Gracias a un nuevo estudio, hay evidencias de que las colisiones moldearon la Vía Láctea. Puede parecer una simple anécdota, pero nos permite conocer el pasado de nuestra galaxia y comprender cómo eran las cosas mucho antes de la formación del Sistema Solar…

Un pasado violento y activo…

Concepto artístico de la Vía Láctea.
Crédito: NASA/JPL

La Vía Láctea es el hogar del Sistema Solar. Así que es comprensible que la veamos como una galaxia especial. Pero lo cierto es que, en cuanto al cosmos concierne, la nuestra es, simplemente, otra galaxia espiral entre los muchos miles de millones que hay en el universo observable. Y como muchas otras galaxias, tiene un pasado que no estamos completamente seguros de entender. Por eso, este nuevo estudio, publicado por el departamento de Física y Astronomía de la universidad de Kentucky.

El trabajo ha sido publicado en la revista Astrophysical Journal (ApJ). En él, se ha analizado la estructura del disco estelar de nuestra galaxia. Ese disco estelar es, simplemente, la banda de gas y polvo que veríamos en la zona central de la galaxia si estuviésemos fuera de ella y la viésemos de perfil. Gracias los datos de 3,6 millones de estrellas, principalmente de tipos K y M, han podido estudiar cómo están distribuidas dentro del disco.

Lo más interesante es que la distribución de las estrellas a lo largo del disco no es simétrica. Al contrario, hay olas asimétricas. No son olas literales, claro está, si no que la forma en la que están dispersas las estrellas lo parece. Esa dispersión quiere decir que la galaxia debió sufrir impactos en el pasado, que han alterado lo que esperaríamos que fuese una distribución normal (homogénea). No es moco de pavo.

Las colisiones moldearon la Vía Láctea

La Vía Láctea vista de perfil. Toda esa línea horizontal es el disco estelar.
Crédito: ESO/S. Brunier

Así que esos choques fueron los arquitectos de la galaxia. No arquitectos de pequeños detalles. Si no de su barra central (que la convierte en una galaxia espiral barrada, en vez de una galaxia espiral «tradicional», por llamarla de alguna manera), y de sus brazos espirales. Es como observar las olas en la superficie de un lago en calma. Sabemos que son el producto del paso de algún barco en la distancia.

Así que al analizar el reparto de estrellas en el disco estelar, cada vez que nos encontramos con que se rompe la simetría que cabe esperar, tenemos una evidencia de algún impacto que tuvo lugar en el pasado. Todas las simetrías que podemos esperar encontrar parecen estar rotas. Así que las colisiones con galaxias enanas debieron dar forma a la Vía Láctea que conocemos en la actualidad. Es posible que la última colisión se produjese hace «solo» (en términos cósmicos) 850 millones de años. Seguramente con la galaxia enana de Sagitario.

El estudio, hasta cierto punto, es una continuación de trabajos anteriores. En ellos se estudia cómo está rota la simetría norte/sur del disco estelar. por la presencia de una ola vertical. Aunque pueda sonar críptico, es bastante simple. La cantidad de estrellas que se encuentran por encima o debajo del disco estelar aumenta en cada segmento que se analiza, cuanto más nos alejamos del centro del disco de la galaxia, en lugar de ser uniforme.

Una galaxia de muchas regiones diminutas

Recreación de la galaxia enana de Sagitario siendo absorbida por la Vía Láctea. El punto amarillo es la posición de nuestro Sol.
Crédito: Desconocido

Gracias a disponer de los datos de 3,6 millones de estrellas, los astrónomos han podido estudiar la estructura galáctica con mucho detalle. La han dividido en regiones mucho más pequeñas manteniendo una buena cantidad de datos estadísticos. Así, han podido analizar cuál es la densidad estelar (la cantidad de estrellas que podemos esperar encontrar en un espacio concreto) en toda la galaxia.

No es el único estudio que se está realizando, pero apunta a que las colisiones con galaxias enanas debieron ser determinantes para dar forma a la Vía Láctea. Es posible que muchas de esas galaxias hayan desaparecido ya. De hecho, hay hipótesis que plantean que los cúmulos globulares son, precisamente, los núcleos de esas viejas galaxias, cuyo material ahora forma parte de la Vía Láctea. No es una idea descabellada.

Especialmente si tenemos en cuenta que muchos de esos cúmulos globulares tienen una edad superior a los 10.000 millones de años. No quiere decir que la hipótesis sea cierta, pero da que pensar. De hecho, en estos mismos  momentos, según lees estas líneas, la Vía Láctea está colisionando con varias galaxias enanas. Como es el caso de la Galaxia Enana Elíptica de Sagitario. Y los indicios apuntan a que esas galaxias enanas son las que moldearon los brazos de la galaxia.

Colisiones con galaxias pequeñas pero con ninguna grande

En unos 3.750 millones de años, la Vía Láctea y Andrómeda comenzarán a distorsionarse mutuamente por la acción de la gravedad.
Crédito: NASA

Eso sí, no hace falta que te preguntes si alguna galaxia grande chocó con la Vía Láctea en su pasado. De haberse producido, no viviríamos en una galaxia espiral. En su lugar, estaríamos viviendo en una galaxia elíptica. Como la Vía Láctea mantiene su aspecto, quiere decir que en todos sus encuentros, era la galaxia más masiva de las dos, y tenía suficiente masa y velocidad para mantenerse virtualmente intacta.

En el futuro, seguirán produciéndose colisiones con las galaxias enanas que rodean a la Vía Láctea. Pero en un futuro, aún más lejano, sí que se producirá un impacto contra otra galaxia. Se trata de Andrómeda. En una colisión que tendrá lugar en unos 4.500 millones de años. A pesar de lo catastrófico que pueda sonar, lo cierto es que la mayor parte de estrellas se integrarán en la galaxia elíptica resultante sin mayores consecuencias.

El estudio es Deborah Ferguson, Susan Gardner y Brian Yanny; «Milky Way Tomography with K and M Dwarf Stars: The Vertical Structure of the Galactic Disk«, publicado el 14 de julio de 2017 en la revista Astrophysical Journal.

Referencias: Universe Today