Las tormentas solares extremas podrían ser más peligrosas de lo que se pensaba. Sus consecuencias, en satélites e instalaciones eléctricas, podrían ser mayores de lo que se creía. Además, este tipo de fenómenos podría suceder con una frecuencia bastante elevada…

El peligro de las tormentas solares extremas

Seguramente, el mejor ejemplo de tormentas solares extremas lo podemos encontrar en el evento Carrington. Fue una de las más intensas que haya afectado a la Tierra. Pero se ha pensado, durante mucho tiempo, que este tipo de tormentas suceden con una frecuencia baja. Una cada varios siglos. Sin embargo, esa percepción podría cambiar, porque un grupo de investigadores cree que podrían suceder mucho más a menudo. El evento Carrington sucedió en septiembre de 1859. Sus consecuencias en la Tierra fueron muy palpables.

Las tormentas solares extremas podrían ser muy dañinas
Dibujo de las manchas solares vistas por Richard Carrington, el 1 de septiembre de 1859. Crédito: Richard Carrington

La eyección de masa coronal del Sol provocó que se llegasen a ver auroras a latitudes mucho más bajas de lo habitual. Llegaron a ser visibles en Cuba, España o Colombia (solo por mencionar algunos ejemplos). En cuanto a la parte eléctrica, provocó que los telégrafos del mundo fallasen. Se sobrecargaron y llegaron, incluso, a provocar descargas eléctricas en los operadores, a pesar de que los aparatos habían sido desconectados. El tendido eléctrico, en sus primeras etapas en aquel momento, también se vio afectado, al terminar ardiendo.

Pero la mayor parte de la información en torno al evento Carrington proviene de observaciones realizadas en Occidente. En el nuevo estudio, un grupo de científicos se ha lanzado a recoger información de muchos otros lugares del mundo. Para, de esta manera, tener una imagen mucho más completa del evento Carrington. Hisashi Hayakawa, el investigador que ha liderado el estudio, explica que este tipo de tormentas podrían ser mucho más frecuentes de lo que se pensaba. Por lo que sería necesario prepararse para hacer frente a estos fenómenos…

Las consecuencias de tormentas solares extremas

Hay que recordar que las tormentas solares no son peligrosas para los seres humanos. Al menos no de forma directa, ya que no suponen ningún tipo de riesgo para nuestra salud. Pero, de forma indirecta, sus consecuencias pueden ser desastrosas, ya que tienen la capacidad de dejar fuera de funcionamiento nuestra tecnología. Nuestra sociedad es mucho más vulnerable, a las tormentas solares extremas, de lo que lo era en 1859. En fenómenos como el evento Carrington, nuestros satélites, sistemas de comunicación y energía se verían afectados.

Imagen una llamarada de clase X (las más potentes) emitida por el Sol en 2011 Crédito: NASA Goddard Space Flight Center

Todo lo que dependa de ondas electromagnéticas sufriría las consecuencias. Así que los investigadores han querido analizar si realmente, como civilización, entendemos la amenaza que puede suponer este tipo de fenómenos. Y la mejor forma de hacerlo es fijarse en una tormenta que ya conocemos bien. El objetivo era recopilar más información sobre lo sucedido en 1859. Entendían que, como la mayoría de datos y observaciones procedían de Occidente, podía faltar información de otros lugares, y se pusieron manos a la obra.

Recogieron informaciones y observaciones históricas de auroras en Oriente y, también, en la Península Ibérica. Recopilaron la información publicada en periódicos de Portugal, España, Australia, Nueva Zelanda, México y Brasil. Así como observaciones del Observatorio Central Ruso y de periódicos japoneses. Del oeste, la mayor parte de datos procedían de periódicos, publicaciones científicas e, incluso, diarios de navegación de navíos de la época. Con todo eso en su poder, compararon toda la información para ver qué encontraban.

Redescubriendo el evento Carrington

A todo esto le sumaron dibujos, de astrónomos europeos, que no fueron publicados en aquel entonces. Les permitieron determinar en qué lugar, de la superficie del Sol, se originó la tormenta, así como analizar la evolución de su mancha solar con el paso del tiempo. La conclusión es que el evento Carrington no fue tan único y especial como se podría pensar. Los investigadores creen que las manchas solares, de la tormenta de 1859, se activaron en varias ocasiones. Sucedió desde principios de agosto hasta principios de octubre.

Es muy posible que las auroras boreales que se llegaron a ver en la Península tuvieran un aspecto similar a ésta. Crédito: Tobias Billings / NASA

Hubo una tormenta solar a finales de agosto, según los investigadores, que sucedió en torno el 27 de agosto de 1859. Las eyecciones de masa coronal que liberó fueron lo suficientemente intensas para afectar al campo magnético del planeta. También, creen, permitió que la tormenta del evento Carrington pudiese llegar a alcanzar la intensidad que tuvo. Tras reconstruir toda la actividad, los investigadores lo compararon con tormentas sucedidas en 1872, 1909, 1921 y 1989. Dos de ellas (1872 y 1921) fueron comparables al evento Carrington.

La tormenta de 1989 fue tan potente que provocó apagones masivos en Quebec, Canadá. Los investigadores concluyen que, por tanto, el evento Carrington no fue una tormenta potente ni especialmente única, pese a lo que se podía pensar. La lectura es clara, en ese sentido. La tormenta de 1859 fue una de las tormentas más fuertes, pero es comparable con las de 1872 y 1921. Por lo que es necesario tener en cuenta con qué frecuencia nos podemos encontrar ante tormentas de este tipo. Porque cada vez somos más vulnerables a la actividad solar.

Muy pendientes del espacio

Las buenas noticias, sin duda, son que conocemos cada vez mejor la frecuencia y potencia de las tormentas solares. Las malas, sin embargo, es que quizá no estemos debidamente preparados. La mayor parte del trabajo se centra, ahora mismo, en anticipar cuándo sucederá la próxima tormenta. Eso permite que todas las partes implicadas, desde los astronautas en la Estación Espacial Internacional hasta las instalaciones eléctricas en la Tierra, puedan reaccionar a tiempo. Hay diferentes maneras de proteger el tendido eléctrico, por ejemplo.

Las tormentas solares extremas provocan auroras que pueden verse en latitudes mucho más bajas de lo habitual.
Una aurora fotografiada desde la Estación Espacial Internacional. Crédito: Alexander Gerst

Sin embargo, ninguno es perfecto. En un estudio de 2017, se calculó que proteger el tendido, solo de Estados Unidos, podría costar unos 30 000 millones de dólares. Algunos científicos han planteado colocar un gigantesco escudo magnético entre la Tierra y el Sol. Sería un complemento al propio campo magnético del planeta. Pero la idea es simplemente eso, una idea. Aunque se plantease en serio, ni siquiera tenemos la tecnología para afrontar una construcción de esa envergadura. Por ahora, anticiparse sigue siendo la mejor opción.

Pero entender con qué frecuencia podemos encontrarnos con tormentas como el evento Carrington será muy útil. Por un lado, para saber cuál es el grado de riesgo (de que la sociedad se vea afectada a gran nivel) y, por otro, para tomar las medidas que se consideren necesarias. Tanto en la infraestructura existente como en lo que esté por construirse en el futuro. Nuestra tecnología es una parte cada vez más importante de nuestra civilización y de su funcionamiento. Así que todo esfuerzo por protegerlo será poco, porque es, también, protegernos a nosotros mismos.

Estudio

El estudio es H. Hayakawa, Y. Ebihara, D. Willis et al.; «Temporal and Spatial Evolutions of a Large Sunspot Groupand Great Auroral Storms around the Carrington Event in 1859». Publicado en la revista Space Weather de la American Geophysical Union. Puede consultarse en arXiv.

Referencias: Universe Today