Como quizá hayas leído, en Groenlandia se ha descubierto el fósil más antiguo del planeta, con una edad de 3.700 millones de años. Es una noticia con un impacto muy importante en la Tierra, pero, además, también puede ser una pista sobre cómo encontrar vida en Marte…
Un espejo en el que observar
Primero hablemos un poco del descubrimiento del fósil de Groenlandia. Un equipo de geólogos ha descubierto rocas con 3.700 millones de años de antigüedad que podrían contener los fósiles de organismos vivos más antiguos que hayamos encontrado en nuestro planeta. En concreto, 220 millones de años más antiguos que los anteriores. De este descubrimiento se desprende que la vida en la Tierra apareció relativamente rápido, menos de mil millones de años después de su formación.
Si están en lo cierto, es posible que las rocas marcianas (hay que recordar que todos los planetas del Sistema Solar se formaron al mismo tiempo y, por tanto, tienen la misma edad) también puedan contener evidencias de vida microbiana. Sabemos que el planeta rojo tuvo una historia similar a la de la Tierra y muchos científicos creen que pudo ser más húmedo y cálido en el pasado, por lo que habría podido permitir el desarrollo de vida microbiana.
Al menos, esa es la opinión de Abigail Allwood, una investigadora de la NASA que está al cargo del instrumento PIXL del rover que se enviará al planeta en 2020. Utilizará la fluorescencia de rayos X para determinar la abundancia relativa de diferentes elementos en rocas marcianas y tendrá la capacidad de recoger muestras de rocas locales para analizarlas y ver si presentan alguna señal de que hubiese antigua vida allí.
Los estromatolitos
En el estudio de Groenlandia, los científicos han desvelado que se encontraron con un tipo de estructura rocosa conocida como estromatolito, capas de minerales depositadas por criaturas unicelulares que estuvieron entre las primeras formas de vida que evolucionaron en nuestro planeta.
Esas rocas fueron descubiertas en una región llamada Isua. Aunque están entre las rocas más viejas de la Tierra, no son las típicas rocas sedimentarias en las que se encuentran los fósiles. En su lugar, son rocas metamórficas, es decir, han sido enfriadas y calentadas de manera constante durante los últimos miles de millones de años. Pero el calor recibido no fue tan intenso cómo para destruir los estromatolitos.
La estimación de los investigadores es que no debieron superar los 500 grados centígrados y, además, las rocas no estuvieron expuestas a demasiados fluidos externos. De hecho, al analizar su composición química, han podido encontrar evidencias de agua marina.
La ventaja de Marte
En el planeta rojo hay una ventaja adicional (ventaja en este caso, claro), las rocas sedimentarias están mucho mejor preservadas que en la Tierra porque allí no hay tectónica de placas (las fuerzas que alteran la superficie del planeta a medida que las placas se mueven y se desplazan sobre el manto y que, como seguramente sepas, son las causantes de terremotos en las regiones donde unas placas chocan con otras).
Sin tectónica de placas no hay metamorfosis, así que es más probable que los estromatolitos de Marte estén intactos en la actualidad. Ya hemos encontrado lugares allí que parecen antiguas planicies, que pudieron estar inundadas de agua, y cuencas. Todas estas regiones sugieren que, en aquel pasado lejano, debió haber agua líquida fluyendo por la superficie del planeta, y por tanto podrían ser buenos lugares en los que buscar cualquier resto de vida que pudiese haber allí.
Así que no sólo nos encontramos ante una historia importantísima por lo que nos va a permitir entender sobre el pasado y evolución de nuestro planeta, y de la vida, si no que puede ayudarnos a dar con la clave para poder encontrar indicios de vida en otros lugares del Sistema Solar.
Referencias: Live Science
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