Un grupo de investigadores ha determinado que la principal causa de contaminación lumínica, pese a lo que se podría creer, no son las luces de la calle. El hallazgo ha sido posible gracias a las observaciones llevadas a cabo en colaboración con la localidad de Tucson, en Arizona (Estados Unidos)…

El alumbrado público solo es una causa más de contaminación lumínica

La contaminación lumínica es uno de los obstáculos más grandes que podemos encontrar para disfrutar del firmamento nocturno. Especialmente si vivimos en, o cerca de, grandes ciudades. En lugares como Madrid, París, Ciudad de México o Nueva York, solo por mencionar algunas de las ciudades más grandes del mundo, el cielo puede llegar a tener tanta contaminación lumínica que ni siquiera podemos ver los 100 objetos más brillantes. En ocasiones, incluso, podemos ver muchos menos. Es una situación que resulta deprimente.

La principal causa de contaminación lumínica no son las luces de la calle
Contaminación lumínica de Nueva York. Crédito: Charlie Brown/Wikimedia Commons

Es uno de los escollos más grandes para la astronomía. La contaminación lumínica impide tanto disfrutar del cielo nocturno como el estudio profesional del cosmos. Durante mucho tiempo, se ha supuesto que, naturalmente, la principal causa de esa contaminación lumínica son las farolas que podemos encontrar en todas partes. A fin de cuentas, muchas de ellas ni siquiera apuntan hacia el suelo. Sin embargo, un grupo de investigadores ha determinado que solo supone, aproximadamente, el 20% de la contaminación lumínica.

Por lo que, para resolver ese problema, habrá que centrarse en otros aspectos y la solución va a ser, también, más complicada. De hecho, lo que enseña el estudio es que tener un cielo con una cantidad baja de contaminación lumínica es cosa de todos. Hay muchas fuentes que contribuyen a esa contaminación. Luces de las calles, faros de los coches, paneles gigantes de anuncio, luces en los estadios deportivos, escaparates de tiendas, señales de tráfico y un largo etcétera que, poco a poco, van sumando para robarnos el firmamento nocturno.

El experimento de Tucson

Con el paso del tiempo, la observación del cielo es cada vez más compleja. Los grandes observatorios del siglo pasado, por ejemplo, ahora están inutilizados por la iluminación a su alrededor. Los telescopios se construyen ahora en lugares tremendamente remotos, como el desierto de Atacama, simplemente para poder observar el firmamento sin la seria interrupción que supone la iluminación artificial. Por eso, lo sucedido en Tucson resulta muy interesante, ya que es algo que ayudará a entender cómo reducir la contaminación lumínica.

En el estudio, los investigadores explican el proceso que han llevado a cabo. Han utilizado el satélite Suomi National Polar-orbiting Partnership para tomar diferentes imágenes nocturnas de Tucson, en Arizona. La ciudad ha mejorado la iluminación de sus calles para que sea más inteligente. La ciudad tiene la capacidad de ajustar el brillo a lo largo del curso de cada noche. Los dirigentes de la ciudad, junto a los investigadores, permitieron que la iluminación se redujese a tan solo el 30% de su máximo y, después, fueron aumentándolo cada noche.

La primera lectura sorprendente es que no hubo quejas por parte de los ciudadanos. Simplemente, nuestros ojos se acostumbran a la cantidad de luz disponible en nuestro entorno. La segunda es que, al comparar la contaminación lumínica en las imágenes de satélite, se observó que apenas había variación. Solo el 20% del brillo de la ciudad, de noche, procede de las farolas. Algo que también se ha podido confirmar a través de las observaciones terrestres, que llevaron a cabo sus propias mediciones para contrastar lo observado.

Entonces, ¿cuál es la principal causa de la contaminación lumínica?

Es evidente que un alumbrado inteligente, en cualquier caso, es una buena elección. Al poder ajustar su brillo se ahorra dinero y, también, se reduce la contaminación lumínica que genera. Pero, en cualquier caso, queda la pregunta obvia. ¿De dónde viene la contaminación lumínica principalmente? La respuesta es un cúmulo de diferentes factores. La iluminación de los escaparates de las tiendas, los grandes edificios, las luces de los estadios, las señales de tráfico y un largo etcétera que, poco a poco, suman para producir lo que podemos observar.

Comparación en la contaminación lumínica entre una zona rural (arriba) y metropolitana (abajo). Crédito: Jeremy Stanley/Wikimedia Commons

Si queremos tener un cielo con el menor impacto posible de contaminación lumínica, será necesario trabajar en todos esos aspectos. Algo que podría ser especialmente complejo ya que no es solo algo que los organismos públicos puedan gestionar. Depende también de la decisión de compañías privadas que no tienen por qué coincidir en sus intereses. Con el paso del tiempo, y mejor iluminación, cabría esperar que el problema fuese a mejor. Sin embargo, cuanto más avanza la tecnología, más se iluminan nuestras ciudades.

Sea como fuere, este tipo de estudios ayudarán a entender mejor cuál es el origen de la contaminación lumínica. El firmamento, en todo su esplendor, es algo que cada vez menos gente puede observar en todo el planeta. Sin embargo, es algo tan sumamente espectacular que todo el mundo debería ver al menos una vez en su vida. Nuestros ancestros usaron el cielo nocturno como fuente de inspiración. Perder esa posibilidad no solo sería un gran contratiempo para la astronomía, también para nuestra sociedad y cultura…

Estudio

El estudio es C. Kyba, A. Ruby et al.; «Direct measurement of the contribution of street lighting to satellite observations of nighttime light emissions from urban areas». Publicado en la revista Lightning Research & Technology el 28 de octubre de 2020. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Universe Today, GFZ-Potsdam