Tras el éxito de las misiones Apolo 11 y 12, Apolo 13 debería haber sido, en teoría, una misión relativamente rutinaria (¿se puede llamar rutinario a enviar una misión tripulada a la superficie de la Luna?). Sin embargo, los astronautas nunca llegaron a la Luna y su vida estuvo en serio riesgo…
Apolo 13 recuerda el peligro del viaje espacial
Apolo 13 debería haber sido una misión más, al menos en principio en un programa que ya había sido un éxito total. El 11 de abril de 1970, tres astronautas partían con un objetivo aparentemente sencillo. Seguir los pasos de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, en Apolo 11, y Pete Conrad, Alan Bean y Richard Gordon en Apolo 12. Si todo hubiese ido según se esperaba, se hubiese convertido en la tercera misión en tocar la superficie de nuestro satélite. Pero sus integrantes nunca llegaron a abandonar su nave.
56 horas después del lanzamiento, la explosión de un tanque de oxígeno provocó que la tripulación tuviese que centrarse en una misión completamente diferente. En el horizonte, la pregunta ya no era cómo transcurriría todo durante su estancia en el satélite. Había que regresar a casa, en una nave que había quedado dañada, pero que todavía tenía la capacidad de proteger a sus ocupantes. El módulo lunar pasó a convertirse en un refugio improvisado que permitiese continuar el viaje de regreso a la Tierra, aunque no fue pensado para ello.
Permanecerían allí hasta los últimos momentos de la misión. En ese momento, tendrían que regresar al módulo de mando para amerizar en el planeta. Aunque todo salió bien, Apolo 13 es uno de los recordatorios de que el viaje espacial no es sencillo ni rutinario, a pesar de lo que podría parecer en ocasiones. Es un ejemplo de los peligros (e imprevistos) que pueden surgir en una misión espacial. Así como una demostración de que, con mucha innovación y capacidad de improvisación, es posible evitar la catástrofe.
Tres astronautas y un cambio de última hora
La tripulación de Apolo 13 estaba formada por James Lovell, como comandante, Fred Haise, que sería el piloto del módulo lunar, y Jack Swigert, el piloto del módulo de mando. De ellos, Lovell (42 años en aquel entonces) era el más experimentado y, en aquel momento, el astronauta que más había viajado. Antes de Apolo 13, ya contaba con tres misiones y 572 horas de viajes espaciales. No en vano, fue parte de la misión Apolo 8, y también participó en las misiones Gemini 7 y 12. Fue el primer astronauta que viajó cuatro veces al espacio.
Fred Haise, de 36 años, ya había participado en el programa Apolo. Fue el piloto sustituto de las misiones Apolo 8 y 11, como piloto del módulo lunar. Su participación, sin embargo, no llegó a ser necesaria. En Apolo 13 participó como parte de la tripulación principal. Antes de unirse a la NASA como piloto de pruebas, fue piloto de cazas en el ejército de los Estados Unidos. Fue seleccionado para el programa espacial en 1966, al mismo tiempo que su compañero, Jack Swigert. Apolo 13 fue el único vuelo espacial de Haise.
Jack Swigert, de 38 años en aquel entonces, había sido parte del equipo de apoyo de Apolo 7. Inicialmente, iba a ser el piloto sustituto del módulo de mando de Apolo 13. Sin embargo, tuvo que unirse a la tripulación principal apenas 48 horas antes del lanzamiento de Apolo 13. El piloto principal, Ken Mattingly, se había visto expuesto a la rubeola y existía riesgo de haber caído enfermo. No podían permitirse que viajase al espacio. Permaneció en tierra y participó activamente en la misión. Finalmente, visitó la Luna en Apolo 16.
Un inoportuno tanque de oxígeno
Apolo 13 despegó el 11 de abril de 1970. La nave Apolo estaba formada por dos módulos, conectados por un túnel. Por un lado, Odyssey, el módulo de mando. Por otro, Aquarius, el módulo lunar. La tripulación permaneció en Odyssey durante el viaje hacia la Luna. En la madrugada del 14 de abril, con la misión a 330 000 kilómetros de la Tierra, y llegando a la Luna, comenzó lo inesperado. En tierra, Sy Liebergot, controlador de misión, detectó un aviso de baja presión en el tanque de hidrógeno de Odyssey.
Esa señal podría deberse a un problema, o indicar que era necesario remover el gas del tanque, calentándolo y moviéndolo. El procedimiento, llamado cryo stir evitaría que el gas, supercongelado, se acumulase en diferentes capas. Swigert activó el interruptor para un procedimiento que debería haber sido rutinario. Un instante después, sin embargo, toda la nave se sacudió. Las luces de alarma se activaron en Odyssey y en Control de misión (en Houston) al perderse la presión de oxígeno y la energía.
La tripulación informó rápidamente a Control de misión, con Swigert (y posteriormente Lovell) diciendo «Houston, hemos tenido un problema», a diferencia de la frase que se ha hecho popularmente conocida gracias a la película Apolo 13, de 1995, en la que la frase utilizada fue «Houston, tenemos un problema» y, además, atribuyendo esa primera advertencia al propio Lovell, en lugar de a Swigert, que fue quien originalmente, en primera instancia, notificó que algo acababa de suceder en el transcurso de la misión…
¿Qué fue lo que pasó en Apolo 13?
Tiempo después, la investigación del accidente determinó que varios cables quedaron expuestos en el tanque de oxígeno. Fue fruto de una combinación de errores de fabricación y de pruebas, previos al vuelo. En aquella madrugada, una chispa de uno de esos cables, en el tanque de oxígeno, provocó un incendio, destruyendo uno de esos tanques y dañando otro que estaba en el interior de la nave. El oxígeno alimentaba las células de combustible de Odyssey, por lo que la energía disponible también se vio reducida.
Los propulsores del control de altura, al detectar la pérdida de oxígeno, intentaron estabilizar la nave a través de pequeños impulsos. Si bien tuvo poco éxito porque varios de los propulsores habían quedado dañados por la explosión del tanque de oxígeno. Por suerte para la tripulación, Apolo 13 estaba compuesta por dos módulos diferentes. Aquarius, el módulo lunar, no debería haberse encendido, en teoría, hasta que la tripulación estuviese cerca de aterrizar en la Luna. Haise y Lovell trabajaron para acelerar las operaciones.
Lo lograron arrancar en menos tiempo de lo que se había previsto. Sin embargo, no podía ser una solución permanente. Aquarius no tenía un escudo térmico y, por tanto, no podían limitarse a trasladarse al módulo lunar y permanecer allí durante el resto de la misión. Mientras Lovell y Haise preparaban el módulo lunar para poder utilizarlo, Swigert permaneció en el módulo Odyssey. Su función era apagar sus sistemas y conservar la energía necesaria para la operación de reentrada, cuando regresasen a la Tierra.
Un juego de conservación de energía
La tripulación tuvo que enfrentarse al reto de regresar a la Tierra en unas circunstancias que no eran las previstas. Además, necesitaban preservar la energía del módulo lunar, Aquarius. Tras ejecutar una maniobra para regresar a la Tierra, se vieron obligados a apagar todos los sistemas no esenciales de la nave. Dicho de otro modo, tuvieron que renunciar a una fuente de calor que hiciese que la temperatura de la cabina fuese tolerable. Sin ella, no pasó mucho tiempo hasta que bajase a un punto cercano al de la congelación.
Parte de los alimentos también se perdieron. La tripulación se vio obligada, además, a racionar el agua, para asegurarse de que Aquarius, que tendría que funcionar durante mucho más tiempo del que se había previsto, tendría suficiente líquido para enfriar sus propios instrumentos. Además, el módulo lunar había sido diseñado para albergar a dos personas. Pero eran tres las que tenían que apelotonarse allí. La situación era muy complicada en el espacio y, lógicamente, se tradujo en la Tierra en mucho movimiento en la NASA.
El director de vuelo, Gene Kranz, recurrió a sus controladores (que estaban en diferentes turnos) para centrarse en la gestión de la energía y el agua. Otros equipos del control de misión se dedicaron a ayudar a la tripulación con sus actividades diarias. Los fabricantes de la nave se pusieron manos a la obra para ayudar tanto a astronautas como la propia NASA. No es difícil imaginar que, en esas circunstancias, el viaje de regreso a la Tierra fue complicado. Fred Haise, incluso, sufrió una infección renal durante el viaje de vuelta.
El regreso a la Tierra y el legado de Apolo 13
Toda la tripulación perdió peso, pero, pese a las dificultades, lograron regresar a la Tierra. Aquarius fue capaz de proteger a sus ocupantes hasta alcanzar la atmósfera de la Tierra. En ese momento, tocaba regresar al módulo de mando, a Odyssey. Con solo horas por delante para, finalmente, amerizar en el océano, había que prepararse para la reentrada y poner fin a una misión que podría haber terminado en desastre. El módulo de mando había permanecido apagado durante días, pero la operación de encendido funcionó bien.
El 17 de abril, Lovell, Haise Swigert amerizaron en el Océano Pacífico, cerca de Samoa y cerraron uno de los capítulos más complicados de la exploración espacial. Pero las consecuencias de lo sucedido se tradujeron en cambios en las misiones posteriores. El módulo de mando, y el de servicio, fueron modificados para las siguientes misiones. Se añadió otro tanque de oxígeno que, además, podía apoyar a la tripulación. Se eliminó el cableado, ventiladores y termostatos de los tanques criogénicos y se añadieron bolsas de almacenamiento de agua.
Además, se añadió una batería de 400 amperios/hora a la fase de descenso del módulo lunar. Fred Haise fue asignado como comandante de la futura misión Apolo 19 (que no llegó a tener lugar, tras la cancelación por parte de NASA tras un recorte de presupuesto. Sin embargo, participó en los vuelos de prueba del transbordador espacial Enterprise. En 1982, Swigert fue elegido para formar parte del Congreso de Colorado, su estado natal. Pero falleció tras un cáncer de hueso. En 1994, Lovell, y el periodista Jeffrey Kluger, publicaron un libro principalmente centrado en Apolo 13…
Una historia de ingenio, creatividad…
A raíz de aquel libro surgió, en 1995, la película Apolo 13, protagonizada por Tom Hanks. La propia NASA permitió al equipo que accediese a la sala de Control de misión de los años 60, para reutilizarla como set de rodaje. La película ganó dos premios Óscar, de nueve nominaciones, y se convirtió en una de las más populares referentes a la exploración espacial. Pero, más allá del mundo cinematográfico, han sido muchos los trabajos que se han publicado sobre lo que sucedió en Apolo 13, tanto en la misión como en Houston.
No son pocas las historias que permiten entender mejor lo que sucedió en aquellos días. Hubo que tener en cuenta muchos detalles para que la misión pudiese salir adelante y los astronautas regresasen a casa sanos y salvos. Como ejemplo, la maniobra de Control Térmico Pasivo (PTC, por sus siglas en inglés), consistía en una lenta rotación del módulo de mando, girando de una a tres veces por hora, para igualar la temperatura, evitando que un lado se viese expuesto continuamente al Sol, y el otro al frío del espacio.
Esa maniobra tuvo que pasar a hacerse a mano, desde el propio módulo lunar, con Jim Lovell a los mandos, porque el módulo de mando había sido desactivado. Era necesario mantener la operación y, además, evitar que los propulsores de Odyssey, necesarios en la fase de reentrada, pudiesen congelarse. Porque, de ser así, las operaciones para poder amerizar se habrían visto en serio peligro. Gracias a este, y muchos otros detalles, 50 años después podemos recordar el éxito de una misión que, irónicamente, había fracasado…
Referencias: Space, Universe Today