Un nuevo estudio plantea que las placas tectónicas terrestres podrían verse afectadas por el efecto de la Luna y el Sol. Es una explicación alternativa al modelo tradicional, que plantea que el movimiento de las placas es producto de la convección en el manto de nuestro planeta…

Las placas terrestres se verían afectadas por desequilibrios de fuerza y torsión

Anne M. Hofmeister, geofísica de Arte y Ciencias de la Universidad de Washington, en St. Louis, plantea que la circulación del manto podría deberse a un mecanismo diferente al tradicional. Sugiere que un desequilibrio en las fuerzas y torsiones, del sistema TierraLunaSol, es la responsable de la circulación del manto de la Tierra. El planteamiento resulta interesante en cuanto a que va en una dirección diferente a la hipótesis más popular. En ella, el movimiento de las placas tectónicas es consecuencia de las corrientes de convección del manto terrestre.

La Luna y el Sol podrían afectar a las placas terrestres
Las placas tectónicas de la Tierra. Crédito: USGS/Wikimedia Commons/Daroca90

La convección implica la elevación de fluidos calientes. Hofmeister, y el resto de investigadores, consideran que esto no se aplica a las rocas sólidas. Consideran que es la fuerza, y no el calor, lo que mueve objetos grandes. Normalmente, el interior de la Tierra se modela teniendo en cuenta la disipación de calor interno. Ese calor es producto de la radiactividad interna y de la energía que todavía perdura de las colisiones que formaron el planeta. Incluso los que defienden la convección del manto admiten que la energía del calor interno es insuficiente.

No parece bastar para provocar un movimiento de placas tectónicas a gran escala. Además, hay otros inconvenientes al recurrir a la convección. Por lo que, en su lugar, los investigadores sugieren que las placas se mueven por una combinación de factores diferentes. La atracción gravitacional del Sol, en la Luna, es tan intensa que ha provocado que su órbita se alargue con el paso del tiempo. Esto ha desplazado el baricentro (el centro de masas en torno al que orbitan la Luna y la Tierra) hacia un punto más cercano a la superficie…

El papel del baricentro de la Luna y la Tierra

Ahora, ese baricentro oscila unos 1000 kilómetros, al mes, en relación con el centro de la Tierra. Esto provoca estrés en el interior de la Tierra, a medida que nuestro planeta rota. Como el baricentro está a unos 4600 kilómetros del centro, los investigadores explican que hay un desequilibrio entre la aceleración tangencial de la órbita (es decir, a qué ritmo cambia la velocidad tangencial, que a su vez es la velocidad a la que se mueve un objeto en un recorrido circular), y la atracción del Sol, salvo en el baricentro. Las capas interiores pueden aguantar ese estrés.

Son capas cálidas, densas y gruesas. Sin embargo, la litosfera es fría, fina y frágil. En consecuencia, se fracturaría por culpa de este proceso. Además, la rotación del planeta provoca que no sea una esfera perfecta. Algo que contribuye a esa fragilidad de la litosfera. Por lo que, según los investigadores, ambos factores de estrés crean el mosaico de placas tectónicas presente en la capa exterior. La variedad de movimientos de las placas dependería, además, de los cambios en el tamaño y dirección de ese desequilibrio de fuerzas gravitacionales con el paso del tiempo.

El modelo resulta interesante en cuanto a que se aleja por completo de los modelos tradicionales. En este caso, las condiciones en las que se encuentra la Tierra, con un gran satélite a su alrededor, serían un factor clave para provocar el movimiento de las placas tectónicas. A pesar de lo cautivadora que pueda resultar la idea, o lo convincente que nos pueda resultar, lo cierto es que, como cualquier hipótesis, debe ser puesta a prueba. No es algo simple, pero podría haber un aliado sorprendente para descubrir si su suposición es correcta…

Estudiar Plutón para entender si la hipótesis es buena para las placas terrestres

Los investigadores plantean que, para poder comprobar si están en lo cierto, una posibilidad es la de recurrir al planeta enano Plutón. Un estudio detallado de su tectónica sería útil. Hay que recordar que el planeta enano es demasiado pequeño y frío para experimentar convección. Pero tiene un satélite gigante a su alrededor (Caronte) y su superficie es muy joven. Por lo que la respuesta podría encontrarse en los confines del Sistema Solar, en un mundo que resulta muy diferente al nuestro, tanto por condiciones como por ubicación.

Plutón podría ser clave para entender si las placas terrestres funcionan como plantean los investigadores… Crédito: NASA / Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory / Southwest Research Institute

En el estudio, además, los investigadores comparan los planetas rocosos. En él muestran que la presencia, y longevidad, del vulcanismo y la actividad tectónica depende de una combinación muy concreta. El tamaño, y orientación de la órbita, de un satélite, la cercanía al Sol y el ritmo al que rota el planeta sobre sí mismo, así como el ritmo de enfriamiento. Así, explican, la Tierra es el único planeta rocoso que reúne todas las condiciones necesarias para poder tener placas tectónicas. Tanto el tamaño de la Luna como la distancia al Sol son esenciales.

Pero hay que tomarlo, al menos por ahora, como lo que es. Un estudio muy interesante, que plantea que la Luna sería clave, para la habitabilidad de la Tierra, no solo por estabilizar el eje del planeta, también por el efecto en su interior, gracias a la cercanía de la Tierra al Sol. Habrá que prestar atención a los próximos estudios que lleven a cabo estos investigadores. La dirección es interesante, pero puede que solo se quede en eso, en una hipótesis que resulte muy atractiva. Por ahora, la convección del manto sigue siendo la dominante. Pero… ¿seguirá siéndolo por mucho tiempo?

Estudio

El estudio es A. Hofmeister, R. Criss y E. Criss; «Links of planetary energetics to moon size, orbit, and planet spin: A new mechanism for plate tectonics». Publicado en la revista GeoScienceWorld. Puede consultarse en este enlace.

Referencias: Phys