Un grupo de investigadores ha confirmado que el Sol es una estrella normal. Es decir, no parece presentar diferencias respecto a otras enanas amarillas. Algo que permite descartar una idea que se ha planteado en ocasiones, donde se sugería que nuestro astro podría ser especial de alguna manera…

Diferentes satélites para determinar que el Sol es una estrella normal

Con los datos de los satélites Kepler, Gaia y SOHO, un equipo de investigadores liderado por Ângela Santos, del Instituto de Astrofísica e Ciências do Espaçó (IA, de Portugal) han logrado descartar la idea de que el Sol pueda ser una estrella diferente al resto de enanas amarillas. Aunque puede parecer extraño preguntarse si el Sol es como otras estrellas similares al Sol, la propia Ângela Santos explica por qué tiene sentido. La comunidad científica se ha preguntado en ocasiones hasta qué punto nuestra estrella es similar a otras del mismo tipo.

El Sol es una estrella normal según un estudio
Imagen de bucles coronales en el Sol. Crédito: Paul Stewart

En especial, su actividad magnética ha captado mucha atención. Diferentes estudios han sugerido que las estrellas similares al Sol eran mucho más activas. Sin embargo, parece que el problema tiene más que ver con el Sol que con otras estrellas clasificadas como similares al Sol. Porque, continúa Santos, hay diferentes limitaciones y sesgos en los datos de observaciones y en las propiedades estelares deducidas. Para este trabajo, los investigadores se fijaron en varias estrellas con propiedades similares a la de nuestra estrella.

Después, el equipo utilizó un catálogo nuevo de propiedades estelares, a partir de los datos de Kepler, Gaia y el catálogo del índice de actividad magnética y del período de rotación. Los datos estelares fueron comparados con los datos de actividad de los dos últimos ciclos solares. Para ello, se utilizaron los datos del instrumento VIRGO/SPM de la nave SOHO. Una de las estrellas del estudio, del catálogo del telescopio Kepler, fue apodada Doris por los astrónomos. En un trabajo anterior, ya se había estudiado esta estrella en particular.

El análisis de otras estrellas

Observaron que la amplitud del ciclo de Doris era el doble que la del Sol en los últimos ciclos solares. Eso a pesar de que Doris tiene propiedades similares a las de nuestra estrella. La diferencia, explica Santos, es la metalicidad. La interpretación del equipo es que el efecto de la metalicidad (es decir, la abundancia de elementos más allá del hidrógeno y el helio en la estrella), que provoca una zona de convección más profunda, desencadena un efecto dínamo mucho más efectivo. Esto explica por qué la actividad de su ciclo estelar es más intensa.

Para este trabajo, los investigadores escogieron estrellas similares a Doris, sin tener en cuenta la metalicidad durante el proceso. Así, han descubierto un exceso de estrellas con una metalicidad elevada. En su selección, explican, el único parámetro que podría provocar ese exceso es el período de rotación. Concretamente, Doris mostraba un período de rotación superior al del Sol. De hecho, los investigadores han encontrado indicios de que hay una correlación entre el período de rotación y la metalicidad de una estrella.

Los estudios muestran resultados consistentes, porque una mayor actividad magnética quiere decir que el proceso de frenado magnético provoca que el período de rotación estelar sea más lento. Esto explica por qué Doris rota más lentamente que el Sol, a pesar de ser una estrella muy similar y algo más joven. Así, Ângela Santos explica que lo que han determinado es que, aunque hay estrellas más activas que el Sol, nuestra estrella es completamente normal. El trabajo permite, de todas maneras, profundizar en el estudio de enanas amarillas.

El Sol no es una estrella completamente normal (en cierto modo)

Si queremos ser exquisitamente precisos, sí podemos decir que hay algo que hace que el Sol sea excepcional. Es la única estrella que tiene un planeta habitado a su alrededor, que conozcamos por ahora. Sin embargo, el hecho de que, precisamente, no se haya visto ninguna diferencia destacable con otras estrellas, hace que se pueda plantear que las enanas amarillas, en términos generales, ofrecen un entorno apropiado para que la vida pueda prosperar en su entorno. Las enanas amarillas, cabe recordar, no están entre las estrellas más abundantes.

El Sol, observado en el espectro ultravioleta. Crédito: S. Wiessinger/NASA’s Goddard Space Flight Center/SDO

Las enanas rojas son las estrellas, en secuencia principal, más abundantes de la galaxia. Suponen alrededor de las tres cuartas partes del total de estrellas en esa fase. Las enanas naranjas, por su parte, suponen aproximadamente un 12,5%, mientras que las enanas amarillas son alrededor del 8,5%. Tanto las enanas naranjas como las enanas amarillas se pueden englobar en la definición de estrellas similares al Sol. Eso nos deja aproximadamente el 20% de estrellas de la galaxia como similares al Sol. Es decir, decenas de miles de millones.

Si suponemos que la Vía Láctea tiene 100 000 millones de estrellas, 20 000 millones serían similares al Sol. Si lo reducimos a enanas amarillas, estamos hablando de 8500 millones de astros. Son multitud de oportunidades para que alguna de esas estrellas tenga un planeta rocoso en su zona habitable. Quizá alguno de esos mundos tenga incluso vida. La forma de poder determinar si un sistema puede ser más o menos apropiado, sin duda, pasará también por entender las estrellas similares al Sol y sus particularidades. Siempre hay algo nuevo que aprender…

Estudio

El estudio es A. Santos, S. Mathur, R. García et al.; «Temporal variation of the photometric magnetic activity for the Sun and Kepler solar-like stars». Publicado en la revista Astronomy & Astrophysics el 6 de abril de 2023. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys