Durante mucho tiempo, se ha jugado con la idea de que las extinciones masivas puede que no sean algo que suceda al azar. Podrían suceder cada 27 millones de años, aproximadamente. Algo que un nuevo estudio apunta a que podría tener más sentido de lo que se creía…

Las extinciones masivas podrían suceder con cierta frecuencia

No es la primera vez, ni mucho menos, que se plantea la posibilidad de que las extinciones en la Tierra sucedan siguiendo cierto patrón, en lugar de ser algo fruto del mero azar. Desde que se plantease que un asteroide puso fin al reinado de los dinosaurios, no han sido pocas las personas que han propuesto esa posibilidad. En realidad, la extinción del Cretácico es la más reciente de las grandes extinciones. Pero, si se añaden otros episodios en los que las extinciones no fueron tan masivas, se puede ver una cierta periodicidad entre eventos.

Las extinciones masivas podrían seguir un ciclo
El cráter del Lago Lonar, formado por el impacto de un meteorito hace 50 000 años. Crédito: Wikimedia Commons/Vivek Ganesan

Aproximadamente, cada 25-30 millones de años, se produciría una extinción (de mayor o menor gravedad). Evidentemente, como cualquier media, no siempre se produciría uno de estos episodios cuando cabría esperar que fuese así. Pero, si la suposición es correcta, indicaría que podría haber algún mecanismo que lo provocaría. De cuando en cuando, una idea que suele resurgir es la de Némesis. Una hipotética estrella, hermana del Sol, que cada cierto tiempo sería la responsable de provocar esas extinciones masivas, al acercarse al Sistema Solar.

Sin embargo, a lo largo del tiempo se han publicado multitud de estudios que desbaratan la idea de que el Sol sea parte de un sistema binario. Nuestra estrella se formó en un grupo de astros. Un cúmulo abierto. Muchas estrellas, de hecho, comienzan así su existencia. Con el paso de los millones de años, esas formaciones se deshacen y cada estrella pasa a vagar por su propia cuenta. Algunas lo harán como estrellas individuales. Otras en sistemas múltiples, de al menos dos o más estrellas. En nuestro caso, el Sol es una estrella solitaria.

Las extinciones masivas no serían producto solo de cometas

La idea general, de todos modos, es siempre la misma. Esa supuesta estrella (Némesis) se acerca tanto al Sistema Solar que provoca que se precipiten cometas desde la nube de Oort. Eso provoca que la cantidad de objetos que podrían chocar con algún planeta, en el interior del Sistema Solar, aumente de forma notable. Ese escenario, a pesar de lo catastrófico que podríamos imaginarlo, no está claro que sea realmente tan peligroso como parece. Pero puede que solo sea un factor para provocar esa posible periodicidad en extinciones.

Un grupo de investigadores sugirió que la mayoría de extinciones masivas, en realidad, sucedieron por gigantescas erupciones volcánicas, que dieron lugar a la formación de grandes provincias basálticas. Eso provocó que la idea de los impactos perdiese popularidad. Algo que podría cambiar gracias al trabajo de un grupo de investigadores de diferentes disciplinas, que han encontrado una posible conexión entre lo que sucede en el firmamento y el interior del planeta. Para ello, ha sido necesario revisar el historial de extinciones del planeta.

Los investigadores analizaron informes de extinciones terrestres. Las oceánicas son más fáciles de analizar, porque el registro fósil marino es más fácil de leer. Así, se identifican diez momentos, en los últimos 300 millones de años, que encajan con ese período de 27,5 millones de años. De ellos, ocho coincidían con extinciones marinas que ya habían sido registradas en el pasado. Esto sugiere que tanto cometas como el propio funcionamiento interno de la Tierra pueden provocar que, en conjunto, haya extinciones de forma periódica.

Una combinación de cometas y volcanes

De las diez extinciones masivas que detallan, tres coinciden con los cráteres de impactos más grandes de los últimos 300 millones de años. Algo que parecería encajar con la idea de que algo causa que se perturben las órbitas de los cometas de la nube de Oort. Por otro lado, otras ocho coinciden con grandes erupciones. Períodos que, sin duda, hubiesen alterado tremendamente tanto la atmósfera como temperatura de nuestro planeta. Tanto al final del Jurásico, como del Cretácico, se produjeron grandes episodios de erupciones volcánicas.

Ilustración de un dimetrodón y un eryops durante el Pérmico. Crédito: Dmitry Bogdanov/Wikimedia Commons

La principal dificultad, suponiendo que están en lo correcto, es explicar qué mecanismo podría estar provocando este comportamiento. A fin de cuentas, no solo se trata de erupciones que surgen con cierta frecuencia. También colisiones de cometas que tienen lugar, aproximadamente, siguiendo esa misma periodicidad. Los investigadores plantean que podría haber una explicación. El Sistema Solar atraviesa el plano de la galaxia cada entre 26 y 30 millones de años. Algo que quizá podría tener consecuencias en nuestro entorno.

Sugieren que, puede ser, haya un mayor encuentro con materia oscura. Su presencia podría provocar que se perturben las órbitas de los cometas. O quizá, incluso, afectar ligeramente a los procesos interiores de la Tierra. Aunque no llegan a describir cómo, sugieren que eso podría provocar un aumento del vulcanismo en el planeta. No hay que olvidar, sin embargo, que la materia oscura es uno de los grandes misterios de la astronomía. Por ello, esta hipótesis, aunque intrigante, parece que no se podrá comprobar en mucho tiempo…

Estudio

El estudio es M. Rampino, K. Caldeira y Y. Zhu; «A 27.5-My underlying periodicity detected in extinction episodes of non-marine tetrapods». Publicado en la revista Historical Biology. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: IFLScience