Más allá de nuestra galaxia, algo conocido como dipolo repelente empuja a nuestra galaxia con mucha fuerza. Es algo que no está muy bien entendido ni se sabe cuánto tiempo lleva ahí. A pesar de su descripción, no es ni mucho menos algo preocupante, ni peligroso, es más bien algo muy interesante…

El origen del dipolo repelente

La presencia del dipolo repelente, en realidad, es una consecuencia perfectamente normal del proceso de formación de estructuras a gran escala en el universo. Es decir, es algo que sucede desde que el cosmos echase a andar hace 13 800 millones de años. Para entender la presencia del dipolo repelente hace falta ir a las escalas más grandes. Hace falta salir del entorno habitual de una galaxia. Más allá de la Vía Láctea hay galaxias cercanas. Tenemos, por ejemplo, la galaxia de Andrómeda a 2,5 millones de años-luz, y la galaxia del Triángulo a 3 millones.

El dipolo repelente: una fuerza contra la Vía Láctea
Imagen del telescopio Hubble de la región en la que se localiza el Gran Atractor. Crédito: ESA/Hubble Space Telescope & NASA

Junto a una legión de galaxias enanas, forman lo que conocemos como el Grupo Local. Es una estructura que mide varios millones de años-luz. A 60 millones de años-luz, nos encontramos con el cúmulo de Virgo. Es una gigantesca agrupación que reúne más de un millar de galaxias. El Grupo Local, y otros grupos en nuestro entorno inmediato, no son parte del cúmulo de Virgo. En realidad, junto a él, forman parte del supercúmulo de Virgo. Aquí es necesario aclarar que ambos conceptos no están directamente relacionados entre sí.

Los grupos y cúmulos de galaxias están ligados gravitacionalmente entre sí. Los supercúmulos son agrupaciones de cúmulos y grupos, pero no están ligados gravitacionalmente. Además, la definición de supercúmulo varía en función de qué criterio se quiera utilizar. De todos modos, hay algunos aspectos comunes. El supercúmulo de Virgo parece que es parte de una estructura todavía más grande, el supercúmulo de Laniakea (al que también se le llama filamento). Hay otros supercúmulos que rodean, y se conectan, con Laniakea.

Los supercúmulos del universo

Entre esos supercúmulos nos encontramos con el supercúmulo de Shapley, el de Hércules o el de Pavo-Indus. Cada una de estas estructuras gigantes mide cientos de millones de años-luz. Podemos imaginar los supercúmulos como la espuma que podemos observar cuando usamos mucho jabón. A cada parte de esa red de espuma se le da diferentes nombres. Sin embargo, entre todas esa partes de espuma, no hay nada, solo regiones vacías.

En la espuma del jabón, esos vacíos son las burbujas de jabón. En el universo, esas grandes regiones vacías son conocidas como vacíos y supervacíos. De hecho, cada supercúmulo define el borde de su correspondiente vacío cósmico. Así nos encontramos con el vacío de Sculptor, el del Can Mayor, el de Boötes… Cada uno de estos vacíos son enormes regiones que apenas contienen material. En los vacíos, lo único que vamos a encontrar es alguna que otra galaxia desperdigada. Los vacíos más grandes, como el de Boötes, puede medir más de 300 millones de años-luz.

Es muy difícil entender cómo es nuestro vecindario en el universo. Nuestra propia galaxia es un gran inconveniente. Su polvo impide que podamos ver el entorno inmediato. Así que es necesario recurrir a diferentes técnicas. Cosas como la observación en el espectro infrarrojo y de radio, con el objetivo de entender qué es lo que sucede en nuestro entorno. De esta manera, se logró identificar el supercúmulo de Shapley. Es el más cercano al supercúmulo de Laniakea. Es un supercúmulo extremadamente masivo, con una atracción gravitacional monstruosa.

El Gran Atractor y el dipolo repelente

Es una estructura tan descomunal que su gravedad está arrastrando a toda esta región del espacio. Todas las galaxias, incluyendo la Vía Láctea, se están moviendo en esa dirección. De hecho, se ha planteado en más de una ocasión que el supercúmulo de Shapley podría ser el gran atractor. Sin embargo, el supercúmulo por sí mismo no es suficiente para explicar la velocidad a la que se mueve la Vía Láctea (2,2 millones de kilómetros por hora). Debe haber algo más. Algo que empuje desde la dirección opuesta. O lo que es lo mismo: el dipolo repelente.

En su escala más grande, el universo está compuesto por filamentos y vacíos. Crédito: NASA

Sería un posible vacío (o incluso supervacío) que se encuentra en el extremo opuesto, de la Vía Láctea, del supercúmulo de Shapley. Del mismo modo que el supercúmulo nos atrae con su gravedad, el dipolo repelente, de algún modo, nos empuja… con nada. Aunque puede parecer descabellado, tiene cierto sentido. Si en dirección opuesta a la Vía Láctea hubiese un cúmulo, nuestra velocidad hacia el supercúmulo de Shapley sería menor. Nuestra galaxia estaría experimentando una atracción gravitacional en dirección opuesta.

Como no hay nada, se puede entender que esa región vacía del espacio está repeliendo a las galaxias que se encuentran a su alrededor. El planteamiento es interesante. Sin embargo, también hay que tener presente que lo que hace es, principalmente, dos cosas. Por un lado, plantear que podría haber un vacío (o supervacío) no muy lejos de nuestra galaxia. Esa ausencia de cúmulos galácticos, en esa dirección, permitiría explicar, también, porque la Vía Láctea se mueve a esa velocidad hacia el supercúmulo de Shapley. Así que, en cierto modo, los vacíos cósmicos también tienen su impacto…

Referencias: Space