Algunos catastrofistas aseguran que el próximo 5 de marzo un asteroide chocará con la Tierra. La realidad es que no, no hay ningún riesgo de colisión y, por tanto, ningún motivo para la alarma. Sin embargo, lo que sí tenemos es una incertidumbre bastante grande sobre a qué distancia va a pasar de nuestro planeta…
Una pequeña roca espacial
El asteroide, llamado 2013 TX68 tiene un tamaño de entre 25 y 50 metros (el doble que el que cayó sobre Cheliábinsk hace algunos años) y no supone ningún peligro para nuestro planeta, al menos no en este encuentro, ni, creemos en los siguientes (volverá a visitarnos hacia finales de 2017). Pero aunque tenemos muy claro que no va a chocar con el planeta, lo que no tenemos tan claro es a qué distancia va a pasar de nosotros.
En el peor de los casos, podría pasar a solo 17.000 kilómetros de distancia (menos de la que nos separa de los satélites geosíncronos) o a algo más de 14 millones de kilómetros. Es decir, podemos calcular cuál sería la distancia más cercana posible, y la más lejana, a la que podría pasar. El punto exacto dentro de esa franja, sin embargo, es otra historia. ¿Por qué?
Un objeto muy tenue
TX68 es muy pequeño, así que cuando está muy lejos de la Tierra es básicamente invisible. Sólo podemos detectarlo cuando se acerca lo suficiente como para que nuestros telescopios capten su luz, y ese tiempo de observación no suele ser muy largo. Descubrimos su existencia en octubre de 2013, cuando pasó a una distancia de 1,5 millones de kilómetros de nuestro planeta (casi cuatro veces la distancia que nos separa de la Luna), y sólo pudimos verlo durante tres días antes de que volviese a ser demasiado tenue.
Tres días puede parecer mucho tiempo para observar un asteroide. Para según qué información queramos recabar, ciertamente lo es. Pero no es el caso si lo que estamos intentando calcular es la órbita de un objeto alrededor del Sol porque no nos permite llegar a definir su trayectoria con suficiente exactitud. Es como intentar detener el tiro de un jugador de fútbol cerrando los ojos unas décimas de segundo después de que haya chutado. Por mucho que lo intentemos, no lo vamos a conseguir porque, simplemente, no vamos a tener la suficiente información para calcular a qué lugar de la portería va a ir el balón (porque no sabremos su velocidad, altura, dirección, etcétera).
En este caso, podría decirse que nos pasa algo similar. Hemos observado el asteroide lo suficiente para saber los puntos de mayor y menor acercamiento posibles, pero nada más. Así que, en la parte que más nos puede preocupar, estamos seguros. No va a haber ninguna colisión. Sin embargo, en la parte astronómica, el asunto es bastante más frustrante.
Necesitamos refinar las observaciones
Como los datos de la órbita del asteroide son imprecisos, y es muy tenue cuando es visible, no estamos seguros de en qué lugar del cielo se encontrará en un momento dado. Eso es un inconveniente para las observaciones que se volverán a realizar en las próximas semanas, porque los astrónomos no sabrán, exactamente, hacia dónde apuntar, y necesitamos toda la información posible.
A fin de cuentas, TX68 es un asteroide cercano a la Tierra que se acerca a nosotros con relativa frecuencia. Es decir, podría chocar en el futuro (tarde o temprano, algún asteroide lo hará), así que necesitamos todos los datos para poder descartar posibles colisiones en el futuro, o para comenzar a trabajar para evitar una colisión que pueda suceder en algún momento.
Con los datos que tenemos a día de hoy, es muy poco probable que el asteroide suponga una amenaza para nuestro planeta durante las próximas décadas. Pero todo depende de la información que obtengamos en esta nueva pasada. Por ejemplo, si se acerca a esos 17.000 kilómetros de distancia, la gravedad de la Tierra cambiará su órbita y hará más difícil predecir su posición en el futuro. Lo mismo pasará si se acerca a la Luna (podría pasar a 20.000 kilómetros de distancia de nuestro satélite).
La necesidad de vigilar el cielo
Todo esto nos lleva a recordar que es necesario observar el cielo para poder prepararnos con la suficiente antelación en caso de un posible impacto. De caer en la Tierra, TX68 provocaría un cráter de entre 100 y 500 metros y, seguramente, causaría destrucción a nivel regional en la zona en la que pudiese caer. Eso sí, sólo hay una posibilidad entre 245 millones de que pueda suceder (o dicho de otro modo, no es que nos quite el sueño). La parte positiva es que los choques con asteroides superiores a 100 metros son muy raros (suceden, de media, una vez cada 10.000 años, o más) y esos son los que podrían ser peligrosos para la supervivencia en el planeta.
Los más pequeños, sin embargo, tienen muchas más probabilidades de colisión con nuestro planeta, y pueden provocar destrucción a escala local. Sin ir más lejos, el asteroide de Cheliábinsk tenía sólo 19 metros y produjo daños en la zona en la que impactó. No fueron excesivamente severos (si los comparamos con los que provocan muchos fenómenos naturales, como terremotos o huracanes), pero afectaron a los habitantes de la ciudad y sus alrededores, obligando a casi 1.500 personas a buscar asistencia médica.
Es muy difícil predecir estos impactos, así que cuantos más ojos tengamos en el cielo, mejor podremos ver la llegada de estos bólidos y prepararnos con la suficiente antelación para protegernos, y, por supuesto, concienciar a la sociedad (y a nuestros políticos, probablemente) de la necesidad de contar con un buen plan de preparación ante posibles impactos. A menos que queramos terminar como los dinosaurios, con nuestros huesos expuestos en algún museo en el futuro. Si lo que queremos es esto último, entonces lo estamos haciendo a las mil maravillas…
Referencias: Bad Astronomy