El 5 de septiembre de 2017 marcó el 40º aniversario del lanzamiento de la sonda Voyager 1. No hay ninguna otra creación humana que haya llegado tan lejos. A bordo, lleva un mensaje para una hipotética civilización alienígena que pueda encontrarla. Pero… ¿qué posibilidad hay de que suceda?

Un mapa rumbo al Sol

El disco de oro de las Sondas Voyager

Las sondas Pioneer 10 y 11 (lanzadas en 1972 y 1973), y las sondas Voyager 1 y 2 (lanzadas en 1977) llevan a bordo un mapa galáctico. Las sondas Pioneer partieron con el objetivo de estudiar el cinturón de asteroides y los gigantes gaseosos. Por su parte, las dos sondas Voyager tenían como objetivo estudiar las regiones exteriores del Sistema Solar, y nos han dejado material para la historia. Incluyendo la celebre foto un punto azul pálido.

Junto a esos mapas, había diferentes conjuntos de información sobre nuestra especie. Después de su visita por el Sistema Solar, las sondas seguirían en su viaje, alejándose de este pequeño rincón cósmico para no volver nunca más. Se convertirán en objetos en órbita alrededor del centro de la Vía Láctea. La idea es que, si en algún momento fuesen localizadas por vida inteligente, serían capaces de descifrar la información y visitarnos. O al menos mandarnos un saludo.

Pero, la verdad sea dicha, tanto Frank Drake (el padre de la famosa ecuación que lleva su nombre) como otros científicos que trabajaron en su diseño, eran conscientes de que las posibilidades de que algún tipo de vida inteligente las pueda encontrar son mínimas. Por no decir casi inexistentes. Sin embargo, en estos 40 años han cambiado muchas cosas. En aquella época, pocos eran los que pensaban que enviar un mapa de este tipo pudiese tener implicaciones negativas…

Voyager 1, ¿un mapa no deseado?

Mapa de púlsares del disco de las sondas Voyager.
Crédito: NASA/JPL

En nuestros tiempos, sin embargo, no son pocos los científicos que creen que el papel de la Humanidad debería ser, simplemente, el de limitarse a escuchar lo que suceda en la galaxia. Hasta cierto punto tiene sentido. Si hay alienígenas mucho más avanzados que nosotros y, por casualidad, sus intenciones son hostiles, ¿no es más adecuado asegurarnos de que hacemos lo posible por evitar que puedan saber que estamos aquí?

Las placas de las sondas Pioneer, y los discos de oro de las sondas Voyager, como el que lleva la Voyager 1, son el fruto de una visión quizá romántica. En aquel entonces se consideraba, quizá ingenuamente, que una civilización más avanzada que la nuestra sería amistosa. Pero, ¿y si no fuese así? Con el paso del tiempo, ha ido apareciendo una corriente mucho menos romántica. Puede que la vida inteligente del resto de la galaxia sea aun más agresiva…

Pero, ¿cuál es la posibilidad real de que estas naves lleguen a encontrarse con vida inteligente? ¿estamos en peligro porque, hace 40 años, decidimos poner un mapa con los 14 púlsares más cercanos a la Tierra a bordo de una sonda que, a día de hoy, es el objeto más lejano que hemos mandado al espacio? Para responder a esta pregunta, hará falta un poco de todo. Algunas suposiciones y algunos hechos…

Un mapa galáctico razonablemente preciso

La placa de la sonda Pioneer 10.
Crédito: Carl Sagan & Frank Drake; artwork by Linda Salzman Sagan

Primero hay que partir de la base de que estos alienígenas serían capaces de leer mapas. Quizá este sea el mayor de los problemas para una civilización diferente a la nuestra. Lo que quizá a nosotros nos parece un mapa, para otra criatura inteligente podría ser algo totalmente incomprensible. Así que no parece descabellado suponer que una forma de vida alienígena, seguramente, tendrá un sistema de coordinadas y direcciones diferente al nuestro.

Desde luego, sabemos que no podrán guiarse por las constelaciones. Desde cada ángulo que podamos verlas, su aspecto es completamente diferente. Además, una constelación es un diseño arbitrario y completamente humano. Lo que nosotros podríamos identificar como un carro estelar, una civilización alienígena podría identificarla con un mono. O con algo completamente diferente, incluyendo otras estrellas que ni siquiera son visibles en nuestro firmamento por estar demasiado lejos.

Así que, en su momento, trabajando en las placas de las sondas Pioneer, Frank Drake y Carl Sagan llegaron a la conclusión de que haría falta algo mejor para poder indicar de dónde salieron. Entendieron que podrían utilizar púlsares para marcar, específicamente, la posición de nuestro planeta dentro de la Vía Láctea. De hecho, ni siquiera es necesario identificar los 14 púlsares. Con unos cuantos menos sería posible.

Una carretera al Sistema Solar

La sonda Voyager 1.
Crédito: NASA

Así que los púlsares, que son fácilmente reconocibles en el firmamento, podrían dar las pistas necesarias para llegar a nosotros. Tanto en los discos como en las placas, están recogidos los 14 púlsares más cercanos, así como una línea, mucho más larga, que indica la distancia al centro de la Vía Láctea. Así que podríamos decir que, en cierto modo, los púlsares son como los faros del océano, pero en versión cósmica.

Probablemente, serían objetos fácilmente reconocibles por cualquier civilización que tenga la capacidad de viajar al espacio. En cada uno de ellos, en el mapa, hay código binario que indica la distancia que nos separa del púlsar. Así que un ser inteligente podría deducir cuál es la posición del Sol a través de ellos. En ese sentido, los mapas parecen plenamente funcionales. Si la Voyager 1 cae en manos de una civilización, podrían encontrarnos.

Pero el gran impedimento no es tanto descifrar el mapa. Insisto, parece que es algo que, seguramente, no tendría una particular dificultad para una civilización alienígena (una vez hayan entendido qué les intentamos transmitir). El gran problema es, en realidad, que el espacio es muchísimo más grande de lo que imaginamos. Nuestra mente no está acostumbrada a trabajar con cifras tan grandes.

Un enorme espacio vacío

En este concepto artístico, la sonda Voyager 1 observa el Sistema Solar a vista de pájaro. Los círculos representan las órbitas de los planetas gigantes.
Crédito: NASA, ESA, y J. Zachary y S. Redfield (Wesleyan University); Crédito de la ilustración artística: NASA, ESA, y G. Bacon (STScI).

El espacio entre estrellas es enorme. Incluso las distancias dentro de un propio sistema (como el nuestro) son mareantes. La Tierra está a 145 millones de kilómetros del Sol. ¡Millones de kilómetros!  Y, a pesar de esa enorme distancia, estamos cerca de nuestro astro. Así que para aumentar las probabilidades de que alguna de las sondas pueda encontrarse con una nave alienígena, más nos vale que haya una cantidad de tráfico interestelar realmente mareante.

En estudios recientes, se ha utilizado la Ecuación de Drake para intentar calcular la probabilidad de que haya civilizaciones alienígenas. Con los datos más recientes, pero todavía con suposiciones inevitables (por carecer de otros tantos datos), un grupo de investigadores intentó determinar esa probabilidad. El cálculo se hace incluyendo factores como el ritmo de creación de estrellas, la posibilidad de que aparezca vida, que esa vida sea inteligente, etc…

Lo importante, en el caso que nos ocupa, es que la probabilidad, según su conclusión, de que los seres humanos estemos solos en la Vía Láctea, es ínfima. Está en el vecindario de una entre un trillón. Es decir, es casi imposible, si nos guiamos por ese resultado, que seamos los únicos habitantes inteligentes de la galaxia. Pero esta cifra tampoco nos da toda la información necesaria para concluir si la sonda Voyager 1 podría toparse con vida inteligente…

Un viaje largo, muy largo

El «retrato de familia» del Sistema Solar hecho por la sonda Voyager 1.  Crédito: NASA

La sonda Voyager 1 se mueve a una velocidad de 17 kilómetros por segundo. A pesar de que hace casi 40 años que partió de nuestro planeta, y de que se encuentra a unos 21.000 millones de kilómetros de distancia, todavía está en nuestro vecindario cósmico. De hecho, podríamos decir que todavía está alcanzando la puerta de salida del jardín. En 2012, atravesó la heliosfera, la región del espacio en la que deja de sentirse el viento solar de nuestra estrella.

Pero todavía tardará 40.000 años en llegar a la estrella más cercana en su viaje. ¿Cuál es la posibilidad de que haya alienígenas justo a la vuelta de la esquina, en nuestro vecindario interestelar? En ese estudio también se intentó calcular. La conclusión fue de que la probabilidad sería de 1 entre 10.000. O lo que es lo mismo, seguramente, somos la primera civilización que ha aparecido en esta región de la Vía Láctea.

A esto, hay que sumarle que los alienígenas deberían ser capaces de identificar la sonda Voyager 1 moviéndose a través del espacio por puro azar. Eso reduce las posibilidades de un encuentro todavía más. Y aunque fuese así, se mueve tan rápido que sería bastante difícil de atrapar. Es más probable que, en su lugar, termine chocando con algo y se descomponga en miles de millones de fragmentos diminutos.

¿Y si cayese en un planeta habitado?

Voyager 1

Concepto artístico de la sonda Voyager 1 en el espacio interestelar.
Crédito: Don Davis

Pero, imaginemos que este último escenario es plausible. Supongamos que la Voyager 1, en algún punto del futuro lejano, termina estrellándose en un planeta. Del mismo estudio, podemos extrapolar que la Vía Láctea debería estar habitada por unos 6 millones de civilizaciones inteligentes. Así que, si por casualidad (increíblemente remota), la nave se estrellase en uno de ellos, el mapa podría ser analizado.

La Tierra tiene un volumen de 1,1 billones cúbicos de kilómetros. Si hay 6 millones de civilizaciones, viviendo en planetas similares a éste, podemos calcular que el volumen total es de unos 6,6 trillones de kilómetros. El volumen de la Vía Láctea, basándonos en el espesor del centro, y su longitud, tiene un volumen de unos 6.7 x 1051 kilómetros cúbicos. Una cifra absolutamente gigantesca y difícil de poner en perspectiva.

Dicho de otro modo, el espacio ocupado, por volumen, de esos 6 millones de hipotéticas civilizaciones, es sólo el 0,000000000000000000000000000000001 por ciento de todo el espacio de la Vía Láctea. O dicho de otro modo, es casi imposible que la sonda Voyager 1, en su futuro viaje alrededor de la galaxia, se encuentre con otra cosa que no sea espacio y más espacio vacío. Pero según a quién le preguntes, quizá incluso sean buenas noticias…

Referencias: IFLScience