Un nuevo estudio siembra dudas con el Planeta Nueve. Ese hipotético mundo, en las afueras del Sistema Solar, que podría explicar las órbitas de varios objetos descubiertos en esa región. Es posible que su comportamiento se pueda explicar sin necesidad del planeta…
Las dudas con el Planeta Nueve
Como quizá sepas, la posibilidad de que hubiese un noveno planeta en las afueras del Sistema Solar se planteó en 2016. Desde entonces, ha habido diferentes estudios tanto en favor de la hipótesis como en su contra. Tanto Mike Brown como Konstantin Batygin, los investigadores que plantearon su existencia, están convencidos de que es cuestión de tiempo dar con este mundo. A fin de cuentas, no hay que olvidar que se encuentra a una distancia enorme.
Su órbita sería de entre 10.000 y 20.000 años. Solo comparable con la de un planeta enano, Sedna, que tarda unos 11.000 años en completar una vuelta alrededor del Sol. En esencia, todas las pistas que apuntan a esa posibilidad se basan en las interacciones gravitatorias de varios objetos descubiertos en el Cinturón de Kuiper. Pero son esas mismas interacciones gravitacionales las que siembran dudas con el Planeta Nueve.
Un grupo de investigadores plantea que quizá esa metodología esté equivocada. Para llegar a esa conclusión, se han fijado en la órbita de objetos como Sedna. Los podríamos definir, en cierto modo, como objetos despegados. Por su distancia extrema, a más de 10.000 millones de kilómetros del Sol, sus órbitas nunca les llevan cerca de los planetas gigantes. Así que no se ven sujetos a la gravedad de mundos como Neptuno.
Una órbita que puede contar una historia
Así que, a su modo de ver, las órbitas como la de Sedna pueden ser una huella de eventos pasados. Han desarrollado un modelo al que llaman «inestabilidad de inclinación». Con el que muestran que Sedna podría pasar de tener una órbita ovalada a circular con el tempo. En ese modelo, el responsable de ese cambio no es un planeta, sino las interacciones gravitacionales entre muchos objetos.
El funcionamiento viene a ser el siguiente: a medida que la inclinación de las órbitas de esos objetos crece, se inclinan de la misma manera respecto al plano del Sistema Solar. Eso provoca que las órbitas de esos objetos se vayan acumulando, describiendo una forma similar a la de un cono. Al mismo tiempo, la forma de sus órbitas cambia, volviéndose más circular y haciendo que su perihelio (la distancia máxima al Sol) aumente.
Si están en lo cierto, lo primero que sucedió fue que esos objetos fueron dispersados por las interacciones con los planetas gigantes. Después, las interacciones entre los objetos dispersos provocaron que se desplazasen hacia sus órbitas actuales. Los investigadores creen que este mecanismo podría explicar las órbitas de objetos como Sedna. En la actualidad, se calcula que podría haber hasta 10 veces la masa de la Tierra en material disperso en esas regiones.
Mucho material disperso… ¿o no?
A cientos de UAs (unidades astronómicas, 1 UA es la distancia que separa la Tierra del Sol), podría haber multitud de objetos. Originalmente, habrían sido dispersados por los planetas gigantes. Después, sus órbitas se habrían alejado de la influencia de su gravedad por interacciones y perturbaciones con estrellas cercanas. La idea, en esencia, es que todo se puede explicar por el comportamiento de esos mismos objetos.
De ahí que siembre dudas con el Planeta Nueve. Su papel no sería necesario en absoluto. Pero no quiere decir que estemos ante un hallazgo concluyente. Al contrario, los propios investigadores cuentan que están comenzando a desarrollar ese modelo. Tienen mucho trabajo por delante, porque quieren estudiar las influencias gravitacionales de los planetas gigantes. Así como centrar su atención en varios objetos en particular.
Especialmente, les interesan aquellos que tienen una órbita retrógrada. Es decir, que se mueven en sentido contrario a todos los planetas del Sistema Solar (y la rotación del Sol). Además, hay que tener en cuenta que el trabajo todavía tiene que ser revisado por otros astrónomos. Dicho de otro modo, está por ver si este modelo es suficientemente robusto o, por el contrario, encuentran fallos en él. Alguien, de hecho, ya tiene pegas…
¿Adiós al Planeta Nueve?
Las dudas con el Planeta Nueve van a seguir. Konstantin Batygin ya se ha pronunciado respecto a este estudio. En su opinión, el modelo no encaja con lo que observamos en el Cinturón de Kuiper. Para que funcionase, en sus palabras, sería necesario que tuviese mucha más masa de la que sabemos que tiene. Así que para el investigador no ha cambiado nada. El Planeta Nueve sigue siendo, a su modo de ver, la mejor explicación.
El problema es que tenemos debate para rato. Porque encontrar un planeta así es muy complicado. Si existe, sería más masivo que la Tierra y más grande. Pero está tan lejos que es mucho más tenue que Plutón. Incluso sabiendo en qué región aproximada del firmamento buscarlo, es muy complicado dar con él. Por ahora han llevado a cabo varias observaciones, y todas ellas han sido infructuosas.
Lo único que parece claro es que el Planeta Nueve va a seguir dando mucho que hablar en los próximos años. Me aventuraría a decir que seguiremos viendo estudios tanto en uno como en otro sentido. Tanto por aquellos que creen que tienen motivos fundamentados para demostrar su existencia, como para los que creen que es una explicación innecesaria. Sea como sea, la misión por seguir conociendo mejor el Sistema Solar continúa…
El estudio es Madigan et al; «On the Dynamics of the Inclination Instability». Ha sido enviado a la revista The Astrophysical Journal, aunque todavía no ha sido publicado. En cualquier caso, puede ser consultado en arXiv.
Referencias: Centauri Dreams, IFLScience
¿Por qué es tan complicado encontrar el planeta nueve (si existe) cuando es mucho más masivo que otros objetos casi tan lejanos como Sedna y Makemake, menos masivos que él? ¿Se localizaron por casualidad y si es así puede haber muchos más planetas enanos?