Todos sabemos que los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años. La huella en nuestro planeta quedó en forma de cráter, al que conocemos como cráter de Chicxulub. Pero, a pesar de todo, aún no se sabe de dónde vino aquel objeto, y si era un asteroide o un cometa…

El cráter de Chicxulub es una pista sobre el objeto que acabó con los dinosaurios

El cráter de Chicxulub es un enorme cráter, en la costa de México, con un diámetro de 150 kilómetros y 20 kilómetros de profundidad. El impacto fue tan devastador que acabó con los dinosaurios y provocó la extinción masiva de la mayor parte de la vida que poblaba la Tierra en aquel entonces. Eso es, prácticamente, todo lo que se sabe de aquel suceso. ¿De dónde vino el asteroide, o cometa? ¿Cómo terminó chocando con nuestro planeta? Es lo que han intentado responder dos investigadores en un nuevo estudio.

Qué extinguió a los dinosaurios: ¿asteroide o cometa?
En esta imagen (modificada) de la NASA se muestra la ubicación del cráter de Chicxulub. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Los responsables son el controvertido Abraham Loeb y Amir Siraj. Ambos han planteado una nueva teoría sobre cuál fue el origen y viaje del objeto. Han recurrido al análisis estadístico y a simulaciones gravitacionales. Así, calculan que una parte importante de los cometas de largo período, procedentes de la nube de Oort, puede verse desviada por el impacto de Júpiter al adentrarse en el interior del Sistema Solar. Así, explican que, en cierto modo, nuestro sistema se comporta como una especie de máquina de pinball, en el que Júpiter es gran responsable.

A fin de cuentas, tiene la capacidad de modificar la órbita de los cometas de largo período de forma muy significativa. Por un lado, puede provocar que sean expulsados del sistema, al igual que el Sol. Por otro, puede reducir su órbita y convertirlos en cometas de corto período. En algunos casos, esas nuevas órbitas pueden llevarlos tremendamente cerca del Sol. Durante ese paso, se convierten en cometas rasantes del Sol. Pueden experimentar fuerzas de marea tremendamente elevadas, que provocan que se terminen fragmentando.

El fragmento de un cometa rasante del Sol

Esos fragmentos, a su vez, pueden ver sus órbitas modificadas. Según explican los investigadores, la parte más cercana al Sol sufre una atracción gravitacional más intensa que la parte más alejada. Por lo que se fragmenta en muchos trozos más pequeños. En su viaje de vuelta al exterior del Sistema Solar, aumenta la posibilidad de que uno de ellos choque con nuestro planeta. Los cálculos que han realizado muestran que la posibilidad de que un cometa de largo período choque con la Tierra es diez veces más de lo que se pensaba.

Concepto artístico del meteorito que creó el cráter de Chicxulub, con pterosaurios observando. Crédito: NASA

Del mismo modo, alrededor del 20% de cometas de largo período, según esos mismos cálculos, deberían convertirse en rasantes del Sol. Por lo que, teniendo todo esto en cuenta, son capaces de determinar un nuevo ritmo al que deberían suceder los impactos. Dicen que encaja satisfactoriamente con la edad del cráter de Chicxulub, por lo que parece razonable suponer que este pudo ser su origen. Es decir, un cometa de largo período que, tras convertirse en rasante del Sol, se fragmentó y uno de sus trozos terminó impactando en nuestro planeta.

En el cráter de Chicxulub se han encontrado pistas de que la roca estaba compuesta de condrita carbonácea. Es una composición poco habitual que, según dicen Loeb y Siraj, se vería explicada también en este caso. Una teoría popular plantea que el objeto que chocó con la Tierra procedía del cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter. Sin embargo, allí, las condritas carbonáceas son muy raras. Es probable que sean mucho más abundantes entre los cometas, por lo que entienden que se trata de un pilar más para apoyar su hipótesis.

El de los dinosaurios no fue el único impacto…

Hay otros cráteres que muestran composiciones similares, incluyendo el cráter Vredefort, en Sudáfrica, originado hace unos 2 mil millones de años. Es el cráter más grande de nuestro planeta. Así como el cráter de Zhamanshin, en Kazajistán, que es el más grande formado en el último millón de años. Todo ello encaja, de nuevo, con la frecuencia que han determinado para este tipo de impactos. Además, los investigadores añaden que se podrá poner a prueba con el estudio de estos cráteres, así como otros que sean similares.

Concepto artístico de una tormenta de cometas alrededor de una estrella cercana al Sistema Solar. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Incluso los cráteres de la Luna permitirán poner a prueba esta conclusión. Así como, por supuesto, las misiones espaciales que se dediquen al estudio de los cometas. Al margen de esto, el telescopio Vera Rubin, que debería entrar en funcionamiento en 2022, también podrá observar la ruptura de cometas de largo período. Con más datos sobre este tipo de cometas, creen que podrán refinar sus resultados. A juicio de Abraham Loeb, este estudio no es solo importante para comprender mejor cómo fue el pasado de la Tierra.

También para tomar medidas en el futuro. A fin de cuentas, no es descartable que en algún momento nuestro planeta pueda verse amenazado, de nuevo, por la amenaza del impacto de uno de estos cometas. La probabilidad es baja y hay que recordar, como siempre, que no hay ningún objeto conocido que vaya a impactar con nuestro planeta en los próximos 150 o 200 años. Pero es una situación que no se mantendrá así de forma indefinida. Por lo que todo lo que se pueda aprender en este aspecto será muy útil para evitar terminar como los dinosaurios…

Estudio

El estudio es A. Siraj y A. Loeb; «Breakup of a long-period comet as the origin of the dinosaur extinction». Publicado en la revista Scientific Reports el 15 de febrero de 2021. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics