La misión DART es una interesante misión lanzada para poner a prueba el desvío de asteroides. Ha sido diseñada para estrellarse con Dimorfos, un pequeño satélite de un asteroide más grande, Didymos. Algo que permitirá comprender mejor la utilidad de esta técnica para proteger nuestro planeta…
La misión DART permitirá aprender mucho sobre el desvío de asteroides
La NASA ha enviado una pequeña nave en rumbo de colisión contra un asteroide. La misión fue lanzada el pasado 24 de noviembre y llegará a Didymos, su destino, entre septiembre y octubre de 2022. Didymos es, en realidad, un sistema binario. Está orbitado, cada 12 horas, por Dimorfos, una asteroide más pequeño. Este será el objetivo de DART. El propósito de la misión es poner a prueba un sistema para el desvío de asteroides que puedan suponer un peligro para la vida en la Tierra. Pero ¿es un peligro real?
Hemos visto multitud de impactos de asteroides contra la Tierra en el mundo del cine. Las consecuencias siempre son las mismas, un evento catastrófico que nos deja cerca de la extinción. Algo similar al impacto que, hace 65 millones de años, puso fin al reinado de los dinosaurios. En realidad, la Tierra es bombardeada constantemente por asteroides pequeños, de entre 1 y 20 metros de diámetro. Son tan pequeños que, por lo general, se desintegran en la atmósfera sin llegar a tener ninguna consecuencia palpable. Además, hay una proporción inversa en todo esto.
Es mucho más frecuente el impacto de asteroides pequeños que el de uno grande. Todo por el simple hecho de que hay muchos más objetos pequeños que grandes en el espacio. Los asteroides con un diámetro de 1 kilómetro golpean a la Tierra, de media, una vez cada 500 000 años. El último impacto de este tamaño tuvo lugar, se cree, hace unos 20 000 años. Dio lugar a la formación del cráter de impacto Tenoumer, en Mauritania. Los asteroides con un diámetro de 5 kilómetros impactan en la Tierra, aproximadamente, cada 20 millones de años.
La necesidad de calibrar el riesgo
Pero, en el extremo opuesto, hay que recordar el bólido de Cheliábinsk. En 2013, un asteroide de unos 20 metros de diámetro se desintegró sobre el territorio ruso. Provocó daños en edificios en seis ciudades y dejó 1500 heridos. La misión DART nace como consecuencia de buscar reducir la amenaza que un gran asteroide puede plantear para la Tierra. En ese sentido, podemos hablar de la escala de Turín. Un método que permite clasificar el riesgo que supondría el impacto de un objeto cercano a la Tierra. Va desde el nivel 0 al 10.
El cero indica que hay una posibilidad extremadamente baja de colisión. El 10 que la colisión es inminente y, además, el objeto es lo suficientemente grande como para desencadenar una catástrofe global. El cráter de Chicxulub (originado hace 65 millones de años) hubiera sido un 10 en la escala de Turín. Los impactos que dieron lugar a la formación del cráter Barringer, o al evento de Tunguska, en 1908, hubieran sido un 8. Los pasos cercanos a la Tierra suelen generar nerviosismo y temor en el público, por temor a lo que pueda suceder.
En la actualidad, la NASA está observando de cerca al asteroide Bennu. Es el objeto con la mayor probabilidad de impacto en la actualidad (algo que se puede comprobar en esta web). Bennu mide 500 metros y podría crear un cráter de 5 kilómetros en la Tierra. Pero, por otro lado, la NASA ha determinado que hay un 99,943% de posibilidades de que el asteroide no choque con nuestro planeta. Así que, en realidad, no es tan terrible como podría parecer. Pero es por objetos así por los que existe una misión como DART…
La visita a Didymos y Dimorfos para probar el desvío de asteroides
En un punto de su órbita, Didymos y Dimorfos se acercan a 5,9 millones de kilómetros de la Tierra. Aunque está mucho más lejos que la Luna, astronómicamente es muy cercano. Así que ese será el momento que DART aprovechará para impactar con Dimorfos. La nave pasará unos diez meses viajando hasta su destino. Cuando esté cerca, cambiará su rumbo y chocará con Dimorfos a una velocidad de unos 6,6 kilómetros por segundo. Didymos, de 780 metros, es más grande y es más fácil de seguir y localizar por parte de DART.
Una vez la nave haya detectado a Dimorfos, de 160 metros de diámetro, podrá hacer una corrección de rumbo para colisionar con su superficie. La masa de Dimorfos es de 4,8 millones de toneladas. La masa de DART, en el momento del impacto, será de unos 550 kilos. Viajando a 6,6 km/s, DART será capaz de transferir una gran cantidad de energía al asteroide. Hasta el punto de poder cambiar su órbita. Lo hará en apenas un 1%. Suficiente para poder ser detectado por los telescopios terrestres en las semanas y meses posteriores.
Puede que un 1% no parezca mucho, pero es muy prometedor si hablamos del desvío de asteroides que sí supongan un problema para la Tierra. Si DART chocase con un asteroide solitario, su período orbital, alrededor del Sol, cambiaría tan solo en un 0,000006%. Serían necesarios años para medir ese cambio. Ese 1% es detectable desde la Tierra. Además, mientras los dos asteroides siguen su órbita, DART desplegará un pequeño satélite, diez días antes del impacto, para grabar toda la secuencia. Es una misión muy atractiva.
Una misión sin consecuencias para la Tierra
DART es la primera misión de la NASA dedicada a la defensa planetaria. Tiene un coste de 330 millones de dólares. Relativamente barata, especialmente si se compara con los 10 000 millones del telescopio espacial James Webb. No provocará ningún tipo de resto en el impacto. Es algo así como si, en la Tierra, tuviésemos un tren, sin frenos, parado en la vía, y otro chocase con él. Los trenes no se destruirían mutuamente, pero se moverían juntos. El tren estacionario ganaría algo de velocidad y el que chocase la perdería.
Los trenes se combinarían para formar un nuevo sistema con velocidades diferentes a las anteriores. Hasta cierto punto, DART hará algo similar (pero desintegrándose por completo). Los resultados de la misión permitirán determinar cuánta masa, y velocidad, es necesaria para golpear a un asteroide que pueda ser una amenaza para el planeta. La mayoría están bien controlados, por lo que habría mucho tiempo de antelación, si hubiese una posible colisión. Aun así, algunos objetos han pasado desapercibidos.
Fue el caso del asteroide UA 1 que, en octubre de este mismo año, pasó a 3047 kilómetros del planeta. Se acercó desde el Sol y, con un tamaño de un metro, no hubiese provocado daños, pero debería haber sido detectado. Un sistema de desvío de asteroides será efectivo contra aquellos asteroides que supongan una amenaza. Pero, por encima de todo, seguirá siendo imperativo poder descubrirlos rápidamente. Con los grandes es fácil, son mucho más brillantes y fáciles de detectar. Los más pequeños, aunque menos peligrosos, pueden ser un quebradero de cabeza…
Referencias: The Conversation