Un grupo de investigadores ha explicado que, en su infancia, la Tierra dio origen a muchos continentes. Sin embargo, duraron muy poco tiempo y desaparecieron inmediatamente después, aunque dejaron algunas huellas de su presencia. Es algo que podría ayudar a entender mejor la tectónica de placas…

La Tierra tuvo muchos continentes breves

Un grupo de investigadores ha analizado los primeros cientos de millones de años de nuestro planeta. En ellos, explican, la Tierra dio lugar a la aparición de muchos continentes. Pero desaparecían rápidamente. El proceso permitió que, poco a poco, se asentasen los cimientos para que, con el paso del tiempo, apareciesen continentes sólidos. Algo que, a su vez, desembocó en la aparición de la tectónica de placas. Los investigadores explican que los continentes, en los 500 primeros millones de años del planeta, eran más bien débiles.

Los muchos continentes de la Tierra en su juventud
Mapa de Pangea con la ubicación de los continentes actuales. Crédito: Kieff/Wikimedia Commons

Esos continentes duraban muy poco tiempo. Con el paso del tiempo, fueron adquiriendo rigidez, a lo largo de 1000 millones de años, hasta terminar llegando a lo que se convertiría en el núcleo de los continentes modernos. Durante cientos de millones de años, los continentes actuales han sido estables. Se han movido por la tectónica de placas, una teoría que explica el movimiento de la corteza terrestre. Ese proceso ha permitido la formación de supercontinentes, en la historia de la Tierra, como sucedió en el caso del supercontinente Pangea.

Es decir, la corteza, tal y como ha existido en los últimos cientos de millones de años, sigue estando presente en la actualidad. Sin embargo, se sabe muy poco de los continentes que aparecieron en momentos anteriores de la historia de la Tierra. Por ello, los investigadores recurrieron a modelos por ordenador para entender la interacción entre la roca y el magma en la corteza del planeta y por debajo. Así, pudieron ver que los primeros continentes formaron partes del manto superior, la región que se encuentra justo bajo la corteza.

La diferencia entre unos y otros continentes

Esas partes del manto superior alcanzaban la superficie y después se esparcían por la superficie en gigantescas erupciones volcánicas. En aquellas primeras etapas, la Tierra tenía una enorme cantidad de calor en su interior. Ese calor interno era, según han explicado, entre tres y cuatro veces superior al de la actualidad. Algo que provocaba que se fundiese mucho del material en el manto. Después era expulsado como magma en la superficie del planeta. Esos primeros continentes, del eón hádico, hace entre 4600 y 4000 millones de años, eran débiles.

Concepto artístico de la Tierra poco después de su formación. Crédito: Public Domain Pictures

Aquellos continentes eran fáciles de destruir. Los modernos, sin embargo, son mucho más resistentes, provocando que sea mucho más difícil destruirlos al estirarlos. La corteza del hádico era mucho más cálida y fina, y se asentaba en un manto mucho más frágil. De modo que se crearían grandes fisuras entre los continentes, permitiendo el paso del magma que los cubriría. A su vez, eso provocaría que los continentes se hundiesen de nuevo en el manto. Mientras tanto, al mismo tiempo, nuevos continentes aparecían en el magma de la superficie.

Con el comienzo del eón arcaico (que tuvo lugar hace entre 4000 y 2500 millones de años), la corteza que se había formado inicialmente había sido reemplazada por lo que se convertiría en los cimientos de los continentes modernos. Es decir, los investigadores habían observado que los continentes desaparecidos en el hádico eran una pieza clave. Permitieron que después se formasen continentes más estables. La reabsorción de esos primeros continentes, en las partes finas del manto, provocó que se secase y se endureciese.

Una sucesión de muchos continentes para explicar la tectónica de placas de la Tierra

En esencia, ese proceso permitió que se estableciesen los cimientos sobre los que aparecerían los continentes más sólidos y resistentes. Es un escenario que permite explicar cómo surgió la tectónica de placas. Requiere una base muy firme y continentes que sean mucho más sólidos. El modelo que han desarrollado, a su vez, muestra que algunos fragmentos de esos continentes deberían permanecer en la superficie, formando lo que se podría definir como raíces en la corteza. Esos fragmentos todavía existen en la actualidad.

La Tierra vista desde el espacio. Crédito: NASA

Son conocidos como cratones. Un ejemplo de ellos es Laurencia, que forma el núcleo del continente de Norteamérica e incluye una región que cubre el medio oeste y las grandes llanuras de Estados Unidos, así como gran parte de Canadá y Groenlandia. La aparición de los continentes al final del hádico, además, según dicen los investigadores, aportó fertilizante que ayudaría a la aparición de la vida en nuestro planeta. Algunos fragmentos se partieron y se esparcieron a la atmósfera y los océanos, aportando los nutrientes necesarios para la vida.

Si están en lo correcto, por tanto, aquellos primeros continentes de nuestro planeta también pudieron ser una parte importante en la aparición de la vida en nuestro planeta. Algo que, a su vez, podría extrapolarse en el estudio de mundos más allá del Sistema Solar. En definitiva, es algo que resulta muy interesante porque, por un lado, abre una puerta al pasado de nuestro planeta y, por otro, supone una gran oportunidad para entender la relación entre la tectónica de placas y las condiciones necesarias para que aparezca la vida en un planeta…

Estudio

El estudio es F. Capitanio, O. Nebel y A. Cawood; «Thermochemical lithosphere differentiation and the origin of cratonic mantle». Publicado en la revista Nature el 2 de diciembre de 2020. Puede ser consultado en este enlace.

Referencias: Space