Dos tormentas solares están afectando a nuestro planeta en estas jornadas. Por ello, podremos ver auroras en latitudes más lejanas de los polos de lo habitual en todo el mundo. Aunque no llegaremos a verlas desde la Península Ibérica…
Dos tormentas solares que no suponen peligro alguno
Hay que decir, en primer lugar, que ninguna de las dos tormentas solares es particularmente intensa. La primera, que alcanzó la Tierra en la jornada del 15 de mayo, era de intensidad menor. La segunda, que llega en esta jornada del 16 de mayo, es de intensidad moderada. Este fenómeno es parte de la actividad habitual del Sol. Nuestra estrella emite, de cuando en cuando, potentes llamaradas y eyecciones de masa coronal. Están compuestas por partículas cargadas que son expulsadas a grandes velocidades hacia el resto del Sistema Solar.
Cuando se encuentran con la atmósfera, experimentamos una tormenta solar. Sus consecuencias en nuestro planeta son generalmente imperceptibles, salvo por las espectaculares auroras que se pueden observar en las latitudes más cercanas a los polos. En este caso, de nuevo, no hay motivo alguno para la alarma. No se espera que ninguna de las dos tormentas solares tenga consecuencias significativas, más allá de permitir que las auroras sean observables en latitudes más alejadas de lo habitual. Quizá haya algún inconveniente.
Los sistemas de energía en las latitudes más cercanas a los polos, y los transformadores, podrían verse afectados temporalmente si la tormenta dura mucho tiempo. En el espacio, algunos satélites también podrían verse afectados. En cuyo caso, puede que haga falta reorientarlos desde el control en tierra. Pero, en cualquier caso, no se espera ningún impacto notable en la población. Ninguna de las dos tormentas solares tiene una intensidad suficiente como para causar daño alguno a nuestras instalaciones eléctricas, ni siquiera cerca de los polos.
El espectáculo de las auroras
Lo mejor de estas dos tormentas solares es que, como es costumbre, con ellas llegarán las auroras polares. En este caso, se podrían observar más lejos de lo habitual, tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. En este sentido, parece que América del Norte va a salir particularmente favorecida. Se espera que las auroras, en esta próxima madrugada, puedan llegar a ser visibles desde lugares como Nueva York. Por lo que, por tanto, la inmensa mayoría de Canadá podrá ver auroras, así como muchas poblaciones de Estados Unidos.
En Europa, sin embargo, la previsión es más modesta. Las auroras serán visibles en Escocia, norte de Alemania, Escandinavia o gran parte de Rusia. En el hemisferio sur, las auroras estarán confinadas a la Antártida, aunque alguna podría ser visible desde las regiones más al sur de Australia. Sea como fuere, esta es la consecuencia más significativa que podemos esperar de estas dos tormentas solares que están afectando a nuestro planeta en estos momentos. Las auroras son, probablemente, uno de los fenómenos más espectaculares que podemos observar.
Aunque no es muy frecuente, en ocasiones se han llegado a observar auroras a latitudes mucho más lejanas. Llegando a ser visibles, en esas ocasiones, en lugares tan alejados de los polos como La Habana o Madrid. Sin embargo, la ocurrencia de estas auroras es muy baja y siempre está ligada a tormentas solares de una intensidad mucho mayor. Es el caso de la que, probablemente, es la más conocida de las que ha afectado a nuestro planeta en los últimos siglos. El Evento Carrington, una potente tormenta solar que sucedió en 1859…
Las consecuencias de una tormenta solar potente
El Evento Carrington tiene dos particularidades. Por un lado, es una de las tormentas solares más intensas de las que tenemos constancia. Desde entonces, se han producido otras incluso más intensas, pero no han afectado a nuestro planeta. No todas las tormentas solares afectan a la Tierra. Depende, lógicamente, de si nuestro planeta se encuentra en su trayectoria en el momento en el que es emitida por el Sol. Algo que sucedió en aquella ocasión, pero en muchas otras no. En 1859, los daños fueron pequeños pero notables.
A fin de cuentas, en aquellos momentos la electricidad apenas estaba comenzando a dar sus primeros pasos. El tendido eléctrico, y el telégrafo, ardió en muchos lugares de Estados Unidos. Algunos aparatos llegaron a funcionar incluso sin estar conectados a la red, alimentados únicamente por la energía proporcionada por la tormenta solar. Esa tormenta fue una de las que produjo auroras observables a latitudes mucho más lejanas de lo habitual. Pero la pregunta es inevitable: ¿qué pasaría en la actualidad? Los daños serían mayores.
Entre otras cosas, porque ahora tenemos mucha más tecnología. En gran parte, dependemos de los satélites que tenemos en el espacio. Están mucho más expuestos a los rigores del clima espacial y, sin el entorno protector de la atmósfera, pueden sufrir interrupciones en su servicio o quedar inoperativos. En la superficie, también se podrían provocar apagones prolongados en latitudes cercanas a los polos, o incluso la inutilización de gran parte de nuestras instalaciones eléctricas. Pero no es un escenario por el que nos tengamos que preocupar en estas jornadas…
Referencias: IFLScience
Leído, tío!