Un grupo de investigadores, repasando los datos del telescopio Kepler, ha encontrado señales de lo que parecen ser planetas rocosos hervidos. Es algo que resulta muy interesante, porque puede ayudar a entender mejor cómo se forman los planetas como el nuestro…

Las pistas de planetas rocosos hervidos en los datos del telescopio Kepler

En su misión, el telescopio Kepler encontró multitud de exoplanetas. Entre toda la información que recopiló, se encontraron tres anomalías. Parecían ser anillos de polvo rodeando estrellas en lugares en los que, en realidad, debería haber planetas. Se trata de mundos rocosos en proceso de ser destruidos. Ahora, un equipo de investigadores ha encontrado una manera de utilizar estos sitios de destrucción para entender algunos de los objetos más misteriosos y difíciles de detectar. Ahora mismo, se conocen unos 5000 exoplanetas en la galaxia.

Planetas rocosos hervidos por sus estrellas
Concepto artístico de la lluvia de hierro que tiene lugar en WASP-76b. Crédito: ESO/M. Kornmesser

En realidad, es solo una pequeña fracción del billón de planetas que se calcula que existen en la Vía Láctea. A pesar de que se han realizado grandes avances, los planetas rocosos siguen siendo tremendamente difíciles de detectar. La técnica empleada es la del método de tránsito. Cuando un exoplaneta pasa por delante de su estrella, desde nuestra perspectiva, la estrella sufre una pequeña caída de brillo. Si el planeta es demasiado pequeño, el cambio en el brillo no es lo suficientemente grande como para que se pueda detectar.

Así que los planetas pequeños, de un tamaño similar al de la Tierra, pueden pasar completamente desapercibidos. Por ello, es interesante ver lo que plantean estos investigadores. En esencia, dicen que esas anomalías podrían ser algo muy beneficioso. Los datos del telescopio Kepler incluyen lo que parecen ser anillos de polvo y restos alrededor de una estrella. En trabajos anteriores, se había concluido que estos anillos eran, en realidad, planetas rocosos en proceso de ser destruidos. Son mundos que se acercaron demasiado a sus estrellas.

Un mecanismo de destrucción de algunos planetas

A la distancia a la que se encuentran, el calor de la estrella los está hirviendo. El equipo de investigadores ha publicado un estudio en el que detallan simulaciones de cómo se puede desarrollar ese proceso. Han determinado que estos pequeños mundos se ven atrapados entre dos extremos. Orbitan muy cerca de su estrella, por lo que, con toda probabilidad, deben estar en rotación síncrona. Es decir, un hemisferio siempre apunta hacia la estrella, mientras que el otro está en oscuridad perpetua. Vemos el mismo fenómeno en la Luna.

En el caso de nuestro satélite, la Luna siempre nos muestra su mismo hemisferio, porque tarda tanto en orbitar alrededor de la Tierra como en girar sobre su eje. En el caso de estos planetas, lo que sucede es que el hemisferio iluminado se ve expuesto a una temperatura elevadísima. Tanto que, en lugar de tener una corteza, solo tiene una fina capa de magma. El otro hemisferio, sin embargo, es tan frío que la corteza rocosa permanece intacta. El hemisferio nocturno enfría el planeta, mientras que el hemisferio diurno lo calienta.

Los investigadores han visto que solo hay unas condiciones muy específicas para poder observar esta situación. Si el planeta es demasiado grande, o la estrella no es lo suficientemente brillante, entonces no evapora suficiente material como para que el telescopio Kepler no pudiese detectarlo. Por otro lado, si planeta es demasiado pequeño, o la estrella es demasiado brillante, todo el planeta es destruido en poco tiempo. Tan poco que es improbable que se pueda encontrar su presencia en una muestra al azar de un puñado de estrellas.

Los planetas rocosos hervidos permiten realizar estimaciones

Solo en algunos casos especiales se puede llegar a un anillo de restos tan grande como para que seas visible para nuestra tecnología. A partir de este razonamiento, los investigadores estiman que, por cada estrella en la galaxia, debe haber aproximadamente un planeta del tamaño de la Tierra o más pequeño. Además, los investigadores han descubierto que estas estelas de restos pueden proporcionar pistas muy importantes sobre la formación de planetas rocosos. A fin de cuentas, ofrecen una perspectiva diferente.

Este es Kepler 1649b, un mundo similar a Venus, que orbita alrededor de una estrella a 219 años-luz. Crédito: Danielle Futselaar

No tenemos la posibilidad de abrir un planeta y ver qué se encuentra en su interior. En esos casos, la estrella en torno a la que orbitan está haciendo ese trabajo por nosotros. Por ello, los investigadores sugieren que se deberían realizar más observaciones, con la ayuda del telescopio espacial James Webb para estudiar estos sistemas con mucho más detalle. Con suficiente trabajo, esperan poder entender de qué estaban hechos estos mundos rocosos. En esencia, la destrucción de esos planetas puede ser un mecanismo de aprendizaje.

Permitirá entender mejor cómo son los mundos rocosos y, si su estimación es correcta, también permite comprender que los planetas rocosos, como la Tierra, podrían ser abundantes en la galaxia. Cabe recordar que, por lo general, se dice que la Vía Láctea tiene en torno a 100 000 millones de estrellas (si bien las estimaciones van de los 100 000 a los 400 000 millones de astros). O lo que es lo mismo, hay tantos planetas rocosos. De ellos, sin ninguna duda, muchos miles de millones estarán en la zona habitable de sus estrellas, en condiciones mucho más amables…

Estudio

El estudio es A. Curry, R. Booth, J. Owen y S. Mohanty; «The evolution of catastrophically evaporating rocky planets». Está disponible para su consulta en la plataforma arXiv, en este enlace.

Referencias: Universe Today