Desde hace tiempo, se cree que las Táuridas podrían ocultar asteroides peligrosos para la Tierra. Pero, a esta vieja sospecha, ahora se le ha sumado un nuevo estudio que refuerza la idea. A fin de cuentas, de aquí pudo proceder el famoso bólido de Tunguska…

Las Táuridas podrían ocultar asteroides que supondrían un riesgo

A la hora de pensar en posibles fuentes de impactos sobre la superficie de nuestro planeta, solo hay una fuente que resulta muy evidente. Los objetos cercanos a la Tierra. Una multitud de asteroides, de diferentes tamaños, con órbitas que los llevan a acercarse mucho a nuestro entorno. Tanto que, en alguna ocasión, podrían llegar a colisionar con la superficie. A día de hoy, se conocen decenas de miles de asteroides de este tipo. Siempre quedan asteroides por descubrir, pero, en líneas generales, se podría decir que nuestro vecindario está bajo control.

Las Táuridas podrían ocultar asteroides peligrosos
La lluvia de las Perseidas. Crédito: NASA/JPL

O, por lo menos, tan bajo control como se puede tener una región del espacio en la que siempre puede haber objetos que no hayas detectado antes. La posibilidad siempre está ahí. Por eso, a pesar de que el catálogo de objetos cercanos a la Tierra no deja de crecer, la búsqueda de más asteroides de este grupo sigue adelante. Lo que algunos sospechaban, y ahora parece que se confirma, es que no es la única fuente de posibles impactos con nuestro planeta. Las Táuridas podrían ocultar asteroides que podrían chocar con la Tierra.

La sospecha no es ni mucho menos nueva, pero ahora un grupo de investigadores ha publicado un estudio que apunta en esa misma dirección. Todo se debe a las particularidades de esta lluvia de estrellas en particular. Tiene características que son únicas. Eso, a pesar de que para el gran público no es una gran conocida. Las Táuridas son visibles, principalmente desde el hemisferio norte, a finales de junio. No producen una cantidad de meteoros particularmente destacable. Pero se cree que, en 1908, de allí procedió el bólido de Tunguska…

El bólido más famoso del siglo pasado

A estas alturas, es posible que el bólido de Tunguska no necesite mucha presentación. Sucedió el 30 de junio de 1908. En aquella fecha, se cree que una roca de 46 metros de diámetro entró en nuestra atmósfera. Se adentró en el norte de Siberia y terminó desintegrándose a 16 kilómetros de altura. Lo hizo con una fuerza equivalente a la de una bomba de 5 megatones. Las consecuencias en los alrededores fueron nefastas. La onda expansiva arrasó con 80 millones de árboles en una zona de más de 2100 kilómetros cuadrados. No es ninguna broma.

Fotografía tomada en 1929 de la zona de Tunguska. Crédito: Vokrug Sveta

La casualidad quiso que sucediese en una región muy remota. No hubo víctimas, al menos oficialmente. La historia habría sido muy diferente si hubiese sucedido sobre una gran ciudad. Durante mucho tiempo, el origen de este bólido no estuvo nada claro. Pero, ya en 1978, el astrónomo eslovaco Ľubor Kresák sugirió que su origen estaba en la misma corriente de restos que da lugar a las Táuridas cada año. Las fechas, además, encajan de maravilla, porque tienen lugar del 5 de junio al 18 de julio. Pero, ¿qué es lo que origina estas lluvia de estrellas?

Salvo alguna excepción, la mayor parte de lluvias de estrellas tienen su origen en el rastro de partículas dejado por un cometa a su paso. Esas partículas se desprenden cuando, al acercarse al Sol, los elementos volátiles en la superficie del cometa se evaporan y, con él, pequeñas partículas son expulsadas al espacio. Todo el conjunto forma lo que popularmente conocemos como la cola. Todas esas partículas expulsadas quedan en la órbita. Con el tiempo, a medida que el cometa vuelve a pasar, se van acumulando…

Todas las miradas en el cometa Encke

Por ejemplo, las populares Leónidas, que tienen lugar a mediados de noviembre, tienen su origen en el rastro de partículas dejado tras de sí por el cometa Tempel-Tuttle. En el caso de las Táuridas, el rastro pertenece al cometa Encke. Entre otras cosas, destaca por ser el cometa con la órbita más corta conocida. Solo tarda 3,3 años en dar una vuelta alrededor de nuestra estrella. En 1992, el astrofísico británico, Victor Clube, sugirió que las Táuridas podrían albergar asteroides más grandes de lo normal. Nada de pequeñas partículas…

El cometa Encke es el responsable de las Táuridas, en cuyo interior se podrían ocultar asteroides peligrosos para la Tierra.
El cometa Encke, responsable de las Táuridas. Crédito: Jim Scotti

Sino asteroides que, en tamaño, serían fácilmente comparables a los que podemos encontrar en las inmediaciones de nuestro planeta. Estos posibles asteroides estarían en el corazón de la corriente de las Táuridas. Ocultos en el interior de un largo rastro de partículas mucho más pequeñas. Pero no solo eso, el propio Clube, y otros astrónomos, sugirieron que las Táuridas fueron, originalmente, parte de un objeto mucho mayor, de un diámetro de unos 160 kilómetros. Pudo adentrarse en el Sistema Solar hace unos 10 000 o 20 000 años.

Es muy posible que, de aquel viejo objeto, el cometa Encke, con un diámetro de 4,8 kilómetros, sea el resto más grande que haya sobrevivido. Nuestro planeta cruza la órbita del cometa dos veces al año. En junio, creando las Táuridas ya mencionadas; y en noviembre, creando las Táuridas del Sur. Cada cierto tiempo, nuestro planeta se adentra más de lo habitual en la corriente de las Táuridas. Cuando sucede, la cantidad de partículas con las que se encuentra la Tierra es mayor. Hay motivos para creer que ese será el caso de este 2019.

Las Táuridas podrían albergar asteroides… ¡gracias a Júpiter!

En condiciones normales, con el paso del tiempo, las partículas, y los objetos más grandes, terminan dispersándose. Es lo habitual hasta que, años después, el cometa que origina la lluvia de estrellas de turno vuelve a pasar y rellena la órbita con material nuevo. Pero no es el caso del cometa Encke. Tarda casi el mismo tiempo en dar siete vueltas alrededor del Sol (23,1 años) que lo que tarda Júpiter en completar dos. Es decir, ambos se encuentran en resonancia orbital. La enorme gravedad del gigante joviano podría mantener esas partículas compactas.

Júpiter visto por la sonda Cassini. Crédito: NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Southwest Research Institute – National Aeronautics and Space Administration

Hay evidencias que apuntan a que podría ser más que una mera suposición. En 1975, cuando la Tierra pasó cerca del centro de esta corriente de material, los sismógrafos de la superficie de la Luna registraron más movimientos sísmicos (también llamados lunamotos) de lo habitual. Probablemente debido a un aumento de los impactos de pequeños meteoritos contra la superficie. En 2015, nuestro planeta volvió a acercarse al centro. Y, en noviembre, hubo un aumento notable de bolas de fuego (meteoros extremadamente brillantes).

El estudio de la trayectoria del bólido de Tunguska apunta a que, también, su origen debió encontrarse en la corriente de las Táuridas. Este año, nuestro planeta volverá a pasar muy cerca del centro. Lo hará a una distancia de 9 millones de kilómetros. Desde 1975, la Tierra no se acercaba tanto al centro de la corriente de las Táuridas. No volverá a suceder hasta la década de 2030. Es, por tanto, una ocasión inmejorable para intentar estudiarla en busca de posibles objetos más grandes de lo habitual. Podría haber algún asteroide…

Buscar los asteroides que podrían ocultar las Táuridas no será nada fácil

Los investigadores han llevado a cabo simulaciones para intentar determinar el mejor momento para observar la corriente de las Táuridas. Han simulado las órbitas de asteroides de 100 metros de diámetros, con una órbita parecida, durante los próximos 1000 años, y han encontrado dos fechas que parecen ideales. Del 5 al 11 de julio, ideal para la observación desde el hemisferio sur; y del 21 de julio al 10 de agosto, ideal para la observación del hemisferio norte. Aún con todo, las detecciones serán muy difíciles.

El observatorio Canadá-Francia-Hawái, instalado en Hawái, observará la corriente de las Táuridas. Crédito: Michele Bannister

Aunque haya algún asteroide, será extremadamente tenue. Rondará una magnitud aparente 22. O, lo que es lo mismo, será 2,5 millones de veces más tenue que las estrellas más tenues que podemos observar a simple vista. Solo los observatorios más grandes del mundo, capaces de realizar observaciones durante horas, serán capaces de intentar detectar alguno de estos fragmentos. No será una búsqueda nada sencilla. Pero, de haber algo, se podría determinar si son peligrosos para nuestro planeta. Por ahora solo es una hipótesis…

Además, por si esto no fuese suficiente, las Táuridas son una lluvia de estrellas de muy poca actividad. La radiante, el punto del que parecen proceder las estrellas, se encuentra muy cerca de la posición del Sol en el firmamento. Así que no nos ofrece una gran oportunidad para disfrutar de grandes lluvias de estrellas. En cualquier caso, incluso si se determinase que las Táuridas podrían ocultar asteroides peligrosos, no hay que alarmarse. La posibilidad de que un meteorito impacte con la Tierra sigue siendo muy baja…

Estudio

El estudio es D. Clark, P. Wiegert y P. Brown; «The 2019 Taurid resonant swarm: prospects for grounddetection of small NEOs». Será publicado próximamente en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society y ya puede consultarse en arXiv.

Referencias: Space