En Astrobitácora 1×15 hablamos de la teoría del todo. Uno de los grandes retos de la ciencia moderna, en un intento por unificar el mundo de lo muy grande y lo muy pequeño. En YouTube, además, la curiosa historia de Vulcano, un planeta que nunca llegó a existir…
Astrobitácora 1×15: En busca de la teoría del todo
Desde hace tiempo (el siglo XVII, para ser más precisos), la ciencia ha intentado encontrar una teoría del todo. Un único marco que permita explicar todo lo que observamos en el cosmos. No es ni mucho menos descabellado. A fin de cuentas, hay que recordar que todo lo que podemos observar, desde las estrellas a los seres vivos, es el resultado de las cuatro interacciones fundamentales que lo rigen: la gravedad, el electromagnetismo, la interacción nuclear débil y la fuerte. Pero son completamente irreconciliables.
La gravedad domina en el mundo de lo muy grande. Es lo que rige, por ejemplo, el funcionamiento del Sistema Solar. O lo que hace que una galaxia pueda mantenerse unida. Para explicarla, es necesario recurrir a la teoría de la relatividad, de Albert Einstein. El electromagnetismo, la interacción nuclear débil, y la fuerte, por su parte, rigen en el mundo de lo microscópico. Permiten explicar qué sucede a nivel atómico e, incluso, a escalas más pequeñas. Para poder entenderla, se recurre a la mecánica cuántica. Cada una tiene su propio marco.
Pero esa imposibilidad, de unir las cuatro interacciones en una única teoría, impide que se pueda explicar, por ejemplo, de dónde vino el universo. O qué sucede en el interior de un agujero negro. Porque nuestra comprensión de la física deja de funcionar cuando nos enfrentamos a esos escenarios. Una teoría del todo podría ayudarnos a encontrar esas respuestas. Pero su búsqueda es muy difícil y muy frustrante. Puede que, en realidad, ni siquiera sea posible tenerla. Esto, y mucho más, te espera en el podcast de esta semana, en iVoox, Spotify, iTunes y aquí:
YouTube: Vulcano, el planeta que nunca existió
Una de las historias más llamativas sobre el Sistema Solar, probablemente, tuvo lugar a finales del siglo XIX. En aquel momento, se planteó que existía un planeta más, entre la órbita de Mercurio y el Sol. Se le bautizó con el nombre de Vulcano. Su presencia era necesaria para poder explicar el comportamiento de la órbita de Mercurio. En particular, la velocidad de su precesión apsidal (en ocasiones llamada precesión de la órbita, si bien hay otro tipo de precesión, la nodal, que también está relacionada con la órbita de un objeto celeste).
La precesión apsidal es un fenómeno por el que la órbita de un planeta, alrededor del Sol, cambia el sentido en el que está orientada, si mantenemos a nuestra estrella en uno de los focos, con el paso del tiempo. Es un fenómeno que se puede calcular con las leyes de Newton en el caso del resto de planetas del Sistema Solar. Pero con Mercurio, los cálculos no encajan con lo observado. Solo explican el 93% de ese movimiento. Faltando un 7% que solo se puede atribuir, en ese escenario, a un factor externo. Es decir, a otro planeta.
En esta historia nos encontramos a figuras muy ilustres, como la de Urbain Le Verrier (que descubrió Neptuno gracias a los cálculos matemáticos). Fue una búsqueda muy interesante, porque se llegó a afirmar en los medios de la época (incluso por el New York Times) que se había descubierto. Pero sabemos que, en realidad, no hay ningún planeta más cercano al Sol que Mercurio. La explicación, para su comportamiento, no necesitaba de la presencia de ningún planeta… Puedes ver el vídeo en YouTube o, también, al principio de este artículo.
Leído, Alex!