierta frecuencia me preguntan qué opinión me merecen constelaciones como la de Starlink. Mi respuesta, de forma casi invariable, suele ser la misma. Es difícil responder a eso. Por un lado, las megaconstelaciones de satélites como Starlink, OneWeb, y otras proyectadas para los próximos años, son una gran noticia. Son el síntoma de que, como civilización, hemos logrado un acceso al espacio relativamente rápido y económico. Por eso, ahora las empresas de telecomunicaciones se están subiendo al carro. No son las únicas.

El problema de las megaconstelaciones de satélites
Los satélites Starlink, todavía juntos, ya en el espacio, poco después de su lanzamiento. Crédito: SpaceX

En el horizonte, pero cada vez de forma más definida, se está hablando de planteamientos como el de la construcción de hoteles espaciales o, incluso, una especie de colonia orbital en miniatura. En sus respectivos ámbitos, estas propuestas resultan fascinantes por las dificultades que entrañan. Por un lado, el de las megaconstelaciones, es necesario llevar a cabo multitud de lanzamientos con una frecuencia muy alta. En solo unos días, hemos visto como SpaceX lanzaba dos cohetes para desplegar 120 satélites Starlink, entre ambos.

Por otro lado, en proyectos como hoteles espaciales, se habla de las dificultades para crear un entorno que no solo sea apto para ser habitado. También que sea apto para recibir a personas que nunca habrán viajado al espacio. Todo ello no deja de ser consecuencia, en cualquier caso, de conseguir acceder a la órbita baja de la Tierra con mucha facilidad. Hace no tantos años, la idea del turismo espacial parecía algo propio de la ciencia ficción. Ahora son múltiples empresas las que, en 2021, tienen previsto enviar turistas al espacio…

La contaminación lumínica más allá de la Tierra

En este sentido, por tanto, no es sorprendente que se planteen iniciativas así. Las megaconstelaciones de satélites tienen una ventaja enorme sobre el despliegue de otras tecnologías terrestres. Pueden llegar a lugares donde sus competidores no pueden. Hasta los lugares más recónditos de la Tierra. Vivimos en una sociedad donde el acceso a internet de alta velocidad ha dejado de ser un lujo para convertirse en una necesidad. Ahora todo pasa por la llamada red de redes. La órbita baja de la Tierra es, por tanto, un destino lógico.

Hilera de satélites Starlink, observada desde los Países Bajos. Crédito: Marco Langbroek/SatTrackBlog

El despliegue de miles de satélites, sin embargo, está transformando a marchas forzadas nuestro cielo nocturno, tanto al amanecer como al atardecer. Durante las horas previas y posteriores (respectivamente), en ocasiones es posible ver una larga hilera de satélites. Como si se tratase de una ristra de perlas recorriendo el firmamento. Es uno de los muchos trenes de satélites Starlink que todavía está en proceso de despliegue. Para el observador poco frecuente, la vista es poco menos que espectacular. Algo que se sale de lo habitual.

Para los observadores frecuentes, así como para los astrofotógrafos y los astrónomos, tanto amateur como profesionales, las megaconstelaciones como Starlink resultan mucho más problemáticas. El paso de uno de estos satélites es suficiente para interferir con las observaciones del firmamento. Esto puede provocar, incluso, la pérdida de una parte de los datos cuando se analiza algo, mientras el satélite pasa por delante suyo. Obliga, además, a tener que realizar las observaciones teniéndolos en cuenta, pero sus pasos no siempre son previsibles.

Un problema para los grandes observatorios

Para un astrónomo aficionado, Starlink supone un serio problema. Por un lado, aunque espectaculares, no dejan de ser contaminación lumínica. Luces artificiales que, por ahora, parecen no haber encontrado mucha concienciación. Si bien es cierto que SpaceX, desde finales de 2019, está lanzando satélites que cada vez reflejan menos luz. Sin embargo, al no saber cuándo va a pasar un satélite por el campo de visión del telescopio, es perfectamente posible que una observación se vea arruinada al no haber podido planificarlo con antelación.

Para los observatorios profesionales la situación se vuelve dramática. En los próximos años entrarán en funcionamiento grandes observatorios como Vera Rubin. Con un diámetro de 8,4 metros, tendrá la capacidad de observar una gran porción del firmamento de una sola tacada. Con ello, evidentemente, también será mayor la cantidad de satélites artificiales que podrán afectar al campo de visión del telescopio. En consecuencia, eso afectará a los datos que se estén recopilando. La situación no va a mejorar: hay 12 000 satélites Starlink en camino. Apenas se han lanzado poco más de un millar.

Así que, en unos años, nuestro cielo estará repleto de muchas más fuentes de contaminación lumínica. Por ello, es imprescindible que la industria aeroespacial y la comunidad científica trabajen codo con codo. El progreso no debe estar reñido con mantener nuestros cielos libres de contaminación lumínica. En el futuro, el acceso al espacio será cada vez más sencillo. Desplegar telescopios más allá de la Tierra será poco más que rutinario. Pero, aquí, en la superficie, miles de millones de personas seguiremos queriendo levantar la vista al cielo…

¿Es posible encontrar un equilibrio entre megaconstelaciones de satélites, hoteles espaciales, etc… y poca contaminación lumínica?

¿Cuál es la solución? Francamente, no se me ocurren muchas. En cuanto a la observación profesional, no cabe duda de que, con mayor facilidad de acceso al espacio, mayor facilidad para lanzar telescopios espaciales. Pero los grandes observatorios terrestres no pueden, ni deberían, ser desmantelados porque hayamos logrado que nuestros cielos sean una fuente de contaminación lumínica constante (en el atardecer y el amanecer); huelga decir que tampoco es algo que se haya planteado. Además, no es una solución para el resto del mundo.

El observatorio Vera Rubin. Crédito: Rubin Observatory/NSF/AURA

Los astrofotógrafos, los astrónomos aficionados, y el resto de la población, deberían tener la oportunidad de observar el firmamento. En la parte positiva, SpaceX parece estar concienciada. Queda la incógnita de si otras empresas que ya siguen su camino, como OneWeb, van a tomar medidas para minimizar el impacto de sus satélites, si lo hubiese. Respecto a las implicaciones en cuanto a basura espacial, Starlink está realizando un buen trabajo. Sus satélites han sido diseñados para desintegrarse en la atmósfera al terminar su operación.

Pero, igualmente, está por ver si sucederá lo mismo en el resto de casos. La basura espacial es una preocupación cada vez mayor. Un acceso más fácil al espacio, para lanzar megaconstelaciones de satélites, hoteles, estaciones o lo que queramos plantear, implica también dejar muchos más objetos en la órbita, en forma de fases desechadas de cohetes, por poner un ejemplo. Sin las medidas adecuadas, podrían hacer que el viaje a la órbita baja de la Tierra se convierta en una actividad impracticable. Así que, lejos de ser un problema de unos pocos, podría serlo de toda la sociedad en el futuro.