Las civilizaciones muertas podrían salvar a la humanidad

Concepto artístico de una civilización alienígena. Fuente: Wallpaperup.com

La búsqueda de vida extraterrestre busca ayudarnos a entender si hay vida en otros lugares. Pero Abraham Loeb, un conocido investigador, plantea que las civilizaciones muertas podrían ayudarnos a entender cómo evitar, precisamente, seguir su mismo destino…

Las lecciones a aprender de las civilizaciones muertas

El razonamiento de Abraham Loeb, conocido por su pasión e interés por la búsqueda de vida extraterrestre, no es descabellado. Si hay vida en otros lugares de la galaxia, podemos suponer que no somos la primera civilización. Habrán existido civilizaciones anteriores a la nuestra y, por fuerza, algunas habrán muerto hace tiempo. Quizá sea incluso peor. Puede que las civilizaciones muertas, ante que las nuestras, no sean unas pocas, si no la inmensa mayoría. A fin de cuentas, lo que hemos conseguido en las últimas décadas es una buena muestra.

¿Cómo se comportarían dos civilizaciones vecinas? Crédito: Tom/Flickr

Hemos desarrollado armas tan potentes como para arrasar con nuestro planeta. Estamos alterando el clima de la Tierra y convirtiéndolo en un lugar hostil para nosotros mismos. No hay nada que nos haga pensar que este desarrollo es exclusivo de nuestra especie. Es decir, otras civilizaciones, en otros lugares del cosmos, podrían haber seguido unos pasos muy similares. El resultado final es que, tarde o temprano, se extinguieron por su propia mano. Es una hipótesis que podría permitir explicar la popular paradoja de Fermi.

Todo nos indica que la vida debería tener bastantes oportunidades para florecer. Las civilizaciones avanzadas deberían ser, por tanto, relativamente abundantes en el cosmos. Y, sin embargo, lo que hemos visto es lo opuesto. Parecemos estar solos y, quizá, no sea porque no haya más civilizaciones. Si no porque, en realidad, el tiempo de vida de una civilización es, en comparación a la escala cósmica, muy breve. Puede que el destino de muchas civilizaciones sea precisamente ese: terminar destruyéndose a sí mismas.

En busca de reliquias

Así que Abraham Loeb propone que también deberíamos buscar artefactos. Reliquias de civilizaciones muertas, que existieron mucho antes de la llegada del ser humano. En el camino, si encontrásemos ese tipo de artefactos, quizá descubramos qué les llevó a extinguirse. Con un poco de suerte, puede que lleguemos a entender cómo evitar nuestra propia extinción. Es una perspectiva que hace que la búsqueda de vida extraterrestre resulte aún más interesante. No es una simple curiosidad, podría darnos muchas respuestas.

Concepto artístico de una ciudad futurista. Crédito: Scott Richard

Quizá en algún momento encontremos los restos de una civilización que se extinguió por alterar el clima de su mundo más allá de lo recuperable. Ese escenario, aunque podría parecer ciencia ficción, es una posibilidad perfectamente real. Podemos hacer que el clima de la Tierra sea hostil para el ser humano. Es cierto que eso acabaría con nuestra especie, pero no supondría el final de la vida en esta pequeña canica azul. Sin duda alguna, la naturaleza se adaptaría a esas condiciones. La vida seguiría adelante en nuestro planeta… sin nosotros.

Un descubrimiento de este tipo tendría unas consecuencias muy importantes. Descubrir elementos nucleares en una atmósfera podría apuntar a que, en ese mundo, se produjo una guerra nuclear. Solo por poner un ejemplo. Encontrar civilizaciones muertas, por los mismos mecanismos que nos amenazan, nos serviría para entender que estamos siguiendo un camino que otras civilizaciones ya han recorrido. No solo eso, sabríamos que es un camino que termina de forma muy negativa. Así que tendríamos que reaccionar.

La tecnología de civilizaciones muertas y vivas

Como dice Abraham Loeb, nuestra tecnología tiene poco más de un siglo de existencia. En este tiempo, ha avanzado notablemente. Pero solo podemos imaginar cómo podría ser la tecnología de una civilización que lleve miles de millones de años desarrollando, por ejemplo, el viaje espacial. Si nos encontrásemos con una civilización mucho más avanzada, podría darnos un buen empujón. Eso, claro está, siempre que se trate de una civilización que esté dispuesta a compartir sus descubrimientos. Si no quisiesen tampoco serviría de nada…

Concepto artístico de una ciudad futurística. Crédito: Emmanuel Shiu / www.eshiu.com

Pero, aunque sea a un ritmo mucho más lento, ya estamos trabajando en el viaje interestelar. Concretamente, la iniciativa Breakthrough Starshot busca enviar diminutas naves, propulsadas por un láser, hacia la estrella más cercana. La enana roja Próxima Centauri, que se encuentra a 4,24 años-luz del Sistema Solar. Viajaría al 20% de la velocidad de la luz, en un trayecto que duraría, aproximadamente, 5 años. Abraham Loeb es parte de la junta consultora del proyecto. El objetivo es que entre en funcionamiento en los próximos 30 años.

Loeb añade, en este punto, que un proyecto como Breakthrough Starshot podría, incluso, hacer que nos ganemos el respeto de otras civilizaciones. Si viesen que somos capaces de desarrollar actividades como el viaje interestelar, puede que nos vean como una civilización con la que podría valer la pena interactuar. Pero solo es una suposición. Incluso aunque hubiese otras civilizaciones, no hay garantía alguna de que vayan a detectar nuestros intentos de viajar a otras estrellas. Y aun así, aunque los captasen, podrían parecer muy primitivos..

El club de civilizaciones interstelares

Una idea que rescata Abraham Loeb es la de que, quizá, el único motivo por el que no hemos encontrado señales de otras civilizaciones es porque no quieren que sepamos que están ahí. No, al menos, hasta que alcancemos la madurez tecnológica. Es decir, podría haber algún tipo de acuerdo interestelar por el que las civilizaciones solo muestran su presencia a aquellas que han logrado alcanzar un desarrollo similar. Es una idea que no ha planteado solamente Abraham Loeb. Incluso Carl Sagan llegó a jugar con ese mismo concepto en Cosmos.

Concepto artístico de una luna alrededor de un planeta gigante. Crédito: CBC11/Wikipedia

Si fuese así, lograr viajar a otras estrellas nos abriría las puertas de esas civilizaciones interestelares. Descubriríamos, por tanto, que la vida es mucho más abundante de lo que creíamos y que simplemente no estábamos al corriente de ello. Pero, de nuevo, es solo una suposición. Parece difícil pensar que, si realmente hubiese vida inteligente, de forma abundante, no habríamos detectado alguna señal de manera accidental. Sea como fuere, lo interesante es ver que no se deja de pensar en la idea de encontrar vida inteligente más allá del Sistema Solar.

Es cierto que Abraham Loeb es uno de los investigadores más prolíficos en este sentido. Él mismo sugirió que había que considerar la posibilidad, aunque remota, de que Oumuamua pudiese ser algún tipo de nave interestelar de alguna civilización pasada. Las evidencias indican que es un objeto natural. Pero si queremos encontrar vida extraterrestre, más allá de nuestro Sol, tendremos que seguir haciéndonos preguntas de todo tipo y buscando huellas de vida presente o pasada. Incluso saber que hubo civilizaciones antes de la nuestra sería una gran noticia…

Referencias: Space

Alex Riveiro: Divulgador científico. Autor de "Hacia las estrellas: una breve guía del universo", "Más allá de las estrellas: ¿estamos solos en el universo?" y la saga de ciencia ficción "Ecos de un futuro distante". Colaborador en eltiempo.es y Otros Mundos. También en Twitter, YouTube, Twitch e iVoox.

Ver comentarios (3)

  • Increíble artículo Alex! Me abrió tanto la cabeza que me vinieron ganas de escribir un cuento al respecto. Está recién salido del horno!!!
    Un saludo y a seguir divulgando!!!

    —Lo sé —asintió el doctor Johnson—, el comité científico solamente asesora al consejo mundial, pero les pido que me crean: gastaremos cuantiosos recursos en algo que no funcionará.
    — ¿Cómo se atreve a cuestionar el funcionamiento del SDP? —preguntó algo ofuscado George Moore, presidente del consejo mundial. El resto de los miembros presentes asintieron aprobando el cuestionamiento.
    —En realidad me expresé mal; el Sistema de Defensa Planetaria funcionará… pero será inútil.
    —Los láseres de rayos X han mostrado en varias ocasiones su valor —Retrucó el presidente.
    —Sí, es cierto, pero esta vez no los usarán para desviar asteroides…
    —Bueno, también servirían para eso llegado el caso, pero usted sabe tan bien como yo que ya se han censado todos los objetos peligrosos cercanos a la Tierra: Durante las próximas décadas no tendremos eventos de riesgo.
    —A no ser que seamos atacados por una civilización extraterrestre —Respondió Johnson con algo de sorna.
    — ¿Qué tiene de gracioso eso? ¿No podemos estar preparados para esa eventualidad?
    — ¿Usted cree que poner una docena de esos colosales satélites de rayos X en órbita servirá para defendernos?
    Moore respiró profundamente, luego trató de hacer entrar en razón a su obstinado asesor:
    —Repasemos los hechos doctor, desde hace cuatro décadas sabemos que existen seis planetas en los que existe vida...
    —No lo sabemos —Interrumpió Johnson—, lo suponemos a partir de los espectros obtenidos.
    —Cierto, cierto. Tiene usted razón, lo que tenemos son los espectros de los planetas, y en ellos detectamos la firma de distintas moléculas compatibles con la vida: vapor de agua, metano, ozono…
    —También detectamos clorofila —Agregó Johnson.
    —Tiene usted razón. ¡Detectamos clorofila en los seis planetas! —Moore se estiró en su asiento y luego agregó—: ¡Vamos! No detectamos hombrecitos verdes en sus superficies pero sabíamos que estaba pasando algo interesante allí afuera. Más sorprendente aún, si bien el más cercano de ellos se encuentra a 60 años luz, lo más increíble de este asunto es que todos ellos se encuentran en sistemas estelares muy cercanos entre sí, casi como si una civilización…
    —Hay grandes probabilidades de que se tratara de una civilización técnica colonizando sus sistemas vecinos, eso a esta altura lo sabemos todos —dijo Johnson.
    — ¡Rayos! —Estalló Moore— ¿Entonces por qué se opone a la construcción del maldito SDP? ¿Quiere que nos pase lo mismo que a ellos?
    Johnson meditó unos instantes. Entendía al Consejo mundial, estaban asustados. Por cuatro décadas la humanidad había seguido analizando esos planetas, todo parecía ir bien hasta que hace diez años el espectro de uno de ellos cambió drásticamente: de una semana a la otra desaparecieron todos los biomarcadores… casi como si toda la vida hubiera desaparecido sin dejar rastro. Y luego, en una rápida sucesión, cada dos años, otro planeta “moría” súbitamente.
    —Reconozco que existe la posibilidad de que hayan sido… eliminados, pero le repito: nuestras defensas no servirán de nada.
    — ¿Por qué está tan seguro?
    Moore miró a todos los miembros del Consejo, lo que diría no sería para levantarles el ánimo necesariamente, pero no podía dejar que se tomaran decisiones equivocadas.
    — Simplemente, por una cuestión de probabilidades. Si esa hipotética “civilización agresora” fuera un poco mas atrasada que nosotros, directamente no sabríamos de ella. La humanidad hace apenas un siglo realizó sus primeros viajes a la Luna, y según todas nuestras proyecciones, nos llevará otro siglo establecer una colonia en la estrella más cercana…
    —No entiendo a dónde quiere ir con este sermón — dijo Moore, algo impaciente.
    —Lo que digo es que una civilización capaz de destruir planetas entre las estrellas, debe ser por lo menos cinco siglos más avanzada que nosotros, tal vez varios milenios. Su tecnología y sus armas serán algo que ni siquiera podamos concebir como tales. Si existe tal civilización y decide atacarnos, no podremos hacer nada: seremos exterminados sin remedio.
    — ¿Entonces sugiere que cancelemos el desarrollo del SDP?
    —Correcto, sería preferible gastar esos cuantiosos recursos en otros grandes proyectos. Propongo que se destinen a la recuperación de las selvas tropicales.
    Luego de la disertación del doctor Johnson se realizó la votación. La construcción del SDP fue aprobada por la totalidad de los miembros del consejo mundial.
    ***
    La araña líder contemplaba el planeta desde la nave insignia de la invasión. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de un subordinado.
    —Los últimos bípedos han muerto, suprema autoridad.
    La araña líder raspó sus dos patas delanteras, indicando que había escuchado, el subordinado se retiró sin hacer ruido.
    En la soledad de la sala de mandos, retomó sus pensamientos. Por suerte el planeta había quedado en perfectas condiciones para su colonización. La especie dominante no fue consciente de la invasión y todos sus miembros pudieron ser exterminados sin alterar la biósfera. En este sentido resultaron ser mucho más estólidos que los malditos anfibios del sector doce. ¡Tuvieron que arrasar los seis planetas que habitaban! Recuperarlos llevaría bastante tiempo. Aquí las cosas fueron mucho más sencillas. Como sucede siempre, las especies más primitivas nunca son conscientes de que están siendo observadas y manipuladas…
    ***
    La entidad de energía pura recibió una notificación. Había novedades en el universo PQ534.Una fracción de tiempo después las noticias aparecieron en su esfera de consciencia: La especie arácnida M4563 había eliminado a una civilización tan joven que apenas había tenido tiempo de ser catalogada. Todo parecía indicar que estos arácnidos eran uno de los experimentos más prometedores de aquel universo. La información fue almacenada en los registros generales y rápidamente olvidada.

  • Excelente artículo, Alex! Una duda: Por qué duraría 5 años el trayecto, si estaría viajando al 20% de la velocidad de la luz y esta a 4.24 años-luz?

Posts relacionados
Deja un comentario