La basura espacial se convierte en un problema cada vez más grande. Hace solo unos días, la Estación Espacial Internacional se vio obligada a modificar su órbita para evitar una colisión. Teniendo en cuenta el panorama en el futuro, para la órbita baja de la Tierra, hace falta alguna solución…

El problema de la basura espacial también afecta a la vida

El pasado 11 de noviembre, la Estación Espacial Internacional tuvo que modificar su órbita. Cabía la posibilidad de que se produjese una colisión con un fragmento de basura espacial. Algo inasumible ya que la estación está ocupada permanentemente por una tripulación. A lo largo de los 23 años de vida de la estación, ha habido 30 encuentros cercanos con basura espacial, que han obligado a tomar medidas evasivas. Tres de esos encuentros tuvieron lugar en 2020. En mayo de 2021, un pequeño fragmento chocó con la estación.

El problema de la basura espacial aumenta
La Estación Espacial Internacional vista desde el transbordador Discovery en 2009. Crédito: NASA

Sus consecuencias se dejaron notar. Un agujero de 5 milímetros en el brazo robótico canadiense. En el incidente de hace solo unos días, el protagonista fue un fragmento del satélite meteorológico Fengyun-1C. Fue destruido en 2007 en una prueba de misiles antisatélites por parte de China. El satélite explotó en más de 3500 fragmentos. La mayoría siguen en órbita y, ahora, muchos de esos fragmentos han caído a la región en la que orbita la estación. Para evitar la colisión, una cápsula Progress, acoplada a la estación, tuvo que entrar en funcionamiento.

Encendió sus motores durante algo más de seis minutos. El tiempo necesario para cambiar la velocidad orbital de la Estación Espacial Internacional en 0,7 m/s. Se elevó su órbita, a más de 400 kilómetros sobre la Tierra, aumentándola 1,2 kilómetros. Con el paso del tiempo, la basura espacial es un problema cada vez más importante. No solo para la Estación Espacial Internacional. La estación espacial china y el telescopio espacial Hubble son otras instalaciones importantes que se pueden ver en peligro. Junto a muchos otros satélites y naves.

Una órbita baja cada vez más poblada

La Estación Espacial Internacional es la instalación más grande habitada que podemos encontrar en nuestro entorno. Orbita a una velocidad de 7,66 kilómetros por segundo. A esa velocidad, una colisión es tremenda. No importa lo pequeño que sea el fragmento implicado en la colisión. Puede causar daños serios. Lo importante, en realidad, es la velocidad relativa del satélite y de la basura espacial. Algunas colisiones se producen a menos velocidad y, por tanto, los daños son menores, mientras que otras serán a velocidades más altas con daños más graves.

A medida que la órbita baja de la Tierra está más poblada, será más fácil que se pueda provocar una colisión. En estos momentos hay más de 5000 satélites en funcionamiento. Hay muchos más en camino. SpaceX pronto tendrá más de 2000 satélites en órbita, a través de su proyecto Starlink. Su objetivo final es muchísimo más alto. Espera tener 12 000 satélites, en un primer momento, y llegar hasta una mareante cifra de 40 000. Si solo estuviesen los satélites en sí, puede que no fuese un gran problema. Pero la basura espacial no se puede ignorar.

La Agencia Espacial Europea estima que hay unos 36 500 objetos artificiales con un diámetro de más de 10 centímetros (incluyendo satélites fuera de funcionamiento y fases de cohetes). Se calcula que hay un millón de fragmentos de entre 1 y 10 centímetros, y 330 millones con tamaños de 1 milímetro a 1 centímetro. La mayor parte de esos fragmentos están en la órbita baja de la Tierra. Por la velocidad en ese entorno, incluso una gota de pintura puede dañar una ventana de la Estación Espacial Internacional. Un objeto del tamaño de una canica podría atravesar un módulo.

Como monitorizar el entorno de la órbita baja de la Tierra

Los módulos de la estación están protegidos, hasta cierto punto, por un escudo de diferentes capas. Algo que reduce la probabilidad de que se pueda producir una rotura y despresurización. Pero cabe la posibilidad de que se pueda producir una colisión, con basura espacial, antes de que la estación termine su funcionamiento. Algo que está previsto para finales de la década de 2020. Lo peor es que no hay forma de monitorizar cada fragmento de basura espacial. No existe la capacidad de eliminar toda esa basura espacial.

En mayo de 2016, un pequeño fragmento de basura espacial provocó esto. Es un impacto de 7 milímetros de diámetro en el cristal de la Cúpula; uno de los módulos de la Estación Espacial Internacional. Crédito: ESA/NASA/Tim Peake

Sin embargo, se han planteado métodos para retirar los fragmentos más grandes. Además, casi 30 000 fragmentos, de más de 10 centímetros, están siendo monitorizados por organizaciones a lo largo del mundo. Lo que está claro es que, tarde o temprano, será necesario limpiar el entorno del planeta. En el horizonte hay algunos proyectos. Japón, por ejemplo, ha expresado su interés en enfrentarse a la basura espacial. Los satélites Starlink, por ejemplo, también han sido concebidos teniendo en cuenta cómo deshacerse de ellos.

El escenario más preocupante, sin duda, es el síndrome de Kessler. La idea es muy sencilla. Con cada colisión que se produce en una órbita, se generan más fragmentos. A más fragmentos, la probabilidad de que se produzcan más colisiones aumenta. Tanto es así que, con el paso del tiempo, el entorno de la Tierra sería inutilizable. Aunque no impediría viajar a otros lugares del Sistema Solar, sería un gran varapalo en esa misión por conseguir viajar más allá de nuestro entorno. Si no se toman medidas, será cuestión de tiempo que se produzca una colisión preocupante…

Referencias: The Conversation